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JOAQUIN ALMUNIA, CANDIDATO SOCIALISTA ESPAÑOL
“La Tercera Vía es nuestra causa común”

Más próximo a Tony Blair que a Lionel Jospin, el socialista español Joaquín Almunia es un pragmático con un máximo de ocho meses para arrebatarles el poder a los conservadores de José María Aznar. Se trata de una batalla cuesta arriba.

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El País de Madrid
Por Anabel Diez y José A. Carrizosa Desde Madrid

t.gif (862 bytes) Joaquín Almunia, de 51 años, secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y ministro en dos gobiernos presididos por Felipe González, es, desde el domingo pasado, tras la reunión del Comité Federal de su partido, el candidato socialista a la presidencia del gobierno español. Reconoce que llega a este puesto después de que su partido haya sufrido una crisis de liderazgo que ha dificultado las tareas de oposición al Partido Popular (PP), pero piensa que las elecciones municipales y autonómicas del 13 de junio han puesto a su partido en disposición de llegar al gobierno.
—Su partido acaba de elegirlo candidato a la presidencia del gobierno y, aunque el presidente del gobierno decida agotar la Legislatura, usted tiene, como mucho, ocho meses para convencer a los españoles para que lo voten. ¿Qué va a ofrecer?
–Un proyecto que sea creíble, que diga con claridad cómo se puede mejorar su situación y la del conjunto del país en función de los valores que defiende el PSOE, pero sabiendo que hay que tener los pies en el suelo y sabiendo cuál es el punto de partida.
–¿Cuáles serían las primeras medidas a tomar para cambiar actuaciones del gobierno del PP o cuáles son los grandes déficit del Ejecutivo?
–Hay elementos muy negativos en la acción del gobierno. El primero, el desorden autonómico, con el que hay que acabar; el PP ha creado agravios donde no los había, ha roto consensos de casi 20 años y ha sembrado desconfianza entre unas autonomías y otras. En segundo lugar, con la derecha (PP) se ha configurado un entramado de control económico que concentra un gran volumen de poder en muy pocas manos, en parte las tradicionales y en otra casta creada al calor de las privatizaciones y que está formada por amigos personales y políticos del gobierno. Ese entramado de poder económico debilita la capacidad de poner servicios y bienes a disposición y en beneficio de la mayoría y, además, concentra en sus manos decisiones clave para el futuro.
–¿Está usted diciendo que su gobierno tocaría la política de privatizaciones?
–No. Digo que los ámbitos de decisión política tienen muchas cosas que decir. No imagino ni un solo paso atrás en las privatizaciones ni el recurso al intervencionismo o las viejas regulaciones, pero sí exijo el papel de entes reguladores que pongan orden en la fijación de las reglas del juego del mercado. No quiero suprimir el mercado, pero sí definir unas reglas del juego que hagan que el mercado funcione con eficacia y sin tendencia a los oligopolios.
–¿Qué quiere sugerir?
–Que el presidente Aznar ha gobernado para una minoría a la que ha hecho muy poderosa.
–Volvamos a lo que usted califica de “desorden autonómico”. ¿Ha puesto el gobierno en peligro la cohesión nacional?
–El acuerdo de un gobierno con los partidos nacionalistas me parece necesario, se necesiten o no los votos de los nacionalistas para conformar una mayoría estable. Yo contaré con los nacionalistas. La obligación de todo gobierno en España es procurar, y si es posible alcanzar, unos niveles satisfactorios de diálogo con los partidos nacionalistas. No voy a criticar al Ejecutivo porque llegue a acuerdos con los nacionalistas. Lo que sí critico es el tipo de acuerdos a los que ha llegado este gobierno; critico la debilidad y la fragilidad que han caracterizado la estrategia de negociación, poniendo contrapartidas encima de la mesa sin saber si afectaban a elementos esenciales de la cohesión del Estado.
–¿A qué elementos ha afectado?
–A los aspectos financieros, principalmente. Se rompió el sistema de financiación común y se ha abierto una gran brecha entre el sistema común y los forales. Y eso habría que revisarlo. Llevamos reclamando del gobierno un pacto de Estado desde hace mucho tiempo, y uno de los elementos importantes es el pacto sobre financiación que hizo el Ejecutivo en 1996. Sería deseable que antes de las próximas elecciones pudiéramos reestablecer el acuerdo para que no se pongan sobre la mesa como objeto de transacción aspectos esenciales de la estructura del Estado.
