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MENEM TEME REPETIR LA PESADILLA DE ALFONSIN EN PALERMO
Temblor ante una Rural amenazante

El paquete lanzado por el Gobierno para apaciguar al campo parece haber echado más leña al fuego. Aunque la Sociedad Rural se esmera por asegurar una apacible inauguración de la muestra el sábado, se viene la protesta.

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Momentos en la azarosa historia de la muestra palermitana.
Gritos contra Alfonsín, Menem pensativo y el famoso Batata.

Por Pablo Ferreira

t.gif (862 bytes) “En el Gobierno se pueden quedar tranquilos, siempre que concurran sólo los obsecuentes de la Rural y el menemismo, porque cualquier productor que sea consciente y asuma su realidad sólo iría para silbar y abuchear al Presidente, y no para aplaudirlo.” Esta cruda referencia, expresada ante Página/12 por un productor mesopotámico, es apenas una muestra del belicoso clima que reina en el campo, pese al paquete financiero decidido el pasado lunes por orden presidencial. Así, la inminente inauguración de la Exposición Rural apunta a transformarse –a despecho de las autoridades– en un test que podría afectar duramente a Carlos Menem. La ceremonia del próximo sábado amenaza con replicar la difícil jornada vivida en ese mismo escenario por su antecesor Raúl Alfonsín hace más de una década.
Las aguas ruralistas están claramente divididas ante la inquietante perspectiva, tal como ocurrió días atrás con la Marcha Federal. De un lado se ubica el anfitrión de la fiesta, Enrique Crotto, titular de la minoritaria Sociedad Rural Argentina, quien junto a sus cabañeros viene esmerándose por asegurar un feliz aterrizaje del Presidente en la celebración oficial. Del otro están los pequeños y medianos productores de todo el país, agrupados en la Federación Agraria, en Coninagro y en Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), cuya única diferencia manifiesta en este momento es la manera de expresar su bronca en esa vidriera nacional que es Palermo.
Pese a la complacencia en que parece sumido el equipo de Roque Fernández, responsable de darle respuestas a la situación crítica del campo, los operadores políticos de Menem no ignoran que la inauguración de la muestra puede convertirse en una prueba de fuego para el Gobierno y, al mismo tiempo, una tentación para quienes se sienten abandonados a su suerte por la máxima conducción del país. No fue casual que en la última reunión plenaria del jefe del Palacio de Hacienda con las cuatro entidades del sector agropecuario en la Casa Rosada, el ministro del Interior, Carlos Corach, y el jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, mostraran una marcada preocupación por la dureza de Roque ante los reclamos de los dirigentes agrarios. “Querían distender las relaciones para quedar mejor posicionados para la Rural”, susurró al respecto un testigo del encuentro.
Además, el síndrome de Villa Mantero anticipó días movidos para el jefe de Gobierno. En esa pequeña localidad entrerriana la espontánea reacción –el viernes 23– de cientos de colonos movilizados ante la visita de Menem para homenajear al fallecido Emilio Perina derivó en el desvío del helicóptero presidencial. Ese episodio, sumado a los paros y las movilizaciones de los últimos meses, parece haber despertado súbitamente –para espanto de los ruralistas, que lo califican de “frivolidad menemista”– la lucidez del frustrado huésped.
No obstante el peligroso panorama, el Gobierno terminó apresurando una jugada que tal vez echó más leña al fuego. A juzgar por las opiniones recogidas por este diario en las principales provincias de la pampa húmeda, las decisiones de Economía generaron un doble consenso negativo en el campo. En primer lugar, que el paquete financiero, hijo más del temor que de la voluntad, aportó muy poco a la resolución de los problemas de fondo de los chacareros, aun en el caso de que llegara a ponerse plenamente en práctica. Y, en segundo lugar, que seguir esperando resultados de las charlas con los ministros es una pérdida de tiempo, factor éste esencial en medio de una crisis.
La conclusión no resulta difícil de extraer para los productores y coloca a la Rural en primer plano. Esta muestra –como destacó uno de ellos– “es un escenario político y gremial del que todo el país está pendiente”. El propio presidente de Coninagro, Valentín Levisman, admitió que “seguramente” –aunque ningún dirigente de la cumbre agropecuaria las promueva– van a producirse manifestaciones de protesta en la apertura de la muestra de los cabañeros. Una evaluación compartida por un sociodecisivo de CRA, la poderosa Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap). Su titular, Dardo Chiesa, aseguró –pese a la cautela que adoptan todos los dirigentes rurales ante esta crónica anunciada– que “la idea de los productores es por lo menos ir a mostrar su descontento”.
En tanto, los chacareros, cuando se los consulta al respecto, son mucho más contundentes. Por ejemplo, Rubén Berardo, productor entrerriano de Urdinarrain, además de comentar que “la cosa se está poniendo cada vez más pesada”, dijo que no pocos productores de esa provincia “están pensando en hacer algo adentro (del predio palermitano) y también afuera de la exposición”. Por su parte, Omar Barchetta, productor de Alcorta, provincia de Santa Fe, en plena zona sojera, contó que “el disconformismo es tremendo” y que se escucha todos los días gente que dice: “Basta de charlar con el Gobierno, salgamos a la calle”. También en esa zona los hombres del campo “están pidiendo ir a Buenos Aires a silbar”. El clima es tan tenso en esa región que la gente “en muchísimos casos está pretendiendo pasar por encima de la dirigencia”, como quedó demostrado en los piquetes que se armaron en los paros de este año.
Otro testimonio, pero en la provincia de Córdoba, es el de Juan Pibeta, productor agropecuario de Pilar. “Nunca he visto esta situación en muchos años”, dijo preocupado. “La situación es gravísima; se ha cortado la cadena de pagos y hay gente muy desesperada.” Además, aludiendo al trascendido según el cual el Gobierno trató de negociar con la dirigencia una salida al brete palermitano, dijo: “No me extrañaría en absoluto que hayan hecho un acuerdo con algún dirigente para evitar los silbidos en la Rural”.
A propósito de esto, Chiesa mencionó que la ira del campo también se vuelve contra la Sociedad Rural, que desertó de la última movilización y ahora quiso aplacar los ánimos, pidiendo que se reconozca el esfuerzo gubernamental expresado en las devaluadas medidas de apoyo financiero. Un chacarero lo manifestó sin vueltas: “A Crotto sólo le interesan el predio y los cines”, una referencia a la preocupación pública del titular de la entidad por el destino del complejo de 16 salas que quiere construir junto a Plaza Italia. Así las cosas, la esperanza de Menem de despedirse gloriosamente de la élite del campo apenas se sostiene.

