Por Juan Sasturain
Antes de las
cinco de la tarde, cuando íbamos hacia la cancha, en un semáforo, un
despistado que vio la caravana y no recordó campeonato ni copa cercana preguntó:
¿Quién juega? Y la respuesta fue de algún modo insólita: Francescoli. Y no le
mentían. Tres horas después, cuando de apuro se terminaba el seudopartido entre
ovaciones y un enano escurridizo de camiseta blanquirroja convertía con un derechazo a la
izquierda del arquero Flores, alguien libretita de cronista en mano preguntó:
¿Quién lo hizo, che? Francescoli, le contestaron. Y no le mentían. Las respuestas
estaban separadas por pocas horas y algo más de veinticinco años. Los partidos-homenajes
suelen provocar esos crono-desfasajes.
Los de ayer fueron múltiples. Como si los retazos del tiempo diseminados en la memoria y
en el porvenir se hubieran sometido a un pespunteado rápido que Francescoli realizó
cosiendo, haciendo alforzas, arruguitas a la textura futbolera de las últimas décadas.
En principio, el Príncipe -que sus fervorosos súbditos quisieron rey tomó
posesión del partido y enarboló el bastón de mando administrando, más allá del
decorativo Angel Sánchez (nunca más ángel que ayer) el comienzo y el final.
Primero, por las suyas, borgeanamente, se puso a las espaldas la historia, se inventó un
antecedente llamado Walter Gómez (la gente ya no come por...) y se lo metió
en la cancha a dar el puntapié inicial del partido final. Allí hizo sentir el peso de
una geneología racial de sutiles orientales que nace en el ladero de Labruna en los
cincuenta y muere seguramente en él: una raza real de dos. Con eso empezó, poniendo en
antecedentes a la multitud de cuáles eran sus deseos en el momento de hacer leyenda,
cómo quería ser leído.
Después, también por las suyas, se puso por delante la historia multiplicada en otros
dos nueves con su apellido y en calidad de supernumerarios los hizo tocar hasta el gol que
le puso el moño al partido y a la fiesta para que fuera también para ellos dos
inolvidable.
Y no sólo eso hizo Francescoli con el tiempo, el dueño de la pelota y de las emociones
el día de su apoteosis. Lo más lindo que hizo fue jugar todo el tiempo y juntar
jugadores de medio tiempo a su alrededor, mitades hechas a su semejanza: Saviola y Aimar
(17 más 19) ni siquiera suman los años del repartidor de talento y de recuerdos y de
modelos. La hora y media corta en que jugaron todos juntos más Salas tiene mucho de
sueño del pibe y del veterano. Amontonar talentos y sintonías en un mismo terreno y con
una misma camiseta con un mismo objetivo futbolero de llegar al gol con ternura.
Lo último que hizo Francescoli ayer con el tiempo fue volverlo reversible. Fue un lugar
común escuchar la reflexión gardeliana de que cada vez juega (jugará) mejor; fue otro
lugar común decir que podría seguir casi casi el tiempo que quisiera, más allá de
facilidades que tuvo y no tendría. Pero fue incluso más lejos. El no se va
volvió una y otra vez desde las tribunas colmadísimas y no significó presión ya
no tiene sentido sino pasión ratificada de permanencia y continuidad: Francescoli
significó ayer en River la ratificación de una manera de ser y de entender el fútbol
con la que la multitud no quiere perder contacto.
Fue evidente que la fiesta iba mucho más allá del pretexto de despedida: fue un sano,
saludable motivo para juntarse, y no es casual la repercusión extraordinaria que la
convocatoria tuvo. No faltó nadie porque el fútbol entendido como Francescoli lo ha
practicado es natural, culturalmente inclusivo: es lo que todos quieren ver y jugar. Y
River (la multitud, la institución) pudo ayer sentir que ese jugador emblemático, ese
extraño ídolo del bajo perfil y la alta calidad de fútbol y de vida, es un patrimonio
simbólico demasiado grande y raro como para dejarlo ir sin luces ni gestos de enfática
admiración. Y River hizo lo que correspondía.
LA
CANCION
La siguiente es la letra de la
canción "Inmenzo", que el cantautor Ignacio Copani le dedicó a Enzo
Francescoli.
