El País de Madrid
Por Anabel Diez y José A. Carrizosa Desde Madrid Joaquín Almunia, de 51 años,
secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y ministro en dos
gobiernos presididos por Felipe González, es, desde el domingo pasado, tras la reunión
del Comité Federal de su partido, el candidato socialista a la presidencia del gobierno
español. Reconoce que llega a este puesto después de que su partido haya sufrido una
crisis de liderazgo que ha dificultado las tareas de oposición al Partido Popular (PP),
pero piensa que las elecciones municipales y autonómicas del 13 de junio han puesto a su
partido en disposición de llegar al gobierno.
Su partido acaba de elegirlo candidato a la presidencia del gobierno y, aunque el
presidente del gobierno decida agotar la Legislatura, usted tiene, como mucho, ocho meses
para convencer a los españoles para que lo voten. ¿Qué va a ofrecer?
Un proyecto que sea creíble, que diga con claridad cómo se puede mejorar su
situación y la del conjunto del país en función de los valores que defiende el PSOE,
pero sabiendo que hay que tener los pies en el suelo y sabiendo cuál es el punto de
partida.
¿Cuáles serían las primeras medidas a tomar para cambiar actuaciones del gobierno
del PP o cuáles son los grandes déficit del Ejecutivo?
Hay elementos muy negativos en la acción del gobierno. El primero, el desorden
autonómico, con el que hay que acabar; el PP ha creado agravios donde no los había, ha
roto consensos de casi 20 años y ha sembrado desconfianza entre unas autonomías y otras.
En segundo lugar, con la derecha (PP) se ha configurado un entramado de control económico
que concentra un gran volumen de poder en muy pocas manos, en parte las tradicionales y en
otra casta creada al calor de las privatizaciones y que está formada por amigos
personales y políticos del gobierno. Ese entramado de poder económico debilita la
capacidad de poner servicios y bienes a disposición y en beneficio de la mayoría y,
además, concentra en sus manos decisiones clave para el futuro.
¿Está usted diciendo que su gobierno tocaría la política de privatizaciones?
No. Digo que los ámbitos de decisión política tienen muchas cosas que decir. No
imagino ni un solo paso atrás en las privatizaciones ni el recurso al intervencionismo o
las viejas regulaciones, pero sí exijo el papel de entes reguladores que pongan orden en
la fijación de las reglas del juego del mercado. No quiero suprimir el mercado, pero sí
definir unas reglas del juego que hagan que el mercado funcione con eficacia y sin
tendencia a los oligopolios.
¿Qué quiere sugerir?
Que el presidente Aznar ha gobernado para una minoría a la que ha hecho muy
poderosa.
Volvamos a lo que usted califica de desorden autonómico. ¿Ha puesto el
gobierno en peligro la cohesión nacional?
El acuerdo de un gobierno con los partidos nacionalistas me parece necesario, se
necesiten o no los votos de los nacionalistas para conformar una mayoría estable. Yo
contaré con los nacionalistas. La obligación de todo gobierno en España es procurar, y
si es posible alcanzar, unos niveles satisfactorios de diálogo con los partidos
nacionalistas. No voy a criticar al Ejecutivo porque llegue a acuerdos con los
nacionalistas. Lo que sí critico es el tipo de acuerdos a los que ha llegado este
gobierno; critico la debilidad y la fragilidad que han caracterizado la estrategia de
negociación, poniendo contrapartidas encima de la mesa sin saber si afectaban a elementos
esenciales de la cohesión del Estado.
¿A qué elementos ha afectado?
A los aspectos financieros, principalmente. Se rompió el sistema de financiación
común y se ha abierto una gran brecha entre el sistema común y los forales. Y eso
habría que revisarlo. Llevamos reclamando del gobierno un pacto de Estado desde hace
mucho tiempo, y uno de los elementos importantes es el pacto sobre financiación que hizo
el Ejecutivo en 1996. Sería deseable que antes de las próximas elecciones pudiéramos
reestablecer el acuerdo para que no se pongan sobre la mesa como objeto de transacción
aspectos esenciales de la estructura del Estado.
¿Qué va peor en España que hace tres años, cuando gobernaban ustedes?
