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PANORAMA POLITICO

Menem lo hizo

Por J. M. Pasquini Durán

t.gif (862 bytes)  El gobierno nacional gasta los últimos meses de su gestión de diez años en correr de un lado a otro con una papa caliente entre las manos. Del Mercosur a las provincias, de la OTAN a la inseguridad urbana, de la recesión económica a las demandas sociales en alza, de las alianzas con el establishment a las internas de la sucesión, no tiene ni una sola alegría. Hasta los cómicos de la tele que antes se fotografiaban con Carlos Menem llamándolo “mi querido presi” ahora se burlan de su desenfadada propaganda por la obra cumplida. Sólo le queda el recurso de aquel campesino que ponía una piedra en cada zapato y caminaba el pueblo de una punta a la otra para tener el solitario placer de descalzarse al final de cada jornada.
Sin ninguna solución verdadera en su botiquín de primeros auxilios, sólo puede proporcionar calmantes pasajeros. Gana tiempo, mientras cuenta los días que le faltan para completar el segundo mandato. En junio afrontó reclamos de diferentes alcances en dieciséis provincias y termina julio entre un pleito con desocupados en la catedral de Mar del Plata, trifulcas callejeras en Tucumán de estatales impagos con policías malpagos y la pueblada correntina que tumbó dos gobiernos provinciales en quince días, sin contar la crisis de confianza con Brasil, principal socio en el Mercosur, y el rechazo de la OTAN a su solicitud de afiliación como socio pleno.
na02fo01.jpg (11092 bytes)Cede y concede sin remedio. Marcha atrás con los recortes presupuestarios en educación, ley de emergencia para los pescadores marplatenses, una postergación para los camioneros que rechazaron el impuesto del fondo docente, líneas de crédito para los productores agropecuarios, un anticipo de 55 millones y la promesa de otros 120 millones para los correntinos, y cuando ya no puede ni eso, gases y balas de goma. Para destrabar la situación con Brasil, tuvo que renunciar a las modestas medidas de protección a la industria local más afectada por el desequilibrio del comercio bilateral. Sólo en el calzado hay quinientas fábricas paradas y ocho mil trabajadores suspendidos, en tanto el desempleo general vuelve a subir hacia dimensiones inéditas en la mayor parte del siglo XX argentino. Nadie más que el propio Gobierno tiene la mayor responsabilidad por las dificultades que atraviesa.
Ante todo, por su apego dogmático a las recetas de la convertibilidad y el ajuste estructural, diseñadas, como puede apreciarse por los resultados, para beneficiar sobre todo al capital financiero en detrimento del desarrollo sustentable de la producción nacional. Empeñado en concebir la globalización como un círculo virtuoso de la expansión del capitalismo en el mundo, a pesar de las enormes fluctuaciones periódicas del mercado de capitales desde el crash de Wall Street en 1987, subordinó la evolución económica al endeudamiento externo y a la libre circulación de las utilidades de las empresas privatizadas y de las demás beneficiarias de las políticas públicas.
Con ese criterio sadomasoquista, entre 1992 y 1998 los valores de los intereses pagados por la deuda externa aumentaron en 252 por ciento (de 1443 a 5084 millones) y las remesas de utilidades en 172 por ciento (de 928 a 2526 millones). Tampoco promovió el ahorro interno que fue, entre 1993/98, un porcentaje acumulado del 18 por ciento, mientras el crecimiento alzó al 57 por ciento y la productividad al 33 por ciento en el mismo período [Datos de FIDE, julio/99]. Hay otros resultados que también ofenden al sentido común: en tanto millones de argentinos sufren por falta de empleo y de salarios decentes, “empresas argentinas” invirtieron en el exterior, durante la década menemista, por valor de 12,716 millones de dólares en Brasil, Venezuela, Bolivia, Estados Unidos, Indonesia, Turkmenistán, Chile, Filipinas y Perú, en áreas de petróleo, gas, hierro, acero, construcción, alimentos, bebidas y energía eléctrica,según datos publicados en este diario [R. Fraga, Las multinacionales latinoamericanas].
Los negocios no son sentimentales, ni muy escrupulosos en un mundo que “lava” 500 mil millones de dólares por año, dinero negro de transacciones ilegales (desde coimas a tráficos ilegales), de acuerdo con estimaciones de las Naciones Unidas. A propósito: ¿con cuánto contribuirá la Argentina a ese monto total? El dato no figura en el recuento publicitario oficial. La política, en cambio, puede y debe dotarse de valores humanitarios y de cooperación, pero también en esto el Gobierno quiso mirar al mundo en blanco y negro, alineándose sin condiciones detrás de los intereses de Estados Unidos. Así, auspició en los últimos tres meses la doctrina norteamericana contra el narcoterrorismo, se ofreció para intervenir en Colombia y solicitó la membresía a la OTAN. Todo eso sin consultar –peor: contrariando– a sus aliados del Mercosur, con lo que le dio los motivos justos a Brasil para que se ofendiera y lo aprovechara para seguir ampliando el espacio económico propio en el mercado subregional.
