Por Hilda Cabrera Encontrar un canal para el
juego y la fantasía puede ser tan aventurado como querer hallar un duende en una botella.
Hace diez años el actor, autor y director Hugo Midón anduvo ese camino, reuniendo a un
grupo de actores y técnicos que mostraron otros criterios respecto de los espectáculos
infantiles. No era una novedad que la renovación partiera de Midón, quien era ya
entonces uno de los trabajadores más consecuentes del teatro para niños, pero, como
siempre ocurre, lo bueno sorprende. Hace diez años surgió Vivitos y coleando, y la
curiosidad infantil encontró un cauce, más precisamente un canal (ATC), porque antes que
en el teatro se vio en la pantalla chica. Fueron cuarenta programas que se convirtieron en
hito. Una sucesión de historias donde los protagonistas eran unos inspirados payasos,
habitantes de una buhardilla colmada de objetos en desuso. Los actores de aquel primer
Vivitos... (puesto que hubo tres) fueron también intérpretes del video, filmado en 1990,
que acompañará, como compra opcional a seis pesos, la edición de Página/12 del
próximo domingo para festejar el Día del Niño. Allí estaban Roberto Catarineu, Andrea
Tenuta y Carlos March, y el músico Carlos Gianni, ahora reunidos por este diario.
Es cierto que aquél no fue el debut televisivo de Midón, quien en 1982 había presentado
cuatro especiales. En uno de ellos, La Cenicienta, había tocado incluso el tema de la
muerte (la de la madre de Cenicienta). Esta necesidad de mostrar que existen otros
paisajes para los chicos anima también la reedición del video que ofrece
este diario, filmado con escenografías especiales y en exteriores. Lo dirigió Gabriel
Arbos, autor del guión junto a Midón, a su vez director artístico en colaboración con
Carlos Mayo. La producción es de Susy Suranyi y Natalio Koziner, y participan, además
del músico Carlos Gianni (hoy también docente en entrenamiento para comedia musical), el
coreógrafo Ricky Pashkus y los actores Diego Jaraz, Elba Vieyra, Marina Svartzman, Paula
Prada y Jorge Antino.
Hace quince años que nos conocemos y todavía no nos matamos, dice Andrea
Tenuta, entusiasmada con el reencuentro y la edición del video. Ella y los otros saben en
qué andan, pero hoy, salvo Midón y Gianni, quienes en este momento tienen tres obras en
cartelera: La vuelta manzana, La familia Fernandes y Objetos maravillosos, cada uno
trabaja en lo suyo. Tenuta aclara que era muy niña cuando se incorporó al grupo.
Entonces estaban Catarineu, ahora flamante papá de Joaquín, su mejor obra, y
March. Hubo antes otros espectaculares en ATC (La vuelta manzana, Cantando sobre la mesa y
El imaginario, que también se vieron en teatro), pero ninguno de tanta llegada como
Vivitos..., de cuya serie Midón realizó un racconto en 1995 que tituló LocosReCuerdos.
Si no se mataron, era porque sabían cómo delirar juntos, según Catarineu.
Acaso más serio que sus compañeros, el director recuerda hoy que su trabajo era
organizar el jolgorio que armaban.
Esta chispa no salta en todos los grupos, a mí al menos no me pasa, corrobora
March, que cree convertirse en un personaje algo adusto cuando dicta sus clases. Hay
energías que se potencian, apunta Catarineu, después de una sesión de fotos en
uno de los teatros del Paseo La Plaza, en la que no sabía qué cara poner.
El trabajo que nos reúne es Vivitos y coleando, y aquí estamos. Lo tomo como una
afirmación en un momento que no es de maravillas. Eramos más jóvenes cuando nos
conocimos, pero la chispa siempre salta. Podemos no vernos durante mucho tiempo, pero
cuando nos juntamos, como ahora, sentimos el placer de mirarnos y saber qué está pasando
por la cabeza de cada uno. Es como tener acuerdos básicos y poder sostener una relación
estable. Eso me tranquiliza, opina Tenuta.
¿Qué distinguía a Vivitos... de otros programas?