La situación autonómica, la distribución del poder económico, que es mucho más
injusta y con un control social sobre las decisiones económicas mucho menor, y los
canales de información del debate público son muy defectuosos.
¿Y eso lo notan los ciudadanos?
Los ciudadanos tienen mucho sentido común. Hay gente en el PP que confunde la
situación de un país con las cifras macroeconómicas. Hay un número significativo de
hogares que llegan con dificultad a fin de mes, sigue habiendo grandes diferencias
sociales, hay problemas de marginación y exclusión.
Pero el gobierno tiene otro balance. Hay más gente trabajando, no hay atentados
terroristas y hay menos corrupción.
Sí, hay más gente trabajando, igual que la había en el ciclo expansivo de finales
de los 80. Pero los ciudadanos pueden exigir que, en la medida en que hay crecimiento
económico, no haya en tres años un 12 por ciento de desocupación; o que la
incorporación de la mujer al mercado de trabajo se estanque, o que más de un tercio de
los jóvenes esté desempleado. Porque las cosas han mejorado, hay más posibilidades de
actuar al servicio de quienes más lo necesitan. Lo difícil es generar empleo cuando la
economía no va tan bien.
¿Usted cree que su partido ha hecho bien la oposición en estos tres años?
No es fácil hacer oposición después de 13 años de gobierno. Al principio hay
problemas de ajuste. Entre la derrota en las elecciones y nuestro congreso teníamos la
tarea de reaccionar en términos de partido a lo que había sucedido en marzo de 1996 y,
una vez resueltos los problemas de liderazgo, hemos tenido otros problemas que también
han sido de liderazgo. A esto se añade que el Parlamento ha perdido peso y por ello la
tarea de oposición en el Parlamento no ha sido el centro de gravedad de la vida
política. Hemos tenido también problemas crecientes para transmitir nuestros mensajes en
los medios de comunicación. Pero, a pesar de las dificultades, hemos alcanzado en las
elecciones del 13 de junio unos resultados mejores que los que había.
Pero, ¿no cree que se ha perdido tiempo en estos tres años?
No. Creo que hemos trabajado mucho e insisto en que no es fácil hacer oposición.
Quedan unos meses para las elecciones y estamos en una posición mucho mejor que la que
podíamos imaginar hace un año. Podemos ganar estas elecciones.
¿Cómo se pueden ganar?
Unas elecciones se ganan motivando a los ya convencidos, a los que nos votan siempre
y, además, generando confianza y ganando la credibilidad de sectores de la sociedad más
templados, menos decididos a votar a una opción. No se consigue con propuestas
demagógicas o radicalizando los discursos, sino trabajando, haciendo lo que decimos y
viviendo en coherencia con lo que decimos.
Usted dice que no hay que radicalizar los discursos. ¿Eso quiere decir que ustedes
van a dirigirse más al centro que a la izquierda?
Se gana con los votos propios y con los que no proceden del núcleo básico y vienen
de la izquierda y del centro. No es contradictorio, sino complementario.
¿Pero dónde hay más votos?
Hay un espacio muy amplio en la abstención y en el centro, pero cuando el PSOE ha
tenido grandes éxitos ha sido porque ha conseguido los votos del centro y de la
izquierda. ¿Quiere una receta para ganar? Modernización con justicia, progreso con
igualdad. Hay quien a esto lo llama tercera vía; hay quien lo llama izquierda
plural. Yo prefiero llamarlo la causa común de los progresistas. O, si quiere lo llamamos
por su nombre de siempre: socialismo democrático.
Casi es ya un tópico afirmar que usted está más alineado con la tercera vía de
Tony Blair que con el socialismo clásico de Lionel Jospin.
Yo estoy comprometido con mi partido y con el proyecto socialista para mi país,
siempre pensando que tenemos que hacer una propuesta política que tienen que apoyar
millones de españoles que no tienen el carnet del PSOE en el bolsillo. La simplificación
de si estás con Lionel o Tony no es certera. Cuando Blair hizo sus propuestas no pensó
en Jospin o en los alemanes, sino en los ciudadanos de Gran Bretaña.
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