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El peronismo, un karma para el candidato del PJ

La denuncia de campaña sucia no mejoró la posición de Duhalde. La lectura de las encuestas en los bunkers de campaña. Ruckauf orgánico pero con juego propio.

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Roque Fernández, Machinea y Remes Lenicov, rubios de New York.
Tres voces para un discurso único, balsámico para los mercados.

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Duhalde y Cavallo, unidos por Grondona en los estudios de “Hora Clave”.
El gobernador quiere sumar al ex ministro y también a Gustavo Beliz.


Por Mario Wainfeld

t.gif (862 bytes)  Comenzó la semana acusando a la Alianza y a los “medios” –en general– de hacer campaña sucia. Prometió denuncias ante la Justicia. Acusó a Julio Carpinetti de haber participado de una conspiración urdida por Enrique “Coti” Nosiglia y Melchor Posse, que incluía “cuatro tapas en su contra” en varias publicaciones gráficas. Puesto a referir hechos mencionó reuniones entre Carpinetti, Posse y Nosiglia en un local de la calle San José en la Capital. Ese dato, no menor, es real: Posse –el único dirigente aliancista de primer nivel que sigue hablando (y operando en función de) la pata peronista– usa ese sitio para conversar, seducir o sumar a peronistas descontentos, casi todos (dicho esto con generosidad) de segunda línea o dirigentes sindicales del MTA o la CTA y esporádicamente algún “gordo” de la CGT.
Pero la conspiración que entretuvo durante tres días al candidato peronista Eduardo Duhalde no fue probada, los medios imputados no fueron identificados ni la denuncia judicial presentada. En cambio fue Posse quien, sobreactuando su ofensa, presentó un escrito en Tribunales. La primera consecuencia de la jugada fue que las declaraciones de Carpinetti sobre manejos turbios en la provincia que encolerizaron a Duhalde, las que habían sido divulgadas en una sola revista, se propagaron en todos los diarios, las radios y la TV, multiplicando su difusión por cien.
La ofensiva no pareció mellar a Fernando de la Rúa y a mediados de semana Duhalde ya no hablaba de “campaña sucia”; buscaba otros “issues” para reactivar su catatónica intención de voto.
El episodio es menor y posiblemente se olvide en un par de semanas pero pinta bien la pulsión del gobernador bonaerense por agitar, como sea, las aguas en las que Fernando de la Rúa hace plácidamente la plancha. No es la primera ni la última acción impensada, individual e ineficaz que intenta el gobernador en los últimos meses.
El peronismo es un karma que atormenta a Duhalde que –le guste o no–
integra un oficialismo que gobernó la nación durante diez años y lleva en su mochila una herencia sin beneficio de inventario. Puede intentar un discurso diferenciador pero no puede despegarse del peronismo y de los vicios de su gobierno a su antojo. Carga con Carpinetti, apenas una astilla de su mismo palo, y con el presidente Carlos Menem, su cáncer electoral. Y ambos son objetivamente –sin necesidad de teorías conspirativas– un escollo en su campaña. Lo que menos le conviene es menearlos, como hizo en estos días.
Menem lo llevó a cometer esta semana otro blooper postergando, tras una serie de zigzags, el acto a realizarse en Boca. Sus voceros adujeron “dificultades con el estadio”, neologismo para rebautizar la pregunta “¿qué hacemos con Menem?”, que no es fácil de responder ni aun en el papel y que será un perpetuo calvario para Duhalde hasta el fin de la campaña.
Orejeando las encuestas
Los aliancistas esgrimen con satisfacción la encuesta de Analía del Franco que reveló ayer Página/12 en forma exclusiva y que pone a Fernando de la Rúa casi catorce puntos arriba de Duhalde en intención de voto. Los peronistas prefieren (por así decirlo) creer en la que encomendaron a Ricardo Rouvier, que los deja seis puntos y monedas abajo. La diferencia es menos importante que la semejanza. Ambos bunkers –y ambos candidatos– comparten un cuadro de situación común para el 24 de octubre con estos datos:
ron2.gif (93 bytes)  Hace dos meses que Duhalde no crece, confinado en la meseta del voto peronista.
ron2.gif (93 bytes)  De la Rúa gana en Capital por demolición y por buen margen en Córdoba, Santa Fe y Mendoza.
ron2.gif (93 bytes)  Hay virtual empate en Entre Ríos y provincia de Buenos Aires.
ron2.gif (93 bytes)  El peronismo sólo se impone con comodidad en el NOA, San Luis, Formosa y Santiago del Estero.
ron2.gif (93 bytes)  La polarización es tremenda: quien salga primero superará el 45 por ciento de los votos y no habrá ballottage. Por lo tanto el apoyo de terceras fuerzas (léase las de Gustavo Beliz, Domingo Cavallo o el demócrata mendocino Carlos Balter) debe buscarse para el 24 de octubre o callar para siempre.
