Por Hilda Cabrera A la manera del nouveau roman,
Velada Vian no se presenta como una expresión artística lineal sino como una búsqueda,
lo que implica avances y retrocesos, yuxtaposición de instantáneas e incluso versiones
divergentes de una misma escena. Esto produce en el espectador la impresión de un mundo
abierto, imaginativo, como el que ofrece la escritura de Boris Vian (1920-1959), donde
todo se transfigura y un vegetal se expresa y un mineral se anima.
La curiosa mezcla de situaciones que aparece en Velada... es producto de la dramaturgia de
Diego Kogan, realizada sobre la base de fragmentos de diferentes textos de Vian
Vercoquin y el plancton, La hierba roja (1950), La espuma de los días y El
arrancacorazones (LArrache-Coeur, de 1953), traducidos por Julia Elena
Sagaseta. La trama se desarrolla en torno de un cumpleaños, ambientado con música de la
época. Los jóvenes allí reunidos hablan de sus amores y desencuentros. Se muestran
despreocupados, casi frívolos, hasta que algo les ensombrece el ánimo. Unos personajes
grises les trastocan la vida, instalándose en escena a la manera de monstruosas
excrecencias de un mundo autoritario.
La propuesta del Grupo La Cave, dirigido por Kogan, es recorrer parte de la monumental
producción de Vian, figura destacada de la posguerra en el ambiente intelectual de Saint
Germain-des-Prés. Escritor y poeta, actor, jazzman, letrista y dramaturgo, escribió,
entre otras obras, Léquarrissage pour tous (Descuartizamiento para
todos, de 1946), cuya acción sitúa en la época de la liberación, Les bâtisseurs
dEmpire y Le goûter des généraux (La merienda de los generales, de
1951), donde caricaturiza a la oficialidad.
En Velada... los personajes se multiplican creando un complicado y complejo fresco de
época, pero no como retrato social sino como irónica ilustración de ciertos temas. Esto
se logra en parte por el cruce entre lo trágico de una situación absurda y el lenguaje
que se utiliza para expresarla. El recurso es afín al poeta Vian, admirador de Alfred
Jarry y de Jean Paul Sartre, a quien bautizó Jean Sol Partre en Lécume
des jours, de 1947. Dirigiendo a un elenco de jóvenes actores, entre los que se lucen
Nadina De Lellis, Matías Villa, Maja Martinovic y Gabriela Tognetti, Diego Kogan
(asesorado en la dramaturgia por Alejandro Tantanian) desanuda secretos de un mundo
odioso, y acierta en el tono y el ritmo impuestos a cada acontecimiento y evocación, a
cada sueño y representación de la muerte.
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