Por Martín Granovsky Conversa entre pobres é
sempre conversa triste, decía un gran politólogo brasileño. En 1984 Helio
Jaguaribe hablaba así de las negociaciones de su país con la Argentina. Parecía
anticipar que 15 años después los dos países mantendrían una disputa triste en medio
de una recesión triste, y un desencuentro diplomático más triste aún. Por eso ni
siquiera la cena de anoche en Brasilia entre Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso, que
forzó el argentino con su visita-sorpresa a Brasil, logró convertir la tristeza en
felicidad. Como se sabe, una no tiene fin y la otra sí.
Menem llegaba de Nueva Orleans en un viaje casi arrancado a Cardoso, quien a través de su
vocero había declarado que, en estas condiciones, sería mejor que el
presidente argentino no fuera a Brasilia. Estas condiciones eran dos: los
aranceles a la importación de productos textiles y la posibilidad de aplicar resguardos
especiales para compensar la mayor competitividad de la economía brasileña tras las
devaluaciones.
Después de la cena que los presdientes terminaron de compartir a la medianoche, la
segunda de las condiciones quedó para la discusión futura, aunque sin compromiso
brasileño en un sentido u otro. En cuanto a la primera, cayó a tierra para santificar la
comida de la reconciliación entre el presidente que deja el cargo en medio de la crisis y
el que aún debe remontar la presidencia sorteando la suya.
Antes de la comida, el canciller Guido Di Tella se reunió con el jefe de Itamaraty, Luiz
Felipe Lampreia, sin que hubiera fumata blanca. Di Tella deslizó en público sólo una
indicación, cuando dijo que la Argentina podría revisar las medidas del sector textil.
En cuanto al punto más importante, utilizó una formulación condicionada. Adelantó que
el Gobierno podría negociar la exclusión de las barreras arancelarias de las
importaciones realizadas por la Argentina de productos del Mercosur y de Bolivia y Chile.
La condición fue que esa exclusión quedaría concretada a cambio de que el Mercosur y
sus dos socios se comprometan a generar mecanismos de protección para lo que Di Tella
definió como situaciones puntuales.
El propio canciller realizó la traducción de su propuesta técnica con un ejemplo.
Recordó lo que había pasado con los precios relativos entre los dos países cuando la
devaluación del real, a principios del último enero, desdibujó el comercio bilateral
tal como se conocía hasta entonces.
Para la Argentina, sería muy bueno que el Mercosur tuviera mecanismos propios para
resolver problemas graves que pudiesen aparecer respecto de un producto o un sector,
después de una devaluación dijo Félix Peña, subsecretario de Comercio Exterior.
Según Peña, ese tipo de mecanismos existen en la Unión Europea y el NAFTA para
dar flexibilidad a las reglas de juego.
Peña también criticó la decisión brasileña de retirarse unilateralmente de las
tratativas del Mercosur tras las resoluciones argentinas.
El Mercosur no se agota en el comercio, y en medio de la globalización sigue siendo
la mejor opción para la Argentina y para Brasil porque incrementa nuestra capacidad de
atraer inversiones y de negociar con la Organización Mundial de Comercio, los Estados
Unidos y la Unión Europea. Por eso me parece malo que cuando surge un problema se cree la
imagen de que lo que está en juego es el Mercosur mismo.
Los técnicos argentinos estiman que la devaluación brasileña fue el equivalente de una
barrera del 10% para exportar productos argentinos a Brasil. Las salvaguardias deberían
compensar esa barrera virtual.
Naturalmente Lampreia no aceptó la tesis de las salvaguardas y las compensaciones, pero
de acuerdo con lo dicho por Di Tella sí admitió iniciar discusiones sobre nuevos
mecanismos. No quedó claro, sin embargo, qué diferencia específica tendrán esas
instancias con el mecanismo de solución de controversias que ya rige en el Mercosur, por
el que en caso de conflicto cada país tiene derecho a designar un perito y llevar el
problema ante un árbitro, que puede ser otro de los socios. En verdad, Cardoso llegó a
la cena de anoche con una irritación económica y otra política.
En la balanza comercial con la Argentina ya llevamos acumulado un déficit de 300
millones de reales (unos 166 millones de dólares) en los primeros seis meses del año
se quejó un funcionario brasileño que pidió reserva de su nombre.
El presidente brasileño repitió anoche a Menem lo que antes había dicho en público
(Seguimos comprometidos con el Mercosur) pero recordó al argentino esa cifra
que desvela a su gabinete económico.
