Por Marcos Rosenzvaig Dos hechos importantes marcan
la vida de Fernando Arrabal, antes de convertirse en un intelectual famoso en medio mundo:
la ausencia del padre y una larga internación en un hospital de tuberculosis. Su padre
condenado por republicano, a pena de muerte primero, luego a treinta años y un día de
prisión, un paso por un hospital para enfermos mentales, una posterior fuga y, después,
la condena familiar de no saber nada más de su paradero. Ese es su background familiar.
Hoy, cuando todos lo reconocen como uno de los pensadores más prestigiosos que haya dado
España, Arrabal recuerda así a su padre: Tiendo mi mano fraternal a todos los que,
creyendo en las ideas o tendencias más diversas, se oponen a la opresión y a la
injusticia. Y es de suponer que también hubiera dicho lo mismo aquel hombre del que sólo
recuerdo las manos, que enterraban mis piececillos en la arena de la playa de
Melilla. Perseguido por el oscurantismo franquista, el entonces joven que se radicó
en París hace cuarenta años supo canalizar sus obsesiones en finísimos trabajos como
dramaturgo, cineasta, pintor, poeta, novelista y ajedrecista. Siete films constituyen su
obra como cineasta. El último de ellos, aún sin estrenar, tiene al mismísimo Jorge Luis
Borges como tema.
¿Qué origen tiene el apellido Arrabal?
En el Cobarrubias, que es un diccionario del año 1611, dice que el apellido es de
origen hebreo y que significa multiplicar y es donde la ciudad se multiplica.
Digamos que usted también es un multiplicador.
Podría ser.
Un multiplicador de teatro, cine, de poesía, de novela. Un multiplicador de arte.
Desgraciadamente, sería mejor no hacer arte.
¿Por qué?
Es frustrante.
¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
De mi nacimiento, ninguno. En general nadie tiene un recuerdo del nacimiento. Lo
dice Borges en la película que acabo de terminar. Bueno, hay alguien que dice recordarlo,
Dalí. El dice perogrulladas, por eso es tan chistoso.
¿Cuál considera el punto inicial de su carrera artística?
No hubo un punto inicial porque yo no quería ser artista. Yo quisiera ser un hombre
como los demás, es una pena ser escritor, una frustración. Shakespeare hubiese sido más
feliz siendo Romeo que escribiendo Romeo, siendo Julieta que escribiéndola.
¿Por qué es una frustración?
Porque es vivir de prestado para esconderse y para mostrarse.
¿Cuándo cree que se esconde y cómo?
Yo quisiera esconderme completamente, pero es difícil. Sobre todo cuando
misteriosamente hay un poco de interés en mí y eso hace que me exponga en el doble
sentido de la palabra: como una explosión de pinturas o como un bólido lanzado a toda la
velocidad contra la pared.
¿Escribir es una forma de exponerse?
Vivimos expuestos, expuestos a todo. Poco puedo hablar que no sea mío, de la
primera hasta la última obra siempre hablo de lo mismo. Hablo de mí. Voy a Lisboa y ven
en Pik Nik conflictos actuales. Yo la escribí hace cincuenta años. Con la obra del Lirio
sucede algo similar. El final de la obra transcurre en un hospital de los que viví cuando
enfermé, un hospital de incurables. El director de la obra ve una enfermedad actual, la
enfermedad de las vacas locas. Enfermedades que en Francia no existen. Me imagino una
epidemia de esas enfermedades y gente en la calle disparando para que los enfermos no
escapen de los hospitales.
¿En España es más reconocido como dramaturgo o como novelista?
Yo no soy ni un verdadero novelista ni un verdadero dramaturgo. Si la universidad me
llama para dar una conferencia sobre novela, soy novelista. El teatro de Cervantes fue
reconocido tardíamente, Valle Inclán lo mismo, aunque hubiese sido mejor no haberlo
reconocido. Soy yo el que ha reconocido a los argentinos, es decir: que los ha conocido,
porque he estado mucho con argentinos, he tenido relaciones apasionadas y estoy pensando
en Víctor García.
¿Qué recuerdos tiene del efímero pánico con Todorovsky y Topor?
