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CUATRO ORDENES DE CAPTURA PARA EL GRUPO QUE DESALOJO LA CATEDRAL
Mar del Plata en busca de servicios

La Justicia dispuso la detención de un ex servicio y tres “feligreses” que echaron a los golpes a desocupados de la Catedral.

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Por Cristian Alarcón
Desde Mar del Plata

t.gif (862 bytes)  Ricardo Oliveros, el ex servicio de inteligencia del Ejército que encabezó el martes el desalojo de desocupados que mantenían tomada la Catedral marplatense, estaba a punto de ser detenido anoche, junto a otros tres “feligreses” que participaron junto a él de la expulsión violenta en la que hubo desde palos hasta tiros. Así lo solicitó al juez de Garantías Marcelo Madina el fiscal que investiga la causa, Guillermo Nicora, para quien existen “elementos suficientes” que indican que el martes un número “indeterminado de personas previamente organizadas” para patotear a los ocupantes entraron en el templo “con intenciones de provocar un desorden o tumulto” y echar “violentamente” a los ocupantes. En una resolución elevada ayer al juez, Nicora considera demostrado que el disparo que se produjo en la Catedral fue realizado por uno de los supuestos feligreses liderados por el ex agente de inteligencia militar. Por otra parte, ayer a la madrugada quedó en libertad el dirigente de desocupados Emilio Alí, en cuyo bolso se había encontrado un revólver calibre 38, cuya propiedad no pudo serle comprobada.
Oliveros, ese hombre petiso, morrudo, medio calvo, de mofletes un tanto sonrosados que la noche del jueves habló como un fiel católico ante las cámaras de “Hora Clave”, regresó ayer a Mar del Plata en el mismo avión que sus archienemigos desocupados, también mediáticos. En una entrevista concedida a este diario a su llegada a su ciudad natal, Oliveros no sólo confirmó su pertenencia entre 1983 y 1992 a las filas de la Sección de Inteligencia 101 dependiente de la Agrupación de Artillería Antiaérea 601. También exhibió su amarillenta foja de servicio, en la que se lee su ingreso como servicio civil del Ejército en el año 1973. Oliveros repitió ante Página/12 que junto a tres personas ingresó espontáneamente en la Catedral sólo para rezar un rosario en desagravio al padre José Martínez. El cura se había convertido el domingo último después de la misa de doce en la piedra de la discordia que sacó a la superficie el conflicto entre desocupados ocupantes y feligreses hartos de la ocupación.
Las personas que acompañaban al fiel Oliveros y para las que el fiscal también ordenó una detención son su amigo Ernesto Luis Barros, un supuesto jubilado de 51 años, la feligresa “admiradora” del padre Martínez, Lidia Ana Simonetti, de 44, y el hijo del ex servicio, Facundo Martín Olivero, de 20. El chico es quien llevó las de perder en la patota expulsora: una piedra le produjo un corte en la cabeza. Esa, la suya, era la sangre que embebía el martes un pañuelo enarbolado por su padre ante las cámaras televisivas, en demostración del salvajismo de los pobres.
Si son detenidos, los cuatro “feligreses” deberán prestar declaración indagatoria sobre lo ocurrido. Luego se definirá su situación procesal. En el escrito en el que el fiscal solicita la prisión del grupo consta que cuando el martes el fiscal general Carnevale llegó a la Catedral minutos después de la gresca, con los ocupantes ya afuera, Oliveros y su gente denunciaron que fueron ellos los agredidos. La versión, con algunas diferencias, que luego todos contaron ante la Justicia, es que tres hombres del grupo de la toma baldeaban un sector del templo y los azuzaron al mojarles los pies y salpicarlos con un lampazo. Ayer Oliveros le dijo a este diario que él, ofuscadísimo, corrió lampazo en mano a uno de los desocupados. La declaración de Oliveros, en calidad de testimonial, no fue la que tomó el fiscal para pedirle al juez que lo detenga por usurpación e intimidación pública, sino lo que el ex agente dijo fuera de sí, el martes, antes los medios: “Nosotros los expulsamos a los empujones del templo”. Y tres testimonios de los ocupantes que fueron echados.
Esos relatos coinciden en algo que el fiscal se propone investigar a fondo: Oliveros y sus amigos serían apenas los “espontáneos”. Ellos dicenhaber llegado a la Catedral sin haber antes tenido contacto con la feligresía que deseaba la expulsión de desocupados y que entraron por la puerta lateral derecha, sobre la calle Mitre. Que luego se sentaron y recién cuando se sintieron agredidos por los lampazos reaccionaron con furia. Los ocupantes aseguran que Oliveros entró sacando pecho y con un habano en la boca, mientras por el fondo de la Catedral, desde el lugar por donde pasan los curas, ingresaron ocho o nueve hombres de civil con armas y palos. Aseguran que Oliveros les hizo una seña y luego comenzó un literal arreo de ocupantes al grito de “¡Los vamos a matar! “¡Salgan hijos de puta!”. El fiscal Nicora investiga cómo pudieron entrar esos otros “feligreses”, cómo salieron de la Catedral una vez expulsados los ocupantes, y “cuántos son también servicios o ex servicios de inteligencia”.

