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Los Juegos Panamericanos de Winnipeg intentan cerrar la crisis abierta por Fidel Castro. El líder cubano acusó a la organización de hacer trampa, cuando empleó un tramo de su discurso en la conmemoración del 26 de Julio para referirse a la captación de deportistas cubanos de parte de empresarios y representantes. La crisis no quedó solucionada, aunque hubo declaraciones de buena voluntad tras la reunión entre el vicepresidente cubano, José Ramón Fernández, y el titular del comité organizador, Doug McKenzie. La crisis que ensombrece a los Panamericanos tiene orígenes deportivos y políticos, derivados estos últimos del enfriamiento de las tradicionalmente amistosas relaciones entre Cuba y Canadá, que meses atrás reclamó sin éxito a través de su primer ministro, Jean Chretien, la liberación de cuatro disidentes encarcelados en la isla caribeña. Los problemas deportivos tienen, en cambio, una lectura mucho más lineal: Winnipeg 99 entrega 102 medallas de oro menos que Mar del Plata 95, y como esas preseas faltantes iban a parar en la mayoría de los casos a manos cubanas, el segundo puesto en el medallero se complicó más para Cuba y se tornó algo más viable para Canadá. En esa crítica coinciden muchas delegaciones latinoamericanas, aunque el tema que más obsesiona a Cuba es otro, el de los desertores. Es una agresión que se le ofrezcan cinco, diez millones de dólares a nuestros deportistas para que deserten, una agresión a nuestro patrimonio y nuestra riqueza cultural, dijo Fernández durante una conferencia de prensa en la que el tema del scouting, la actitud de la prensa y la disminución de medallas fueron los ejes. Los scouts son los intermediarios que a toda hora tratan de contactar a los deportistas cubanos, en especial a los beisbolistas, tentándolos con ofertas económicas para desertar y pasar a las Ligas estadounidenses. Fernández también criticó la respuesta de la prensa de Estados Unidos y Canadá a la denuncia de Castro durante su discurso del lunes. El presidente del Comité Olímpico de Cuba describió cómo en plena madrugada los scouters encienden reflectores en los estacionamientos de la villa panamericana para captar la atención de potenciales atletas desertores cubanos. McKenzie confirmó los hechos, prometió que tomaría medidas, aunque no especificó ninguna en concreto. Lamentamos estos hechos, y la prioridad de la organización es que los atletas puedan competir en las mejores condiciones, dijo McKenzie, que estuvo reunido hasta la madrugada de ayer con Fernández, otros miembros de la delegación cubana y el jefe de prensa de Winnipeg 99, Brian Koshul, que ofició de nexo esta semana entre las dos partes. El vicepresidente cubano criticó la disminución de medallas y el sorteo, programación y arbitraje en ciertas competencias. Nos sentimos afectados en canotaje, donde se rompieron las reglas, tenis de mesa y lucha grecorromana, insistió, recordando que Cuba llegó a Winnipeg con sus mejores atletas, como una muestra de respeto a los Juegos y a su público. Pero el National Post puso ayer el dedo en la llaga: El mayor temor de Castro, aparentemente, es que la joya del deporte cubano, el equipo de béisbol, deserte en masa en Winnipeg... Los jugadores cubanos están rodeados por seguridad, son conducidos desde los buses a sus partidos, retirados del campo y de regreso al bus en el último out del último inning. En La Habana, en tanto, la derrota de la selección nacional frente a Estados Unidos fue tomada como una afrenta por los aficionados, que no perdonan el resultado adverso a sus jugadores. En Winnipeg no se observa activismo político, pero McKenzie prometió intensificar la vigilancia de la villa panamericana, donde gente como Joe Cubas, el agente de jugadores que convirtió en millonarios a varios desertores del béisbol cubano entre ellos Orlando El Duque Hernández, de los Yankees, y su medio hermano Liván Hernández, de los Marlins espera captar nuevos desertores.
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