Nosotros no hicimos un teatro pánico, hicimos un movimiento pánico. Estábamos en
el grupo surrealista, a nosotros nos interesaba la ciencia, y esto llevó a confusión,
porque todo el mundo, al ver que éramos ovejas carnívoras, pensaban que nosotros
comíamos carne, pero era carne de pescado.
¿Recuerda alguna anécdota con Bretón?
Anécdota ninguna. Bretón había adoptado con mucho dolor y sufrimiento el papel de
estrella, de estrella en el barro. Entonces era difícil para él abandonar el barro y
abandonar la estrella. Yo le escribía cartas inexistentes, tamborileaba cartas sobre una
mesa, pero tenía pesadez de enviarlas en el momento en que el correo existía. Ahora
está engrandecido por el fax e Internet. Entonces se podía escribir de una manera más
espiritual.
¿Cómo vive el transcurrir del tiempo, el paso de la vida, la idea de la muerte?
Cuando me pongo a pensar en el tiempo, pienso que el tiempo es una especie de moda.
Se presenta como un manantial en donde el agua surge. Pero aquí es al revés, es como si
el agua se aspirara y al mismo tiempo se devuelve. Entonces no se sabe nada con el tiempo.
Nunca supe nada del tiempo. Es como el espacio. Decimos vanidades sobre el tiempo y
espacio, porque si dijéramos la verdad nos encerrarían.
¿Por qué nos encerrarían?
Son cosas que hay que respetar, como la democracia, como el traje de las flamencas.
Intento no pensar en esas cosas que llevarían a peores cosas que la camisa de fuerza. La
camisa de fuerza era bastante bonita. Topor la ilustra en ese cuadro que usted ve allí.
El muestra a la mujer, es decir a mí o a él y estamos chupados por esas personas que
creen en el tiempo y en el espacio. Esa mujer está como si no ocurriera nada, por mucho
que chupen no pueden extraerle nada. ¿Qué puede hacer la sociedad? No puede hacer nada
contra nosotros.
¿Escribe actualmente teatro?
Puedo decir que continúo haciendo actos de autosatisfacción erótica, actos para
que nos visite una mujer. Pirandello cuenta cómo lo visita una mujer todas las noches en
seis personajes. Es una criada esbelta, bellísima, vestida de negro y es la fantasía. A
mí me tiene que ver una mujer vestida con todos los colores, los colores de la ciencia,
de la filosofía, del amor, de la pornografía, del erotismo y no se llama fantasía. Eso
está bien para los titanes que creen que pueden reformar el mundo. Pero como no somos
titanes, como somos abejas y ovejas. Esa mujer que viene a vernos no es la fantasía, es
la imaginación y ¿qué es la imaginación?: el arte de combinar los recuerdos. Sin
memoria no hay nada.
De niño obtuvo un premio al superdotado.
Porque justamente era el menos superdotado de los chicos españoles, pero con ideas
sumamente cretinas. Yo sabía porque era más cretino que ellos.
El hombre no deja de mirar el pasado con una melancólica sonrisa. ¿Cómo se
recuerda hace treinta años haciendo efímeros pánicos?
Son recuerdos de piscina, de zambullirse, de convertirse en delfín con la persona
que se está bien. Prefiero mirar el hoy, creo que atravesamos por un momento formidable
en el triple sentido de la palabra. Formidable bello, formidable grande y formidable que
causa miedo. Hoy encuentro en mis viajes personas infinitamente más geniales que las
anteriores, yo soy de la idea que el eterno retorno es el último eslabón de la cadena
que estamos viviendo. Que no se puede comparar a Flaubert, Balzac, James Joyce con los de
hoy, con Welbek, Kundera o con Beni Levi, el secretario secreto de Sartre y transformador
de Sartre. El actualmente está en Jerusalén dirigiendo una escuela de rabinos. Por eso
el mundo de hoy vuelve a su origen, vuelve al siglo XVI y XVII, a los grandes, a
Montaigne, a Cervantes, a Shakespeare: es decir a la ambigüedad.
Hablando de Sartre, viene a la mente la idea del papel de los intelectuales frente a
los acontecimientos políticos. He leído las declaraciones de Debray con respecto de la
guerra de Kosovo.