Enzo lleva su fantástica figura,
recorriendo con honor el mundo entero.
Sangre azul tendrá este noble caballero,
pero es blanca y colorada su armadura.
Enzo lleva su talento como lanza,
sin usar la fuerza bruta ni el temor,
sin embargo retrocede el invasor
derrotado, cuando el príncipe avanza.
Es tan grande que si debo hablar del Enzo,
los laureles, los elogios... quedan chicos,
la palabra de alabanza se hace añicos,
es Francescoli tan grande que ahora pienso
que su nombre debería ser Inmenzo.
Pues de gloria me hizo inmensamente rico.
Es inmenzo cuando frena, cuando engancha.
Es inmenzo por su eterna habilidad
y es gigante por el don de su humildad
tanto dentro como fuera de la cancha.
Y es inmenzo el amor que tanta gente
le profesa al oriental más argentino,
al botija que con casi nada vino
y hoy se va siendo el campeón del Siglo XX.
Quiero verte una vez más, querido Enzo,
por la risa que hasta en sueños multiplico,
por el canto y la alegría de los chicos
con su príncipe surcando el universo.
Quiero verte una vez más, querido inmenzo.
Quiero verte una vez más... te lo suplico. |
DENTRO Y FUERA DE LA CANCHA
El Hombre
Por Carlos Stroker
Cuando llegó por primera
vez a River, algunos de sus colegas de aquella época recuerdan que era tímido, aunque
con el paso del tiempo fue cambiando esa postura. Eso sí, afuera de una cancha y de un
vestuario, siempre se mostró igual. Correcto, respetuoso, amable y --sobre todo-- para
sus colegas siempre mantuvo en alto el famoso código del fútbol. Pero a lo largo de su
carrera, sobre todo sus compañeros en River y en la selección uruguaya, rescatan su
personalidad, su talento, su entrega, pero también su otra cara, la del enojado o la del
virtuoso que se quejaba por no recibir la pelota.
[FrontPage Image Map Component]Cuando a la selección uruguaya la conducía
Luis Cubilla, allá por las eliminatorias de 1993, con miras al mundial de Estados Unidos
'94, los problemas se hicieron notar. Francescoli se encontraba en el fútbol italiano,
pero no era el único. El entrenador había convocado a lo que en Uruguay llamaron la
"Legión Extranjera", integrada por Francescoli, Rubén Sosa, Daniel Fonseca y
otros. Para uno de los partidos, algunos jugadores, entre ellos Francescoli, habían
tenido alguno choques con el entrenador y decidieron no jugar con la camiseta celeste
hasta la renuncia de Cubilla. Muchos hinchas uruguayos no perdonaron esa postura. Es que
en realidad esos jugadores querían a un entrenador con el que se identificaran, como
Oscar Tabárez.
Francescoli era uno de los que explicaba públicamente la posición y en la intimidad
era también el que más fuerza hizo para que Cubilla dejara el cargo. Uruguay no fue a
Estados Unidos, pero había que jugar la Copa América de Uruguay en 1995. La Asociación
Uruguaya de Fútbol designó a Héctor Núñez y Francescoli y el resto de los rebeldes
regresaron a ponerse la camiseta de su selección. No sólo eso: ganaron la Copa en una
final frente a Brasil. Francescoli reconoce en la intimidad que le quedó una deuda
pendiente con la selección de su país y quizá la pague si en el día de mañana se
decide a ser entrenador.
Enzo sabe que en algún momento será director técnico de River. Es más, algunos
dirigentes oficialistas ya habrían hablado con el uruguayo para que sea el técnico antes
de llevarse a cabo las próximas elecciones. Lo ven como una carta de triunfo y ayer
quedó en claro que sigue siendo el ídolo que los hinchas de River no van a olvidar. Pero
son los mismos dirigentes que piensan en ese futuro que recuerdan que a Francescoli no le
gustaría dirigir a un jugador que haya compartido el vestuario con él. "Enzo dice
que si hay algún ex compañero suyo, puede haber problemas de confianza y prefiere que no
lo conozcan." Por eso piensan en el 2001, año de elecciones.