No hay error ni hay exceso en las iniciativas oficiales. La estrategia del Gobierno sigue girando alrededor del mismo eje: resguardar para Menem la jefatura única del bloque conservador-populista. Quiso que fuera un tercer mandato y no pudo ser, por eso ahora será desde la oposición al futuro gobierno. Eso explica el cerril dogmatismo económico-social, la fidelidad al establishment financiero, la devolución a los sindicatos gerenciales del manejo de los fondos destinados a las obras sociales, los viajes mensuales a Estados Unidos y las intrépidas adhesiones a las remozadas doctrinas de seguridad del Pentágono, por ejemplo en el caso colombiano.
Hasta el más ingenuo de los gobiernos de América latina sabe que la violencia en Colombia es un proceso de medio siglo de antigüedad y que “mucho más que la del monte, las violencias que nos están matando son las de la calle [...] más del 90 por ciento de sus víctimas [diez muertos diarios] no han de considerarse de naturaleza política [porque] son, esencialmente, las víctimas de una violencia originada en las desigualdades sociales”, según las conclusiones de una comisión de honorables que estudió el problema con el auspicio de anteriores gobiernos y de la universidad. Los halcones norteamericanos han visto en Colombia la oportunidad de intervenir para hacer carambola: impedir que la paz sea posible con la guerrilla, porque podría servir de referencia a México, suspender la entrega del canal de Panamá, so pretexto de la inseguridad, y cercar con tropas el proceso político venezolano que encabeza Hugo Chávez con una impresionante adhesión en las urnas.
Menem lo sabe, pero no le importa, igual que a Fujimori, que ya volvió a militarizar sus fronteras, porque lo que buscan es quedar bien con Estados Unidos para obtener, en canje, el respaldo a sus respectivas ambiciones de perpetuidad. Por lo mismo, si en octubre fracasa la dupla Duhalde-Cavallo, la verdadera fórmula, por lo que pudo verse el jueves en “Hora clave”, para Menem será su propia victoria. Cuando Duhalde habla del “abrazo del oso” sabe lo que dice. La millonaria campaña de propaganda que festeja sus obras no es el final de época sino el punto de partida de su reinstalación en la escena política de los próximos años.
La idea es difícil de asumir hoy en día, en su momento de mayor debilidad y desprestigio, pero hay varios factores que pueden favorecerlo. Primero que nada, porque sus opositores están encerrados en la lógica económica que inauguró la convertibilidad en 1991, lo que hace que sus diferencias programáticas queden licuadas en prolijidades administrativas. Hablan como si tuvieran fe en que volverán los buenos tiempos una vez que pase la recesión de coyuntura, pero sin tener en claro cuáles son esos tiempos ni cuándo terminarán las crisis coyunturales que vienen sucediéndose desde hace más de una década. Un rasgo típico de esa misma lógica es el meneado trámite de la flexibilidad laboral. Todos los candidatos repiten el mismo verso del menemismo: hay que bajar los costos laborales, lo cual en buen romance significa volver precario cualquier trabajo. Los supermercados, uno de los beneficiarios de la concentración auspiciada por el “modelo”, son un ejemplo de flexibilización, pero eso no impidió la caída de sus negocios, debido a que todos los factores emergentes de esa misma flexibilización debilitan y achican el mercado interno. El círculo, en apariencia virtuoso, se vuelve perverso y sin final feliz, porque en la medida en que se repita sólo puede reproducirse a sí mismo, agravando la situación recesiva.Encontrar una salida ventajosa y distinta de la época del neoliberalismo ortodoxo es un dilema mundial, por cierto. El último Informe económico de Naciones Unidas reclama una “renovación de la arquitectura financiera internacional” y agrega: “La experiencia de los recientes años pasados es un argumento a favor de la experimentación y en contra del dogmatismo”. Entre tanto, se acumulan a los pies de esas democracias impotentes una montaña de reclamos sociales, todos perentorios y legítimos, originados en la incapacidad del “modelo” para satisfacer con equidad las necesidades mayoritarias. Si los políticos más o menos convencionales no están a la altura de las circunstancias, sobrevendrán las salidas mágicas, los alquimistas y los aventureros, los atajos y las diagonales de las confrontaciones sociales.
Hoy por hoy, cualquier cambio benefactor no puede ignorar la alternativa de una redistribución de los ingresos, que se modificó en esta década pasada en contra del sector laboral, que perdió por lo menos 20 puntos respecto de la situación que tenía durante la administración alfonsinista. Son muchos millones de dólares que se trasladaron hacia la punta más alta de la pirámide. Los excedentes de riqueza concentrados en pocas manos alimentaron los consumos suntuosos y la fuga de dinero o la inversión especulativa, en lugar de propender a la acumulación productiva y al ahorro nacional. Como dice el jingle oficialista, “Menem lo hizo”, “Menem lo hizo”. Un consuelo: “Hizo mucho, pero no hizo todo”.

 

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