PANORAMA ECONOMICO
Los reyes del lobby
Por Julio Nudler
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¿Será verdad que en la Argentina neoliberal las
decisiones las toma el mercado, una entelequia ante la cual no valen lobbies ni
estrategias de presión ni manos visibles? Si se mira la acción de los grupos económicos
autóctonos y de las multinacionales, la respuesta es simplemente no. Tal vez
no sea porque el discurso oficial mienta, sino porque la macroeconomía nacional se
desestabiliza recurrentemente, cada dos o tres años, y el Gobierno tiene que apagar el
piloto automático, volver a ponerse el casco y tomar fuertes decisiones de política
económica. De este modo se confirma una tradición muy cara. La que dice que la Argentina
es el país del lobby.
Techint, el mayor grupo de base nacional y de creciente globalización, muestra entender
muy bien el país donde prospera, y ayuda así a demostrar la presunción. Diversos
hombres de la Organización de la familia Rocca presiden cámaras tan diversas como la de
la Construcción (Eduardo Baglietto) o la de Exportadores (Enrique Mantilla). También
conducen el Centro de Industriales Siderúrgicos (Javier Tizado), y se dice que manejan la
Confederación de Industrias Metalúrgicas (CIMA). Su máximo lobbysta, Sergio Einaudi,
encarna el poder detrás del trono en la Unión Industrial Argentina, donde nadie llega a
presidente sin la anuencia de la familia.
El maneja también los más altos contactos políticos: como tal participó anteayer del
selecto cónclave neoyorquino convocado por Goldman Sachs para tomarle examen a la actual
y futura conducción económica del país. En el estrado ocupaba una silla José Luis
Machinea, economista a quien Roberto Rocca, dueño y señor de Techint, le dio trabajo
tras la vuelta al llano de los radicales, poniéndolo al frente del Instituto de
Desarrollo Industrial (IDI), que Rocca creó y solventó.
¿Significa esto que Machinea, si llega a ministro con Fernando de la Rúa, tratará con
especial cariño a Techint? Sí, pero no sólo a Techint contesta otro
economista de la Alianza. El va a tratar con cariño a todas los industriales
localizados en el país y que hayan hecho inversiones fuertes aquí. Si tiene que definir
a quién darle un reintegro y a quién ponerle un impuesto, Machinea le dará el reintegro
a Techint, o lo mismo a Arcor, y le pondrá el impuesto a IRSA (Soros).
Esto de tener tantos micrófonos involucra el peligro de pronunciar discursos
contradictorios, según el interés que se defienda en cada ámbito. Y, de hecho, aunque
Techint pise tan fuerte en varias entidades industriales, Agostino Rocca, cabeza ejecutiva
de la Organización, pertenece al Consejo Empresario Argentino, club de poderosos
lobbystas de ideología ultraliberal (hoy estremecido por vientos de confrontación). Algo
parecido puede decirse de la acción de otro hombre de Techint, Arnaldo Musich, en FIEL,
usina chicagueana que ya presidió hace un cuarto de siglo, y en las relaciones
internacionales (CARI).
No es fácil mantener un discurso coherente cuando la diversificación de negocios lleva
desde desguazar autos viejos (Scrap Service), a extender la línea B del subte, ampliar
Ezeiza o cobrar peaje en el Acceso Oeste, además de lidiar con el gobierno de Chávez en
Venezuela como dueños de Sidor o tender un gasoducto en Arabia Saudita. Pero incluso como
siderúrgicos no están a salvo de las contradicciones: No hay nada más
antiindustrial que vender chapa cara (alusión a Siderar) o comunicaciones costosísimas
(referencia a cuando Techint tenía el 8% de Telefónica), sentencia un experto en
competencia desleal. Pero las inconsecuencias no desvelan a ningún empresario. Como todo
industrial argentino que se precie, cada alto dignatario de Techint tiene su estancia. Y
además sus dobles mensajes: todos reclaman el cierre de la economía para su producto
final y la apertura para sus insumos, partes y piezas. Esta incongruencia se acentuó más
que nunca estos años, a medida que las fábricas que sobreviven se fueron transformando
en meras ensambladoras.
La multiplicidad de intereses conduce a situaciones paradojales. Así, fue raro escuchar a
Mantilla, presidente de la CERA (Exportadores), pronunciarse a favor de la adopción de
medidas de salvaguardia contra lasimportaciones desde Brasil, haciéndolo en nombre de la
defensa, a largo plazo, de las fuentes de trabajo en el país. Aunque pueda hallarse
encomiable su posición, ¿qué exportador diría eso, cuando lo que quieren todos son
insumos baratos, vengan de donde vengan y generen el desempleo que generen? Mientras
tanto, Tizado (Siderar y CIS) reclamaba que se conviertan en definitivos los derechos
compensatorios aplicados por cuatro meses contra las acerías brasileñas, acusadas de
dumping por él mismo. (En realidad, Siderar se cuidó de cuestionar los embarques de
chapa gruesa y bobinas para relaminar del mismo origen, porque los importadores de esos
productos son, precisamente, firmas de Techint, como Siat y Cometarsa.)
Si quieren evitarse las simplificaciones, no puede decirse que la política económica del
menemismo haya favorecido a Techint, y tampoco que la haya perjudicado. Un poco de cada
cosa. En un sentido, el grupo muy enfocado al acero y al petróleo se siente a
sus anchas en un modelo que acentuó la especialización del país en las commodities
(insumos). Como líder mundial en tubos sin costura, a través de Siderca y subsidiarias
en el exterior, Techint sufre con la volatilidad de esos mercados muy pendientes,
por ejemplo, de las fluctuaciones del petróleo, que hacen oscilar las inversiones,
pero también con lo que pueda pasarles a sus clientes locales. Por algo sostienen Fundes,
una fundación orientada a desarrollar pymes, que se convertirían en clientes para sus
productos.
Aunque Techint participó (moderadamente) en la fiesta de las privatizaciones
(Ferroexpreso Pampeano, Transportadora de Gas del Norte, Edelap, etcétera), hasta hoy
deben añorar a la YPF estatal, a la que le vendían a precios que ninguna compañía
privada acepta. También echarán de menos el privilegio del que gozó durante veinte
años Propulsora Siderúrgica, única autorizada a importar los coils para relaminar en
frío en Ensenada. Cuando eso se terminó, volvieron a apostar fuerte comprando Siderar
(ex Somisa) para integrarse verticalmente dentro de la Argentina. Siempre apostaron
por el país, dice un encariñado con los Rocca, cuya dinastía, originaria de la
Italia fascista, llegó de la mano de Juan Perón en 1946 y mantuvo a través del tiempo
su apego a un modelo escasamente liberal, donde el Estado se encarga de apuntalar la
expansión de una casta fabril (trátese del modelo corporativista o del coreano).
Los Rocca consiguieron convertirse en una compañía global (de las casi 50 mil
personas que ocupan en todo el mundo, sólo algo más de la mitad trabajan hoy en la
Argentina). Pero la base de sustento de esas compañías internacionalizadas explica
un experto es siempre el mercado interno. Por eso necesitan influir sobre las
decisiones políticas a todo nivel. Aún hoy hay montones de pequeñas reglamentaciones de
las que dependen sus negocios. Esto cierra la ecuación: Techint es el grupo con
más lobby en el país porque es también el más potente. Usan todos los sellos que
pueden comenta un relacionista, porque las cámaras patronales están para
eso: para obviar el uso del membrete propio, y poder pelear por medidas que las favorezcan
sin que se relacione con ellas el nombre particular de una empresa. |
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