PANORAMA POLITICO
Menem lo hizo
Por J. M. Pasquini Durán |
El gobierno nacional gasta los últimos meses de su
gestión de diez años en correr de un lado a otro con una papa caliente entre las manos.
Del Mercosur a las provincias, de la OTAN a la inseguridad urbana, de la recesión
económica a las demandas sociales en alza, de las alianzas con el establishment a las
internas de la sucesión, no tiene ni una sola alegría. Hasta los cómicos de la tele que
antes se fotografiaban con Carlos Menem llamándolo mi querido presi ahora se
burlan de su desenfadada propaganda por la obra cumplida. Sólo le queda el recurso de
aquel campesino que ponía una piedra en cada zapato y caminaba el pueblo de una punta a
la otra para tener el solitario placer de descalzarse al final de cada jornada.
Sin ninguna solución verdadera en su botiquín de primeros auxilios, sólo puede
proporcionar calmantes pasajeros. Gana tiempo, mientras cuenta los días que le faltan
para completar el segundo mandato. En junio afrontó reclamos de diferentes alcances en
dieciséis provincias y termina julio entre un pleito con desocupados en la catedral de
Mar del Plata, trifulcas callejeras en Tucumán de estatales impagos con policías
malpagos y la pueblada correntina que tumbó dos gobiernos provinciales en quince días,
sin contar la crisis de confianza con Brasil, principal socio en el Mercosur, y el rechazo
de la OTAN a su solicitud de afiliación como socio pleno.
Cede y concede sin remedio. Marcha atrás con los recortes presupuestarios en
educación, ley de emergencia para los pescadores marplatenses, una postergación para los
camioneros que rechazaron el impuesto del fondo docente, líneas de crédito para los
productores agropecuarios, un anticipo de 55 millones y la promesa de otros 120 millones
para los correntinos, y cuando ya no puede ni eso, gases y balas de goma. Para destrabar
la situación con Brasil, tuvo que renunciar a las modestas medidas de protección a la
industria local más afectada por el desequilibrio del comercio bilateral. Sólo en el
calzado hay quinientas fábricas paradas y ocho mil trabajadores suspendidos, en tanto el
desempleo general vuelve a subir hacia dimensiones inéditas en la mayor parte del siglo
XX argentino. Nadie más que el propio Gobierno tiene la mayor responsabilidad por las
dificultades que atraviesa.
Ante todo, por su apego dogmático a las recetas de la convertibilidad y el ajuste
estructural, diseñadas, como puede apreciarse por los resultados, para beneficiar sobre
todo al capital financiero en detrimento del desarrollo sustentable de la producción
nacional. Empeñado en concebir la globalización como un círculo virtuoso de la
expansión del capitalismo en el mundo, a pesar de las enormes fluctuaciones periódicas
del mercado de capitales desde el crash de Wall Street en 1987, subordinó la evolución
económica al endeudamiento externo y a la libre circulación de las utilidades de las
empresas privatizadas y de las demás beneficiarias de las políticas públicas.
Con ese criterio sadomasoquista, entre 1992 y 1998 los valores de los intereses pagados
por la deuda externa aumentaron en 252 por ciento (de 1443 a 5084 millones) y las remesas
de utilidades en 172 por ciento (de 928 a 2526 millones). Tampoco promovió el ahorro
interno que fue, entre 1993/98, un porcentaje acumulado del 18 por ciento, mientras el
crecimiento alzó al 57 por ciento y la productividad al 33 por ciento en el mismo
período [Datos de FIDE, julio/99]. Hay otros resultados que también ofenden al sentido
común: en tanto millones de argentinos sufren por falta de empleo y de salarios decentes,
empresas argentinas invirtieron en el exterior, durante la década menemista,
por valor de 12,716 millones de dólares en Brasil, Venezuela, Bolivia, Estados Unidos,
Indonesia, Turkmenistán, Chile, Filipinas y Perú, en áreas de petróleo, gas, hierro,
acero, construcción, alimentos, bebidas y energía eléctrica,según datos publicados en
este diario [R. Fraga, Las multinacionales latinoamericanas].
Los negocios no son sentimentales, ni muy escrupulosos en un mundo que lava
500 mil millones de dólares por año, dinero negro de transacciones ilegales (desde
coimas a tráficos ilegales), de acuerdo con estimaciones de las Naciones Unidas. A
propósito: ¿con cuánto contribuirá la Argentina a ese monto total? El dato no figura
en el recuento publicitario oficial. La política, en cambio, puede y debe dotarse de
valores humanitarios y de cooperación, pero también en esto el Gobierno quiso mirar al
mundo en blanco y negro, alineándose sin condiciones detrás de los intereses de Estados
Unidos. Así, auspició en los últimos tres meses la doctrina norteamericana contra el
narcoterrorismo, se ofreció para intervenir en Colombia y solicitó la membresía a la
OTAN. Todo eso sin consultar peor: contrariando a sus aliados del Mercosur,
con lo que le dio los motivos justos a Brasil para que se ofendiera y lo aprovechara para
seguir ampliando el espacio económico propio en el mercado subregional.