Gianni: Que cada emisión era totalmente diferente de la otra: original respecto de
la música, los textos, las interpretaciones... Esa intensidad de trabajo nos dio
velocidad de adaptación. Una agilidad que mantuvimos en la traslación al teatro. La
renovación fue tan profunda que todavía hoy utilizamos algunos temas (en Objetos
maravillosos, por ejemplo, espectáculo con el Grupo Vocal 5).
¿No hay oposición entre televisión y teatro?
Midón: En aquel momento no pensaba si eso que hacíamos era o no era televisión.
Estábamos al margen de toda producción televisiva. Nuestra intención era ir en contra
de la mediocridad.
¿Y cómo manifestaban esa necesidad de cambio?
Midón: Ensayábamos mucho y hacíamos todo lo que estaba a nuestro alcance. Es
cierto que a veces nos sentíamos un poco como los náufragos que intentan alcanzar alguna
orilla.
Catarineu: Pero nos juntábamos y aparecía la energía. Teníamos un antecedente en
el teatro, Narices. Andrea y yo éramos dos payasos.
Tenuta: Eso era humanidad pura. No vendíamos nada y todo pasaba por el laburo
creativo.
Gianni: Habíamos creado un código que hacía posible este tipo de trabajo.
March: Eramos unos inconscientes... Lástima que eso se terminó. Si fuera por mí,
me pondría la nariz de payaso y seguiría jugando.
¿Cómo surgen esos payasos?
Midón: En mí fue a partir de Narices. Presentamos la obra en 1983, después del
Proceso. La idea entonces no era mostrar al payaso que anda a las bofetadas sino a alguien
que fuera imagen del juego en libertad. Sentí que debía traducir de alguna manera la
alegría de vivir sin miedos. Como salíamos de una época muy oscura, esos payasos
tenían que estar cubiertos por telarañas. En un momento, aparecían tres duendes, que
eran chicos acróbatas, y les quitaban las telas, tratando de infundirles confianza.
Quería ser un despertar y una esperanza, la de vivir en un lugar donde hubiera más
consideración en las relaciones. Siempre quise que los chicos valoraran poder hablar sin
miedos.
Tenuta: Para mí el payaso es alguien que no tiene nada que perder. Es una persona
democrática, solidaria, y sobre todo trabaja para vivir. Si no hace reír, no come. Es un
personaje que está desesperado en la vida, mandado, llevando su nariz como un
escudo. A mí esa intemperie me fascina, y ponerla en el escenario, como lo hace él,
entregado a la risa, pero no a la comicidad fácil sino a la que nos compromete, me
maravilla.
¿Los chicos lo veían así?
Midón: Alguna gente empezó a decir que se había emocionado, pero que ésa no era
una obra para chicos sino para adultos. Comparado con el teatro tradicional, era cierto.
Pero ahí empezamos a aprender todos, porque descubrimos que los chicos, los adolescentes
y los mayores hacían cada uno sus propias lecturas. Por eso, a partir de Narices
intentamos crear espectáculos acordes con esa realidad. El público de teatro infantil es
muy heterogéneo, y va desde los 90 años de algún abuelo a la de un chiquito de 2 años.
Me di cuenta de que era necesario aprovechar esa alternativa, por otra parte única en el
campo teatral. Sabemos que algunas obras llegan más a determinadas edades, pero nosotros
tratamos de atender a esa variedad del público. En cuanto a los chicos, ellos me han
demostrado que el espectro de temas que conocen es más amplio de lo que pensamos.
Tenuta: Creo que los chicos también entendieron que Narices era un despertar. Las
canciones obraron en ellos a través de los sentimientos. También porque perciben la
actitud que uno tiene respecto de su trabajo.
¿Advierten un cambio en esa percepción?
Midón: No, la sensibilidad todavía resiste. A pesar de la invasión de propuestas
mediocres, hay muchos padres que no aceptan cualquier cosa para sus hijos, y los proveen
de otros materiales. Es gente convencida de que siempre, aun en los momentos de chatura,
algo se puede salvar y afianzar.
¿Qué rescatan ustedes de este reencuentro?
Tenuta: Esos acuerdos básicos que me producen un gran placer.
Catarineu: Creo que si este jolgorio reaparece es porque nos une la pasión por el
escenario.