 


 

PATOTAS, RECHIFLAS, PIÑAS EN LA PISTA DE PALERMO
Una historia de silbatinas

t.gif (862 bytes) Desde la recuperación de la democracia, los ruralistas supieron aprovechar el escenario anual de la inauguración de la Exposición Rural para expresar el humor de los productores en presencia del presidente de la Nación. En 1988 un prolongado abucheo galardonó el discurso de Raúl Alfonsín mientras a su lado, en el palco montado en la pista central del predio, Guillermo Alchouron ponía su mejor cara de póquer. En 1993 un reprimida chiflatina recibió a Carlos Menem en medio de disturbios protagonizados por patoteros convocados por Matilde Menéndez, entonces a cargo del PAMI, justamente para evitar las manifestaciones desde las patricias tribunas.
La última Exposición Rural que Alfonsín inauguró como Presidente fue difícil, y no sólo por la lluvia torrencial de ese mediodía de agosto: por primera vez en la historia de la Feria, un jefe de Estado ingresó en medio de silbidos generalizados. Descontento con las medidas económicas que reimplantaban las retenciones en las exportaciones agropecuarias, el sector afectado no dudó en dejar bien clara su posición. Apenas finalizado el Himno Nacional, los productores cantaron “Que se vaya, que se vaya...”. El coro se imponía a las vivas de los simpatizantes y militantes radicales, que no lograban disimular el descontento y la tensión de las tribunas. En su discurso, Alfonsín contestó los abucheos calificando de “fascistas y fanáticos” a los que se manifestaban en su contra. Descartando que se tratara de productores agropecuarios, los definió como “los que, muertos de miedo, se han quedado en silencio cuando vinieron a hablar acá en representación de la dictadura”.
Lo de Menem fue peor. Un funcionario de Agricultura aseguraba la noche anterior a la inauguración de la Exposición de 1993, que “vamos preparados. Sabemos que va a haber de todo”. Y lo hubo: un gigantesco operativo de seguridad y gradas copadas por militantes menemistas, entre las que se destacó la presencia de Miguel Arjona, “Batata” para los que lo conocen del Mercado Central. Fue quien manejó la batuta de golpes y agresiones al ritmo de gritos favorables al Presidente. Los barrabravas impidieron la entrada a la tribuna de la dirigente de los jubilados, Norma Plá, quien perdió su peluca en el intento.
Carlos Negri, un cooperativista rural de Florencio Varela, fue quien se atrevió al primer silbido cuando Menem comenzó su discurso. Varios hombres lo sacaron a empujones; Negri intentó hablar con los periodistas reunidos en la cercana sala de prensa, pero un grupo de 50 forzudos avanzaron para impedirlo mientras vivaban al presidente Menem. Allí comenzaron las agresiones y golpes a los periodistas. Enseguida, un grupo de la Juventud Intransigente desplegó un cartel en la tribuna central: “Méndez `95 Intendente de Perico. JI. Brigada Duhalde compadre...”. Resultado: en menos de diez segundos, seis corpulentos enfervorizados les arrancaron el cartel de las manos, ante la paralítica presencia de los uniformados de la Federal. Menem calificó las agresiones como “un hecho policial”. La entonces titular del PAMI, Matilde Menéndez, negó que los militantes de la agrupación que ella lideraba, Ramón Carrillo, hubieran estado involucrados pese a que llegaron en micros contratados por el ente.

 

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