Claro que su vuelta puede estar con el regreso de algún jugador como Ariel Ortega o
Marcelo Salas. "Es distinto", recordó otro dirigente. Es verdad, porque
Francescoli es como un ídolo para ellos. Algunos recuerdan que Francescoli, el día que
jugó por primera vez con el chileno, lo agarró en el vestuario y le dio muchos consejos.
Sobre todo le quitó presión y lo tranquilizó. Adentro de la cancha, Salas hizo una
jugada individual. Francescoli lo miró y le dijo: "Todo bien, pero dame la
pelota". También recuerdan que mantuvo muy poco contacto con Ramón Díaz y que su
retiro hace más un año se debió al fastidio que tenía porque el riojano seguía en su
puesto.
Francescoli, ahora empresario, también pasó varias veces como columnista de programas
deportivos. En una oportunidad, cuando ya estaba retirado del fútbol profesional, debía
ir para hablar de River. Se negó, ya que había un periodista con el que no quería
discutir y avisó que no lo hacía por ese motivo. También recuerdan las distancias que
mantuvo al principio con Sergio Berti o Eduardo Berizzo. Pero con el correr del tiempo,
con el primero las distancias se acortaron, a tal punto que lo invitó para la fiesta de
su despedida. Con el segundo no tanto, aunque el trato siempre fue de respeto. Así es
Francescoli. Un ídolo, un talentoso que mostró su forma de ser afuera de los límites
del campo de juego, aunque al hincha de River sólo le interesó lo que hacía adentro de
ella. Y ahí no tuvo contra.
LOS
NUMEROS
Enzo Francescoli desparramó su talento futbolístico por seis clubes
diferentes: Wanderers de Uruguay, River, Racing Matra y Olympique de Marsella de Francia,
Cagliari y Torino de Italia, además de integrar la selección de su país. En River, el
ex jugador marcó 134 goles en 231 partidos oficiales de AFA, y copas organizadas por la
Confederación Sudamericano de Fútbol (CSF). Luego convirtió 20 tantos (74 partidos) en
Wanderers, 32 (89) en Racing Matra, 11 (28) en Olympique de Marsella, 17 (98) en Cagliari,
3 (24) en Torino, y 17 (68) con la camiseta de Uruguay. En la entidad de Núñez debutó
el 24 de abril de 1983 ante Huracán (River venció 1-0), pero su primer gol en Argentina
lo convirtió tres días después, al convertir de penal el gol con que River le ganó a
Ferro por 1-0; el arquero de Ferro ese día fue Eduardo Basigalup. En tanto, el último
gol que convirtió fue el 14 de diciembre de 1997, a Leonardo Díaz, en el triunfo de
River por 2-1 ante Colón, una semana antes de jugar el que sería su último partido,
ante Argentinos, en el estadio de Vélez.
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EL PARTIDO
4 RIVER: Bonano; Hernán Díaz, Ayala,
Yepes, Altamirano; Monserrat, Astrada, Villalba, Aimar; Enzo Francescoli, Salas. DT:
Ramón Díaz.
0 PEÑAROL: Flores; Cafú, Bizera,
Rodríguez, Lima; Romero, Pacheco, Bengoechea, Cedrés; Aguilera, Pandiani. DT: Julio
Ribas.
Estadio: River. Arbitro: Angel
Sánchez. Goles: 41m. Salas (R); 57m, y 65m. Enzo Francescoli (R),
ambos de penal; 90m, Bruno Francescoli (R).Cambios: En el primer tiempo
Saviola por Villalba y Sorín por Altamirano (R). Cancela por Aguilera y
Aguirregaray por Lima (P). En el segundo tiempo Lombardi por Hernán Díaz,
Escudero por Monserrat, Angel por Aimar, Costanzo por Bonano, Gancedo por Salas (R),
Bruno y Marco Francescoli. Rotundo por Bengoechea, Serafín García por Pacheco, Franco
por Pandiani y Lima por Cedrés (P).
Luego de un centro de Sorín, Francescoli se tiró en palomita y
cabeceó de pique. Flores tapó a medias, pero Salas definió entrando por el segundo
palo.
Primer penal de Enzo. Bizera lo empujó al entrar área. Francescoli
le pegó fuerte, arriba, al palo derecho de Flores que se tiró a ese lado pero no llegó.
Segundo penal. Lo bajaron a Saviola. El uruguayo le pegó suave a la
izquierda de Flores, que se arrojó al otro sector.