La irritación política de Brasil estos días tiene cuatro letras, las que forman la
palabra OTAN. Aunque la alianza atlántica ya informó que no quiere consigo a
la Argentina, la movida ideada por el secretario de Planeamiento Estratégico Jorge Castro
fastidió a Brasil. El enojo quedó resumido en la frase que este diario publicó con
exclusividad el domingo 18: Ustedes eligen: o la OTAN o el Mercosur.
Tres especialistas explican el conflicto |
Carlos
Raimundi.
(Diputado nacional, de la Alianza)No
hacer un drama
Es evidente que el Mercosur atraviesa una crisis, pero debemos desdramatizarla,
porque el destino de integración entre Argentina y Brasil es irreversible. De lo
contrario, no podríamos afrontar los grandes temas económicos y políticos de la agenda
internacional del nuevo milenio.
Ocurre que en estos momentos se da una situación inédita: por primera vez desde su
creación en 1991, ambos países se encuentran bajo los efectos de una recesión. Hasta el
presente, o bien ambos países crecían simultáneamente, o bien la recesión de uno de
ellos se compensaba con el crecimiento del otro.
La dificultad causada por este factor económico se potencia aún más por carecer el
Mercosur de un andamiaje político-institucional que lo torne más previsible y lo provea
de aquellos instrumentos capaces de encauzar el tratamiento de las crisis. La falta de
acuerdos estratégicos entre ambos gobiernos es lo que hace que cada dificultad del
mercado ponga en riesgo la continuidad misma del proceso de integración.
La relación comercial entre Argentina y Brasil debe estar centrada en un acuerdo
macroeconómico por el cual no compitamos entre nosotros para mordernos trozos del mercado
interno regional, sino que podamos lanzarnos en una estrategia exportadora más agresiva
hacia el resto del mundo, y poner límites comunes a las importaciones extra-zona que
perjudican a nuestros sectores productivos.
Señales como los incentivos a la industria automotriz, que contradicen el espíritu del
Mercosur por el lado de Brasil. O como el pedido de ingreso a la OTAN, o la reciente
resolución 911 para la aplicación de cupos, por el lado de Argentina, derivan en un
esquema de ojo por ojo, diente por diente, y nos alejan de la construcción de
confianza mutua que debe preceder a todo acuerdo de integración.
El rol de los presidentes y de las altas autoridades de los países debe ser el diseño
del Mercosur como proyecto estratégico, como pivote de la integración de todo el
continente latinoamericano. No sólo en términos del mercado, sino también culturales,
sociales, ambientales y de seguridad, y no reunirse para apagar los efectos de cada
espasmo coyuntural. |
Alejandro
Mayoral.
(Ex subsecretario de Comercio Exterior y miembro del equipo de asesores económicos
de Eduardo Duhalde)Era
inevitable
Con las dos economías en recesión, ataques especulativos sobre ambas monedas y
la doble desconfianza ligada a una sucesión de conflictos comerciales y políticos,
¿qué otra cosa se podía esperar que un conflicto? El actual conflicto comercial es el
resultado de una serie de factores confluyentes, entre los cuales el más importante es
que, por primera vez en la década, se coincide en un período fuertemente recesivo en
ambas economías. Pero, además, incide un ambiente internacional volátil, con ataques
especulativos sobre ambas monedas, precios de los commodities (materias primas) en baja y
dudas generalizadas sobre los mercados emergentes.
Prácticamente no se hizo nada en los últimos dos o tres años con respecto a los deberes
pendientes en el Mercosur: hay problemas referentes a la unión aduanera y el mercado
común, no funcionan los mutuos reconocimientos de standards técnicos y sanitarios y,
además, se ha generado una doble desconfianza entre ambos gobiernos en relación a temas
comerciales y políticos. Argentina prolongó su acuerdo comercial con México sin
consulta al Mercosur, pidió la incorporación a la OTAN, lanzó la propuesta de
dolarización, buscó diferenciarse de Brasil en medio de la crisis y tuvo otras actitudes
que irritaron al vecino, que por su parte viene de devaluar en forma inconsulta después
de aplicar una serie de crecientes restricciones comerciales a sus importaciones. Este
cóctel es el que hizo estallar la crisis. Sin estos antecedentes, es incomprensible la
reacción de Brasil por el tema de las salvaguardias.
Además, los dos ministros de Economía son expertos exclusivamente en temas financieros.
Así, en la relación comercial, aflora el papel de las cancillerías, y es sabido que
Itamaraty toma como una amenaza a su hegemonía los problemas que, para nosotros, son de
orden comercial.
