Por Carlos Galilea Desde La Habana Me pellizcaba y me
decía bueno, si cuando joven no me pasó esto, ¿por qué ahora de viejo?. A
mí que decían que me quedaban dos afeitadas. El salón de su humilde hogar
habanero, al lado de la plaza de la Revolución, está presidido por un altar con la
figura en madera de San Lázaro, un vaso de ron, una tacita con miel de abeja, flores y un
frasco de perfume. De la pared cuelga un cuadro por las ventas de Buena Vista Social Club,
el disco que produjo Ry Cooder y dio la vuelta al mundo al ritmo de sones y vieja trova
cubana. Ibrahim Ferrer se mudó hace seis meses gracias a los dólares del disco: aunque
conserva su vieja heladera norteamericana pintado de azul. Durante más de treinta años
vivió en Centro Habana: Estábamos muy estrechos, dice Ferrer, que tiene
siete hijos, trece nietos y cinco biznietos.
Anda como loco con dos cachorros negros. La perrita se llama Mocha y el varoncito,
Muñeco, cuenta mirándolos amorosamente. Yo me crié con un perro. Ese fue el
hermano que conocí. Pregúntele a mi señora, yo veo un perro y dejo de comer por darle a
él. En 1996, ya jubilado, Ibrahim Ferrer estaba en casa limpiando unos zapatos.
Juan de Marcos González se apareció porque me necesitaba para una grabación. Yo
le dije que ya no quería cantar más. Estaba desilusionado. Me dijo, mire, la
única persona que me hace falta es usted. Además, vaya, se va a ganar cincuenta fulas
(dólares). ¿Cuánto? Bueno, pues ya.... En el estudio esperaban
Rubén González, Compay Segundo, Eliades Ochoa y Ry Cooder. El resultado, Buena Vista
Social Club, casi millón y medio de discos y un Grammy. Su imprevista y apabullante
interpretación del bolero Dos gardenias no pasó inadvertida.
Cooder, Nick Gold (director de World Circuit) y el ingeniero de sonido Jerry Boys
regresaron a La Habana en su busca. Y ahora se publica Buena Vista Social Club Presents
Ibrahim Ferrer. He logrado lo que siempre yo anhelaba: que mi nombre saliera en la
portada de un disco. Yo ya me conformo con eso, asegura. En Cuba jamás me
dieron crédito. Fui maltratado. Sí, chico, porque me reconocían de la lengua para
dentro, pero de la lengua para fuera no, cuenta. Me decían, coño fulano, tú
eres muuy bueueeenoo. Pero a la hora de buscar a fulano, buscaban a sutano y a
mengano.
BVSC Presents Ibrahim Ferrer es un sueño de juventud realizado a los 70
años. Cuando murió su madre desde los doce ando luchando
tuvo que dejar los estudios y trabajó de peón de albañil, carpintero, pintor...
Hasta que a los trece me metí en la música. Las cosas son como son y no como uno
quisiera, dice. Nació un 20 de febrero en San Luis, cerca de Santiago. Por poco ve
la luz durante un baile: Mi abuelo era presidente del Club Aponte. Se daban fiestas
y esa vez a mi mamá le entraron los dolores y hubo que buscar rápidamente una
máquina. Al hablar de su madre se emociona: Aurelia Ferrer. Cierro los ojos y
la veo, afirma. Ella me dejó el bastoncito. ¿Usted conoce la historia? Mi
abuelo también fue presidente de una sociedad francesa, El Cocuyé. Fue de visita una
delegación de Africa y mi mamá le cayó muy bien a una de aquellas mujeres. De recuerdo
le regaló un bastón de ébano. Yo me quedé con él al morir mi mamá. Lo llevo conmigo
hace 60 años.
Pasó por el Conjunto Wilson, Todo Sorpresa, Maravilla Beltrán... Con Pacho Alonso estuvo
desde 1953, simultáneamente con la orquesta de Electo Rosell, creador de su mayor éxito:
El platanal de Bartolo. En 1957 se instaló en La Habana. Trabajó en la
construcción del hotel Hilton, hoy Habana Libre en el piso 14, quince
días, y en la construcción del túnel de la bahía. En el 58, yo
ya estaba con Beny Moré, recuerda. Yo gozaba al verlo. Y sin embargo, él me
oía a mí cantando en una vitrola yparaba el carro. Aguarda un momentico, déjame
oír a mi negro, porque él me decía así. Cuando triunfó la Revolución, a Pacho
le dio por volver a armar el grupo y le puso el nombre de Los Bocucos. Ahí ya no tuve que
trabajar más. Tocábamos en cabarés, radios, televisión..., recuerda con algo de
nostalgia.
Al director de Los Bocucos, no le parecía que mi voz sirviera para boleros,
relata el veterano músico. Y ahora Ry Cooder se fajó para que yo no cantase
números movidos, dice con ironía. Como cantantes le gustaban Nat King Cole e
Imperio Argentina, a la que acaban de otorgarle la nacionalidad española: ¡Ay,
chico, no me digas!, se emociona. Yo creía que en realidad ella ya había muerto,
pobrecita. Si Dios quiere, cuando yo vuelva a España, voy a tratar de encontrar la manera
de que me la presenten.
|