–¿Qué va peor en España que hace tres años, cuando gobernaban ustedes?
–La situación autonómica, la distribución del poder económico, que es mucho más injusta y con un control social sobre las decisiones económicas mucho menor, y los canales de información del debate público son muy defectuosos.
–¿Y eso lo notan los ciudadanos?
–Los ciudadanos tienen mucho sentido común. Hay gente en el PP que confunde la situación de un país con las cifras macroeconómicas. Hay un número significativo de hogares que llegan con dificultad a fin de mes, sigue habiendo grandes diferencias sociales, hay problemas de marginación y exclusión.
–Pero el gobierno tiene otro balance. Hay más gente trabajando, no hay atentados terroristas y hay menos corrupción.
–Sí, hay más gente trabajando, igual que la había en el ciclo expansivo de finales de los 80. Pero los ciudadanos pueden exigir que, en la medida en que hay crecimiento económico, no haya en tres años un 12 por ciento de desocupación; o que la incorporación de la mujer al mercado de trabajo se estanque, o que más de un tercio de los jóvenes esté desempleado. Porque las cosas han mejorado, hay más posibilidades de actuar al servicio de quienes más lo necesitan. Lo difícil es generar empleo cuando la economía no va tan bien.
–¿Usted cree que su partido ha hecho bien la oposición en estos tres años?
–No es fácil hacer oposición después de 13 años de gobierno. Al principio hay problemas de ajuste. Entre la derrota en las elecciones y nuestro congreso teníamos la tarea de reaccionar en términos de partido a lo que había sucedido en marzo de 1996 y, una vez resueltos los problemas de liderazgo, hemos tenido otros problemas que también han sido de liderazgo. A esto se añade que el Parlamento ha perdido peso y por ello la tarea de oposición en el Parlamento no ha sido el centro de gravedad de la vida política. Hemos tenido también problemas crecientes para transmitir nuestros mensajes en los medios de comunicación. Pero, a pesar de las dificultades, hemos alcanzado en las elecciones del 13 de junio unos resultados mejores que los que había.
–Pero, ¿no cree que se ha perdido tiempo en estos tres años?
–No. Creo que hemos trabajado mucho e insisto en que no es fácil hacer oposición. Quedan unos meses para las elecciones y estamos en una posición mucho mejor que la que podíamos imaginar hace un año. Podemos ganar estas elecciones.
–¿Cómo se pueden ganar?
–Unas elecciones se ganan motivando a los ya convencidos, a los que nos votan siempre y, además, generando confianza y ganando la credibilidad de sectores de la sociedad más templados, menos decididos a votar a una opción. No se consigue con propuestas demagógicas o radicalizando los discursos, sino trabajando, haciendo lo que decimos y viviendo en coherencia con lo que decimos.
–Usted dice que no hay que radicalizar los discursos. ¿Eso quiere decir que ustedes van a dirigirse más al centro que a la izquierda?
–Se gana con los votos propios y con los que no proceden del núcleo básico y vienen de la izquierda y del centro. No es contradictorio, sino complementario.
–¿Pero dónde hay más votos?
–Hay un espacio muy amplio en la abstención y en el centro, pero cuando el PSOE ha tenido grandes éxitos ha sido porque ha conseguido los votos del centro y de la izquierda. ¿Quiere una receta para ganar? Modernización con justicia, progreso con igualdad. Hay quien a esto lo llama “tercera vía”; hay quien lo llama izquierda plural. Yo prefiero llamarlo la causa común de los progresistas. O, si quiere lo llamamos por su nombre de siempre: socialismo democrático.
–Casi es ya un tópico afirmar que usted está más alineado con la tercera vía de Tony Blair que con el socialismo clásico de Lionel Jospin.
–Yo estoy comprometido con mi partido y con el proyecto socialista para mi país, siempre pensando que tenemos que hacer una propuesta política que tienen que apoyar millones de españoles que no tienen el carnet del PSOE en el bolsillo. La simplificación de si estás con Lionel o Tony no es certera. Cuando Blair hizo sus propuestas no pensó en Jospin o en los alemanes, sino en los ciudadanos de Gran Bretaña.

 

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