 

RICARDO OLIVEROS MUESTRA SU FOJA Y SE DEFIENDE
“Yo ya no creo en esta metodología”

Por C.A.
t.gif (862 bytes) “Te aseguro que yo no fui a sacarlos. Porque si hubiese ido a sacarlos, mi hijo no hubiera terminado así.” Esa es la lógica que ayer utilizó el ex servicio de inteligencia del Ejército Ricardo Oliveros ante Página/12 para desmentir las acusaciones que sobre él hace pesar la Justicia. Facundo, el vástago en cuestión, recibió un piedrazo de los desocupados que pretendían volver a entrar a la Catedral después de que Oliveros y un grupo que podría llegar a la docena de matones, echó a los golpes a los ocupantes del templo. Después de esa frase inaugural de una entrevista hecha antes de su pedido de captura y que duró casi una hora, Oliveros profundizó en su declaración: “Si íbamos a expulsarlos vamos de otra manera. Además, yo ya no creo en la metodología esa”.
–Cuando dice “ya no creo” dice que creyó.
–Nunca creí que la violencia fuera buena. No soy un torturador como dicen. Pero creo que esta violencia (de los ocupantes) va a engendrar más violencia.
El destino y la televisión quisieron que ayer a la mañana en el vuelo 1775 de Aerolíneas Argentinas viajaran hacia Mar del Plata, mezclados como dice el tango, el cronista, tres desocupados del llamado Movimiento Teresa Rodríguez, el ex servicio y una especie de guardaespaldas del susodicho, de habituales lentes espejados. Ya en tierra, Oliveros aceptó sonriente un diálogo. Previamente, su edecán inquirió sobre por qué el periodista de este diario había sido visto conversando con el enemigo en Aeroparque. Aclarado que sólo se trató de un contacto profesional, “El Capitán” –tal como este diario pudo determinar que era llamado Oliveros por sus colegas durante la dictadura–, contestó, amable como pocos.
–Usted sabe que había una orden legal de desalojo que estaba suspendida por unas horas más a pedido del obispo. ¿Para qué acelerar así las cosas?
–El dilató la situación porque sabía que la recuperación iba a ser sangrienta. Ellos estaban armados. A nosotros nos dijeron que habían sacado armas los últimos días.
–¿Lo sabe por inteligencia?
–No. Yo fui hombre de inteligencia civil, pero no operativo. Fui empleado civil desde 1973 –dice y saca de un maletín donde lleva todo tipo de recortes de la ocupación y su foja de servicio–. Acá lo dice. Renuncié en el ‘92, estaba cansado. Elaboré mucha información para prevenir cosas tremendas como lo de la AMIA y al final, a nadie le importaba un huevo.
–¿Qué tareas realizó durante la dictadura?
–Nada. Papeles. Recortes de información de periódicos. Después fui un desocupado. Comencé de vuelta. Llegué a decir que no quería vivir más porque no tenía ni para la luz ni para el gas. Trabajé con Mario Cámara (el ex diputado justicialista). Pasé a la Municipalidad como director de Inspección General y me hice muy conocido. Ahora soy gestor. Superviso. Hago control de calidad y stock para empresas. Relaciones Públicas.
–¿Y durante la década del ‘70?
–Tengo amigos muertos de los dos bandos y uno a través de los años comprueba que esa lucha fue inútil. En la actitud de esta gente vi las reminiscencias de aquella época. Con la diferencia de que antes había ideología y ahora estos son simples facinerosos que vivían de cobrar peaje a los feligreses.
–Está a punto de ser acusado por intimidación y usurpación.
–Yo no usurpé nada. Y si me acusan me defenderé con un abogado.

 

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