No hay error ni hay exceso en las iniciativas oficiales. La estrategia del Gobierno sigue
girando alrededor del mismo eje: resguardar para Menem la jefatura única del bloque
conservador-populista. Quiso que fuera un tercer mandato y no pudo ser, por eso ahora
será desde la oposición al futuro gobierno. Eso explica el cerril dogmatismo
económico-social, la fidelidad al establishment financiero, la devolución a los
sindicatos gerenciales del manejo de los fondos destinados a las obras sociales, los
viajes mensuales a Estados Unidos y las intrépidas adhesiones a las remozadas doctrinas
de seguridad del Pentágono, por ejemplo en el caso colombiano.
Hasta el más ingenuo de los gobiernos de América latina sabe que la violencia en
Colombia es un proceso de medio siglo de antigüedad y que mucho más que la del
monte, las violencias que nos están matando son las de la calle [...] más del 90 por
ciento de sus víctimas [diez muertos diarios] no han de considerarse de naturaleza
política [porque] son, esencialmente, las víctimas de una violencia originada en las
desigualdades sociales, según las conclusiones de una comisión de honorables que
estudió el problema con el auspicio de anteriores gobiernos y de la universidad. Los
halcones norteamericanos han visto en Colombia la oportunidad de intervenir para hacer
carambola: impedir que la paz sea posible con la guerrilla, porque podría servir de
referencia a México, suspender la entrega del canal de Panamá, so pretexto de la
inseguridad, y cercar con tropas el proceso político venezolano que encabeza Hugo Chávez
con una impresionante adhesión en las urnas.
Menem lo sabe, pero no le importa, igual que a Fujimori, que ya volvió a militarizar sus
fronteras, porque lo que buscan es quedar bien con Estados Unidos para obtener, en canje,
el respaldo a sus respectivas ambiciones de perpetuidad. Por lo mismo, si en octubre
fracasa la dupla Duhalde-Cavallo, la verdadera fórmula, por lo que pudo verse el jueves
en Hora clave, para Menem será su propia victoria. Cuando Duhalde habla del
abrazo del oso sabe lo que dice. La millonaria campaña de propaganda que
festeja sus obras no es el final de época sino el punto de partida de su reinstalación
en la escena política de los próximos años.
La idea es difícil de asumir hoy en día, en su momento de mayor debilidad y
desprestigio, pero hay varios factores que pueden favorecerlo. Primero que nada, porque
sus opositores están encerrados en la lógica económica que inauguró la convertibilidad
en 1991, lo que hace que sus diferencias programáticas queden licuadas en prolijidades
administrativas. Hablan como si tuvieran fe en que volverán los buenos tiempos una vez
que pase la recesión de coyuntura, pero sin tener en claro cuáles son esos tiempos ni
cuándo terminarán las crisis coyunturales que vienen sucediéndose desde hace más de
una década. Un rasgo típico de esa misma lógica es el meneado trámite de la
flexibilidad laboral. Todos los candidatos repiten el mismo verso del menemismo: hay que
bajar los costos laborales, lo cual en buen romance significa volver precario cualquier
trabajo. Los supermercados, uno de los beneficiarios de la concentración auspiciada por
el modelo, son un ejemplo de flexibilización, pero eso no impidió la caída
de sus negocios, debido a que todos los factores emergentes de esa misma flexibilización
debilitan y achican el mercado interno. El círculo, en apariencia virtuoso, se vuelve
perverso y sin final feliz, porque en la medida en que se repita sólo puede reproducirse
a sí mismo, agravando la situación recesiva.Encontrar una salida ventajosa y distinta de
la época del neoliberalismo ortodoxo es un dilema mundial, por cierto. El último Informe
económico de Naciones Unidas reclama una renovación de la arquitectura financiera
internacional y agrega: La experiencia de los recientes años pasados es un
argumento a favor de la experimentación y en contra del dogmatismo. Entre tanto, se
acumulan a los pies de esas democracias impotentes una montaña de reclamos sociales,
todos perentorios y legítimos, originados en la incapacidad del modelo para
satisfacer con equidad las necesidades mayoritarias. Si los políticos más o menos
convencionales no están a la altura de las circunstancias, sobrevendrán las salidas
mágicas, los alquimistas y los aventureros, los atajos y las diagonales de las
confrontaciones sociales.
Hoy por hoy, cualquier cambio benefactor no puede ignorar la alternativa de una
redistribución de los ingresos, que se modificó en esta década pasada en contra del
sector laboral, que perdió por lo menos 20 puntos respecto de la situación que tenía
durante la administración alfonsinista. Son muchos millones de dólares que se
trasladaron hacia la punta más alta de la pirámide. Los excedentes de riqueza
concentrados en pocas manos alimentaron los consumos suntuosos y la fuga de dinero o la
inversión especulativa, en lugar de propender a la acumulación productiva y al ahorro
nacional. Como dice el jingle oficialista, Menem lo hizo, Menem lo
hizo. Un consuelo: Hizo mucho, pero no hizo todo. |
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