Creo haber estado allí donde se me necesitaba, no hace mucho tiempo Berdiglioni se
hallaba preso. Cuando Pannella pidió la presencia de los intelectuales, fui el único que
lo acompañó a la prisión en el momento en que Berdiglioni estaba haciendo una huelga de
hambre. El fue siempre gordo, pero en la cárcel estaba obeso. Me dirigí a las
autoridades penitenciarias y les dije: Estoy dispuesto a cambiar mi cuerpo por el de
mi amigo. Naturalmente que no me hicieron caso, pero a los dos días Berdiglioni
recuperó la libertad.
¿Cómo ve el futuro del teatro?
El teatro es como el cuerpo de una mujer. Muy excitante, y yo prefiero ver lo
mínimo posible. Los directores hacen mis obras con desnudos, ellos piensan que mis obras
son pornográficas. A mí me parece un error. Una mujer debe vestirse incluso si es para
desvestirse. El carácter femenino del teatro es el que le da el altruismo, la capacidad
de amar y de fornicar. El amor es como el teatro: una levitación. Desde Lisboa, Suecia,
Italia, Alemania del Este, en todos esos lugares mis obras se hacen con desnudos. A mí me
da miedo, cuando se propague la moda de quemar al que no piensa como los demás, me van a
llamar brujo y me van a quemar. Yo intento pensar como los demás.
La generosidad de Borges ¿Qué relación tuvo con Borges, sobre el que gira su última
película?
A Borges lo conocí muy tarde en su vida. Fue en el año 63. Pero, por esas
cosas de la vida, pude pasar con él parte de los últimos momentos de su vida, en 1986,
antes de que se retirase unos meses en silencio, se casara con Kodama y muriese en
Ginebra.
¿Qué recuerdos tiene de esos últimos momentos con Borges?
Borges siempre me llamaba el Africano, rompiendo con la solemnidad de una relación
entre escritores. Era un hombre muy generoso, cualidad que conservó hasta el final. Era
una especie de pavo real, pero que abría su cola para distribuir todo lo que tenía.
Había gente que, incluso, cuidaba de él para que no lo diera todo. Para él, el dinero
era candelilla. Iba o venía. Pienso que la generosidad es el último o el más grande
avatar de la inteligencia. El altruismo, la bondad, la generosidad son valores femeninos.
Yo pienso a Borges casi como una mujer.
Una mujer es una mujer
¿Es cierto que usted quiso cortejar a Gala, la mujer
de Salvador Dalí?
Sí, pero en presencia de él, naturalmente. Y me fue muy mal. Yo le hice la corte
artística. Porque ella formó a muchos genios, yo deseaba que me formara. Ella tenía la
posibilidad de transformar a un hombre sólo con el contacto de su cerebro, de su sexo, de
su cuerpo y de su alma. Por ejemplo Max Ernst que fue un pintor vulgar, vulgarísimo. Y
los días, los meses que pasa con Gala se convierte en el creador del collage. Ella
desaparece y desaparece Max Ernst. Con Paul Eluard es peor aún, es un poeta que no está
mal, se casa con ella y se convierte en el Rimbaud de su generación. Ella se marcha y se
convierte en un poetastro de mala muerte. El asunto es que hubo un conflicto en mi
presencia, él estaba por inaugurar una exposición cuando vino el jefe de protocolo con
el plano de cómo se debían disponer los invitados. Y Dalí dijo: ¿Dónde han
puesto al querido de mi mujer?. Yo era la primera vez que la veía y entonces se me
ocurre decirle una fantochada: ¿Es cierto que Dalí es virgen desde la noche de
bodas?. Ella se puso furiosa, y me dijo: ¿Cómo se puede hacer una pregunta
así?. Me volví hacia Dalí y le dije: ¿Cómo puedo hacer para cortejar a su
mujer?. Ella volvió a ponerse furiosa y dijo: Esta persona te pide a ti que
intervengas. Dalí dijo: Es que Arrabal practica el amor cortés y en el amor
cortés se debe pedir permiso al marido. Yo nunca hubiese hecho nada si él no
estaba presente. Todo terminó muy mal. Gala se fue, cerró la puerta y yo nunca más la
volvería a ver. |
|