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Friedrich Dürrenmatt y los desperfectos del alma

La puesta del grupo La Rueca traduce con talento y sobriedad “El desperfecto”, en
una ácida búsqueda de las raíces del mal.

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La adaptación de Medina conserva el corrosivo estilo del autor.
Elabora su crítica social desde la farsa, con risueña perversión.


Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) La trama argumental de El desperfecto (Die Panne), que nació como guión radiofónico en 1956, es sintética y de estudiada mordacidad. Una característica de los textos del suizo Friedrich Dürrenmatt (1921-1990), novelista, autor de relatos breves y dramaturgo, también adaptador de sus propios guiones. Escritor en lengua alemana, influido por el expresionismo y las teorías teatrales de Bertolt Brecht, elabora su crítica social desde la farsa y a partir de los temas que lo obsesionan, entre otros el de la ambición que degenera en crimen, las raíces del mal (por otra parte, una preocupación filosófica y social característica de su época y su entorno) y la preservación del sentido de justicia.
En la obra que presenta el Grupo La Rueca, fundado en 1990 y dirigido por Fernando Medina, se intenta indagar en “el mundo de los desperfectos”, o sea ir más allá de una simple avería mecánica. Se muestra así a un próspero viajante de comercio, Alfredo Traps, en el momento de sufrir un contratiempo con su coche camino al hogar. Su flamante Studebaker tiene una falla en el conducto de la nafta, y ante el percance el hombre decide dormir en el pueblo. Si bien no hay lugar disponible (un encuentro de ganaderos ocupó las instalaciones), logra hospedarse en la vivienda de un viejo que, además de ofrecerle alojamiento gratuito, lo invita a cenar. Una silenciosa ama de llaves, mademoiselle Simone (robusta en el texto original, pero esbelta en el montaje hecho en El Observatorio), cocinará para todos, incluidos los amigos del anfitrión, como éste viudos y estrafalarios, habituados a reunirse periódicamente para “jugar a sus antiguas profesiones”. El juez dueño de casa se muestra gentil. Sabe de asesinatos y prácticas de interrogatorio tanto o más que el fiscal Zorn (algo colérico, como lo indica su nombre), el defensor Kummer y el verdugo Pilet.
El juego los vigoriza y les produce alegría. Esa noche tendrán “material vivo”. Sin perder el buen ánimo, el viajante se presta al simulacro. Su rol es el de acusado. El planteo es simple, y fluido el desarrollo de la anécdota, a pesar del estrambótico aspecto de los personajes. Esto se debe por un lado a la calidad del texto y, por otro, a la acertada adaptación del director Medina y al ritmo impreso a la puesta. Salvo algunas pocas secuencias en las que prevalece la composición exterior (nada extraño por otra parte en las farsas tragicómicas), el elenco se desempeña con singular sobriedad, atento a la “perversión risueña” que sugiere el libreto y a los rituales de una patética amabilidad burguesa derribada aquí por Dürrenmatt con una técnica implacable.
“El camino de la culpa a la inocencia es arduo, pero no imposible”, dice el abogado Kummer, convencido de que es en cambio desesperante pretender ante los otros conservar la inocencia. El hombre se está refiriendo a Traps. El lenguaje corrosivo e irónico de Dürrenmatt (autor entre otras importantes obras de La visita de la vieja dama) parte de los mismospersonajes. Así, mientras el fiscal Zorn considera al viajante culpable, el defensor lo muestra en su alegato como a una víctima de ese tiempo caótico en el que le toca vivir. Lo califica de individuo “aislado y sin guía”, de producto de una sociedad en la que dominan “la confusión y el embrutecimiento”, y carente de “una verdadera moralidad”.
Como en El juez y su verdugo, novela policial que el escritor inició en 1950 (publicada primero en entregas por la revista Der Schweizerische Beobachter y en 1952 en formato libro), se trata de situaciones resueltas de manera atípica. Seducido por las paradojas, el autor suizo destaca por ejemplo el papel del azar. En el caso de la puesta de Medina, éste reside en la avería del Studebaker y en la que se produce en el interior del mismo Traps. Los imprevistos tienen el valor de un trabajo de zapa y descubren que no hay crimen perfecto.

 

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