Mediante la combinación de varios textos de Boris Vian, Kogan y el grupo La Cave realizan un fresco de la posguerra europea, pero más como descripción irónica que como denuncia social.
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Por Hilda Cabrera A la manera del nouveau roman,
Velada Vian no se presenta como una expresión artística lineal sino como una búsqueda,
lo que implica avances y retrocesos, yuxtaposición de instantáneas e incluso versiones
divergentes de una misma escena. Esto produce en el espectador la impresión de un mundo
abierto, imaginativo, como el que ofrece la escritura de Boris Vian (1920-1959), donde
todo se transfigura y un vegetal se expresa y un mineral se anima.
La curiosa mezcla de situaciones que aparece en Velada... es producto de la dramaturgia de
Diego Kogan, realizada sobre la base de fragmentos de diferentes textos de Vian
Vercoquin y el plancton, La hierba roja (1950), La espuma de los días y El
arrancacorazones (LArrache-Coeur, de 1953), traducidos por Julia Elena
Sagaseta. La trama se desarrolla en torno de un cumpleaños, ambientado con música de la
época. Los jóvenes allí reunidos hablan de sus amores y desencuentros. Se muestran
despreocupados, casi frívolos, hasta que algo les ensombrece el ánimo. Unos personajes
grises les trastocan la vida, instalándose en escena a la manera de monstruosas
excrecencias de un mundo autoritario.
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