Midón: La característica del grupo que formábamos era la confianza que teníamos
en lo asociativo, lo azaroso. Sentíamos que había un buen material para exponer...
¿Y ahora qué?
Ahora no sé. Particularmente, cambié. No confío como entonces en lo asociativo.
Tal vez sí cuando lo relaciono con lo estético. Pero esa vuelta de tuerca permanente que
desembocaba en una especie de creatividad automática, casi surrealista, me parece que no
responde a este momento, sino a aquel otro. Lo sigo valorando, pero no creo que hoy
funcione.
Catarineu: Eso en la parte conductora del trabajo. En lo demás, rescato la energía
del grupo y de este reencuentro. Después de esta entrevista, cada uno se irá a su lugar,
pero yo salgo de aquí con ese otro Catarineu de Vivitos...
¿Los influye el entorno?
Midón: Sí, claro. La calidad del país es otra diferente a la de
aquella primera Vivitos..., que tanto en la televisión como en el teatro reflejaba la
atmósfera que vivíamos. La gente, creo, se encontraba más suelta y dispuesta a los
sueños y al juego. Ahora no. Quizá porque yo también oscilo, y un día soy optimista y
al siguiente todo lo contrario. Me salva el contacto que tengo con los chicos, porque los
pibes siempre van para arriba. Pero uno mira apenas un poco más allá y se deprime. La
situación por la que está pasando la Argentina no es para nada graciosa. A mí cada vez
me cuesta más hacer un chiste. Esto es muy pesado, tanta pobreza, tanta corrupción...
Nosotros siempre trabajamos en contacto con la realidad. Vivitos... mostraba el momento de
la transición AlfonsínMenem. Incorporamos temas que se referían a la canasta familiar,
otros se llamaban Careteando, Al pan, pan. Creábamos a partir de
lo cotidiano.
Hoy no les falta material entonces...
Catarineu: Pero ya no es chiste. ¿A quién le divierte esta realidad?
March: Lo que tendríamos que preguntarnos es si cada uno de nosotros quiere
realmente seguir comunicándose con la gente a través de nuestro trabajo, y si es posible
con humor, aunque la realidad no sea divertida.
Tenuta: Hace tiempo que no me planteo el tema de la realidad. Prefiero hablar de los
sentimientos, de las emociones. Cuando uno ha albergado la esperanza de modificar algo con
su trabajo y se encuentra con esta situación, siente un gran dolor, una gran impotencia.
Midón: Es que los políticos no están en condiciones de modificar nada. Creo que
la misma sociedad debería rescatar los conceptos de solidaridad y humanidad y barajar de
nuevo.
Gianni: Vivitos... intentaba esos rescates, pero todavía era posible mirar la
realidad con esperanza. Aquellos payasos eran como chicos jugando a transformar lo que
tenían a su lado.
March: A mí me modificó, me dejó una llamita encendida. Me pasa lo mismo que
cuando veo a otros actores, mayores, a los que admiro y de los que aprendí mucho.
Midón: Es que la gente sigue viva. Lo que está muerto es la política. A los
políticos no les importan las necesidades y esperanzas de la gente. Nos metieron en esta
trampa del capitalismo, la globalización, y ahí estamos.
Cómo manejan el desánimo en la docencia?
Gianni: Eso se compensa con la elección que hacen. Creen que el arte, la música...
es un buen camino. Saben que no están porque sí, perdiendo su tiempo. Lo difícil para
nosotros es mantener esa fe y simultáneamente mostrarles cuál es la realidad.
Catarineu: Cuando hacíamos Vivitos... también pasaban cosas terribles, pero ahora
parece que, además de tener menos ilusiones, nos aburrimos más seguido.
Midón: Si a mí hay algo que me parte es ver la confianza que los chicos tienen en
nosotros. Esa confianza es la que me convoca y me impulsa a trabajar. Sigo creyendo que la
familia es un núcleo que hay que revalorizar. Es cierto que hay familias
autodestructivas, pero conozco muchas que se esfuerzan por darles a los hijos lo mejor.
Las madres siguen siendo un resguardo, lo vemos también con las madres de los
desaparecidos, que son el resguardo de los afectos y de la memoria. La familia puede ser
un punto de partida. Además la tenemos cerca.
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