El conflicto no se puede arreglar si no se ponen sobre la mesa todos los problemas que
deterioran la relación y afectan los respectivos intereses. Hay que dejar de lado las
políticas exóticas e ir a las cosas en serio. Fijar un calendario de obligaciones a
cumplir y, si no se cumplen, imponer sanciones. Pese a la cercanía del fin de mandato, es
posible, si previamente se logra una política de consenso nacional entre las distintas
fuerzas políticas. |
Miguel
Bein.
(Economista de la Alianza)
No será el último
La característica distintiva del actual conflicto es el cambio súbito, algo explosivo,
de la forma de negociación del gobierno argentino, que siempre fue muy blando en su
postura frente a Brasil para ponerse duro ahora, a pocos meses de terminar su mandato. El
equipo económico se confió en que, después de la devaluación brasileña, la industria
argentina iba a poder reorientar sus exportaciones y no fue así, pero tampoco esperaban
una recesión tan prolongada como la que se está viviendo.
Brasil siempre hizo lo que quiso y Argentina lo aceptaba admitiendo, de hecho, que era el
socio mayor, mientras que aquí se le pedía al gobierno que hiciera algo por proteger a
la industria. Ahora, de repente, hubo un cambio violento en esa política.
Particularmente, pienso que Argentina debería haber aplicado salvaguardias no sólo a los
textiles, aunque me gusta más la actitud actual del Gobierno que la que tenía antes.
Brasil respondió sobreactuando, por un problema de debilidad política de su gobierno.
Cuando las acciones de un gobierno están en baja, es usual el recurso de defensa de lo
nacional. En el caso argentino, también se da una situación de debilidad política del
Gobierno, al que la gente hoy le demanda más cosas porque lo ve con más predisposición
a ceder a los reclamos. Es lo que sucedió con la industria en este caso. El único
límite de satisfacer los reclamos es el costo fiscal, y en el caso de las salvaguardias
no lo hay, ni siquiera deteriora el riesgo país.
Creo que el Mercosur hoy está en capilla. Esta no va a ser la última crisis,
porque como están dadas las cosas vamos a ver más situaciones de este tipo en los
próximos meses. No creo que el Gobierno dé marcha atrás con las medidas para los
textiles, y a Cardoso también le conviene, políticamente, mantener el conflicto abierto.
En los últimos tiempos, en vez de avanzar en el acuerdo regional, se intentó una fuga
hacia adelante, planteando la moneda común, la coordinación de políticas
macroeconómicas y otras cuestiones que no tenían que ver con el estado actual de la
relación, cuando hay problemas en la frontera por chicanas de todo tipo, que ponen en
duda incluso si hay vocación por una unión aduanera. |
Recesión y desconfianza, piezas clave
de la crisis
Por David Cufré
Las
trabas al comercio impuestas por Argentina parecen un hecho menor frente a la magnitud de
la crisis del Mercosur. Las medidas adoptadas por la administración de Carlos Menem
interfieren apenas sobre el uno por ciento del comercio bilateral. Sin embargo, Brasil
reaccionó como si se tratara de una provocación, olvidando que al mismo tiempo otorgaba
subsidios para la instalación de una planta fabril de la automotriz Ford. El
incumplimiento de los acuerdos del bloque regio-nal fue tan repetido que excede largamente
el calificativo de excepción. Y la mayor parte de las veces, Brasil fue el que
transgredió las reglas. Si el Mercosur se asomó al abismo, aunque el socio más poderoso
lo atribuya a un puñado de restricciones al intercambio de bienes fijadas por Argentina,
se debe a sus fallas estructurales y a divergen- cias más profundas, que los gobiernos se
empeñaron en ignorar.
Los conflictos del Mercosur tienen un abultado historial. El año pasado, Brasil impuso
topes a la financiación de importaciones, barreras fitosanitarias y licencias previas de
importación, que dieron lugar a engorrosas negociaciones durante meses. Otro motivo de
desencuentro fueron los subsidios para la radicación de plantas automotrices que
otorgaron los estados brasileños. Aunque se llegó a un acuerdo para suspender esa
política y revisar las promociones concedidas, Brasil volvió a dar subsidios la semana
pasada para la instalación de una fábrica de Ford.
Otra confrontación tuvo lugar por las restricciones argentinas al ingreso de acero
brasileño. El país vecino, por su parte, protestó debido a que consideró que las
exportaciones argentinas de lácteos son a precio de dumping. La lista incluye peleas por
los subsidios que Brasil otorga a la producción de azúcar negada por el gobierno
de Fernando Henrique Cardoso, las exigencias de Argentina de aprobación técnica de
los productos electrónicos importados y las recientes salvaguardias textiles.
Además, Argentina le reprocha a Brasil sus negociaciones, por separado, con la Comunidad
Andina, mientras que el país vecino se queja de la extensión del acuerdo comercial entre
Argentina y México. Las diferencias más recientes en el terreno político fueron por la
solicitud argentina de integrarse a la OTAN aunque fue denegada, y por la
postura asumida ante la crisis de Colombia.