El diagnóstico común se bifurca en dos conductas lógicamente simétricas. Los aliancistas deponen enconos y críticas. Ya casi no se escucha a los frepasistas que rezongaban por el bajo perfil de Carlos “Chacho” Alvarez. Ni a los radicales progres bonaerenses, las huestes de Federico Storani, Leopoldo Moreau y Juan Manuel Casella que se sienten mal representados por el tándem Graciela Fernández Meijide-Posse (en especial por este último). A esta altura del partido todos anhelan que la campaña sea más de lo mismo con dos barajas bajo la manga; conseguir que Balter avale a nivel nacional la fórmula de la Alianza y que la presencia de De la Rúa apuntale la provincia de Buenos Aires.
Las huestes de “Rucucu”
Los peronistas, a su vez, esperan que “Duhalde salga de su soledad y su decadencia”, según describe un importante allegado a Carlos Ruckauf, que no cree que éste pueda alzarse con la gobernación a contrapelo de una derrota nacional. “No puede haber más de 4 ó 5 puntos de diferencia entre los votos nacionales y los provinciales. Si Duhalde cae, nosotros sólo podremos fantasear con el consuelo bobo de hacer un buen papel.” Ruckauf piensa igual y, por eso, cuando dialoga con Duhalde, brevemente y como mucho una vez a la semana, lo impele a recuperar la iniciativa y lanza en estos días una campaña por TV en la que el gobernador lo presenta como su sucesor.
Como lo cortés no quita lo valiente, “Rucucu” maquina algunas acciones para fortalecer su propio perfil: una sería la renuncia a su cargo de vicepresidente. Otra una ofensiva contra el pliego de senador del ministro del Interior Carlos Corach, una cruzada por la transparencia como la que protagonizó contra Ramoncito Saadi. Para redondear –sabiendo que se “cortan” más boletas frente al encuestador que en el cuarto oscuro– encarga un sondeo con simulación de voto para medir con rigor cuánta gente está dispuesta a cortar boleta “dendeveras” eligiéndolo a él pero no a su mentor.
Otro desafío electoral fuerte para Duhalde es descontar la ventaja en Capital. Para eso imagina una privatizada Ley de Lemas, poniendo su boleta arriba de la de varios partidos entre ellas los de Gustavo Beliz y Domingo Cavallo. La intención es sensata, lo orienta al centroderecha que –como destaca el consultor Rosendo Fraga– es el único tramo del electorado que puede disputar a la Alianza. Su problema es la cantidad de peleas cruzadas que interfieren con su objetivo: Beliz y Cavallo se odian entre sí, odian a buena parte de la dirigencia pejotista (incluido el jefe de campaña de Duhalde, Julio César “Chiche” Aráoz, a quien identifican con las peores aristas del menemismo) y son odiados por ella. Además, las encuestas que anuncian derrota hacen menos atractivos los “pagos diferidos” en el gabinete de un futuro gobierno y tornan arduo hacer ofrecimientos tentadores a los potenciales aliados (ver página 9). De todos modos, Duhalde sigue teniendo teléfono rojo, hablando personal y cotidianamente con Cavallo y con Beliz.
Sin el acto en Boca, arriando por ahora la bandera de la “campaña sucia”, el candidato que viene de atrás está obligado a imaginar nuevas tácticas. Su situación es tal que es mejor equivocarse que quedarse quieto. Un alivio: el domingo próximo habrá elección en Santa Fe y la casi segura consagración de Carlos Reutemann siempre le vendrá bien, aunqueLole no tiene muchas ganas de permitirle apropiarse siquiera de un porcentaje mínimo del capital simbólico de su victoria.
La única verdad
El viaje de arrebato del presidente Menem a Brasil, el rechazo de su nonato pedido de incorporación a la OTAN (una de las fantasías de alta intensidad que urde a su lado Jorge Castro para mitigar su duelo), las movilizaciones en 14 provincias con dificultades para pagar los sueldos (en el mes que comienza serán más) –incluida la alegre tristeza de los correntinos que invadieron la Plaza de Mayo– signan el fin de un ciclo y de un esquema económico que los dos candidatos a ministros de Economía José Luis Machinea y Jorge Remes Lenicov prometieron respetar. Lo hicieron emitiendo un balsámico –para los mercados– discurso único en un escenario que era una convocatoria al panfleto: en un lujoso hotel neoyorquino, ante la plana mayor de Wall Street de espaldas a la bandera argentina y a la norteamericana. Un signo que huele a símbolo de una época de restricciones y magras diferenciaciones.
Una época muy distinta a la que vivió (y aún más distinta a la que soñó) Rodolfo Ortega Peña, abogado, historiador, militante, intelectual, dirigente y diputado –todo a full– que ya era un hombre maduro y un referente cuando la Triple A arrasó con su vida a los 38 años. Un militante consecuente, multifacético y estudioso, amén de un revolucionario, que llevó la discusión política a todos los planos con pasión, compromiso y rigor. Ayer se cumplieron 25 años del asesinato de un tipo de una madera que siempre fue difícil de conseguir, que en estos tiempos de libre mercado es casi inhallable y que merece, como pocos, el homenaje del recuerdo.

 

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