Todo ello demuestra que la actual crisis tiene causas más profundas que las barreras
comerciales. Una de ellas es el endeble marco institucional, pues el Mercosur carece de
mecanismos adecuados para resolver sus controversias. En los últimos dos años,
prácticamente no se avanzó ni un centímetro en los problemas pendientes para
perfeccionar la unión aduanera. Los estándares técnicos, de calidad y sanitarios
exigidos por cada país a sus importaciones no fueron compatibilizados, dando lugar a
frecuentes restricciones y consecuentes conflictos. También está demorado el acuerdo
para alcanzar un régimen común para el intercambio de la industria automotriz, que en el
calendario original debía quedar resuelto a principios del corriente año. Las habituales
fricciones en la frontera chocan con propuestas altisonantes de compatibilizar
políticas macroeconómicas o avanzar hacia una moneda común.
La devaluación del real puso en evidencia la imprevisión de los gobiernos. Y las
consecuencias se están viendo con esta crisis. Argentina argumenta que la modificación
cambiaria fue de por sí una medida proteccionista, y que por lo tanto tiene
derecho a defender su producción con salvaguardias.
El secretario de Relaciones Económicas de la Cancillería, Jorge Campbell, se refirió a
las causas más evidentes del enfrentamiento. Dijo ayer que el Mercosur pasa por un
mal momento porque los países que lo integran pasan por un mal momento.
Cuando el comercio cae, como ocurre este año por primera vez desde que empezó el
proceso de integración, sube el malhumor, añadió. La recesión agiganta las
diferencias, pero la faltade reglas claras para actuar ante las crisis económicas es el
caldo de cultivo que las provoca.
TRABAJADORES Y EMPRESARIOS DEL CALZADO, EN LA
CALLE
Con un agujero en la suela
Por D.C.
Mientras
la crisis del Mercosur disparaba reuniones al más alto poder político, trabajadores y
empresarios del calzado y el cuero marchaban hacia la Secretaría de Industria.
Basta de importación y subsidios del Brasil, decía uno de los carteles, al
tiempo que los cinco mil ruidosos manifestantes coreaban estribillos alusivos a ese país.
La curiosidad de que operarios y ejecutivos coincidieran en una manifestación, tal como
ocurrió hace una semana con los metalúrgicos, fue una demostración palmaria de la
gravedad de los problemas que padece el sector, y de por qué el bloque regional se
tambalea.
Entendemos que no es buen momento para solicitar medidas contra Brasil, pero acá
estamos denunciando la existencia de un daño que puede probarse. Por lo tanto, esperamos
que el Gobierno no se deje influenciar por presiones y tome las medidas que sean
necesarias para salvar a la industria nacional, subrayó el presidente de la Cámara
de la Industria del Calzado, Carlos Bueno.
El empresario difundió las cifras de importaciones desde Brasil. En los primeros cinco
meses de este año, ingresaron 4,5 millones de pares, frente a los 2,7 millones que se
importaron en igual período de 1998. El aumento fue del 64,6 por ciento. Pero en 1995, al
cabo del primer año de vigencia del Mercosur, las compras de calzados a Brasil fueron por
619 mil pares. Es decir que, en cuatro años, las importaciones desde ese país crecieron
un 628 por ciento. No podemos soportar esta presión, remarcó Bueno, quien
entregó un petitorio de medidas en defensa del sector a la Secretaría de Industria y al
Ministerio de Economía.
Desde 1991, la apertura comercial provocó el cierre de mil fábricas de calzado, con la
pérdida de 15 mil puestos laborales. Pero la devaluación del real se convirtió en un
problema acuciante, en razón de que los productores brasileños lograron abaratar sus
costos, e inundan el mercado local con mercaderías a bajo precio. Actualmente hay 8 mil
operarios suspendidos y 500, de las 6500 fábricas de calzado, corren serios riesgos de
desaparecer.
Ante ese panorama, por primera vez en la historia del sector, trabajadores y empresarios
acordaron protestar en conjunto. Nosotros reclamamos que Argentina le exija a Brasil
que termine con su política de subsidios, queremos competir de igual a igual. Si los
subsidios no se eliminan, entonces será necesario que se fijen cupos, señaló
Bueno. Además de requerir medidas de salvaguardia intraMercosur, los productores demandan
al gobierno ayuda financiera. El sector atraviesa una crisis muy profunda.
Necesitamos que Roque Fernández lo entienda y tome medidas urgentes, concluyó
Bueno.
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