Sobre el final entraron los dos hijos de Francescoli. Luego de un
pase de Enzo, los chicos combinaron y el mayor marcó el gol de derecha. Fue la última
imagen del partido.
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LA ANECDOTA
"Enzo Francescoli fue, además de
un notable futbolista, un hombre muy respetado en el ambiente por su excelente
comportamiento y su discreción y austeridad pese a ser uno de los jugadores más famosos
de Argentina. Impresionaba su manera de jugar, pero también su equilibrio y la sencillez
con la que abordó la histeria que rodea al fútbol, esa que muchas veces devora talentos
y humildades.
Resultaba común observar durante los últimos años de su
carrera cómo sus adversarios de turno le pedían su camiseta para guardarla como un
preciado recuerdo o por lo menos se acercaban a él para saludarlo. Pero pocas veces se lo
vio tan exaltado a Francescoli como aquella tarde de 1995, ocasión en la que River jugó
con Gimnasia y Esgrima La Plata en el estadio Monumenta (1-1). Claro, debió vérselas
nada más y nada menos que con Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, dos talentosos
jugadores, tan hábiles para gambetear como para cargar y hacer calentar a los rivales,
dos petardos fogueados en infinidad de picados, en los que se aprende a moldear recursos
técnicos y orales, eso que, para jugar al truco, por ejemplo, son muy valorados.
Algunos meses después del partido en cuestión, Alberto
Márcico, verdadero compinche de los mellizos en Gimnasia, dio detalles del diálogo que
desató la ira del uruguayo.
--Che, ¿por qué no te comprás una sotana? --lo cargó
Gustavo después de meterle un caño.
--Callate, que yo tengo dos palos --respondió Francescoli
cansado de tantas provocaciones, haciendo referencia a la plata que había ganado en su
carrera.
--Está bien --replicó el mellizo--, lástima que con esos
dos palos no podés cambiarte la cara de sapo que tenés."
(La historia está incluida en el libro Las anécdotas
del fútbol. La viruta, del periodista Enrique Escande, con la colaboración de Diego
Borinsky y Carlos Werd. El libro, editado por Planeta, se presentará la semana próxima.)
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LAS VOCES
El presidente Carlos Menem afirmó ayer que el homenaje realizado al ex
futbolista uruguayo Enzo Francescoli fue "una fiesta impresionante", que le hizo
recordar a la despedida de Norberto Alonso, otro de los grandes ídolos que tuvo la
entidad de Núñez. Además, antes de retirarse del estadio Monumental, Menem calificó a
Francescoli como "un jugador excepcional. El hizo vivir jornadas maravillosas a todos
los hinchas de River". El jefe de Estado también recordó que el gol de chilena que
le marcó al seleccionado polaco en Mar del Plata, lo tiene "muy guardado. Esa es una
de las mejores sensaciones que tengo en mi memoria". Y agregó: "Este es un día
para disfrutar y para aplaudir a un ser magnífico y, fundamentalmente, a un gran padre de
familia".
Por su parte, el último capitán de la Selección
Argentina en la Copa América de Paraguay, el defensor Roberto Ayala, expresó que la
alegría que le provocó participar de la fiesta de despedida de Francescoli lo reconforta
"de la tristeza que dejó la frustrante participación del equipo argentino en
Paraguay". El defensor del Milan de Italia también destacó que Francescoli
"fue uno de los mejores compañeros que tuve en el fútbol. Es un tipo sensacional,
de una gran calidez y de una lealtad inquebrantable". A su vez, el director técnico
de Uruguay, Daniel Passarella, quien se ubicó en uno de los palcos vip del estadio,
resaltó que la fiesta "fue muy hermosa y emotiva, Enzo se merecía algo así. Quedó
demostrado que tiene un físico privilegiado, debe tener uno o dos kilos de más".
Ernesto Francescoli, padre del ex jugador, señaló que su
hijo "ha tenido el privilegio de nacer con el don de Dios y de la naturaleza. Estoy
orgulloso de la carrera que ha construido. Todo lo que consiguió lo obtuvo con mucho
esfuerzo y sacrificio. Yo lo amo y lo admiro como hincha del fútbol, le deseo lo mejor de
acá en adelante".
En el día del final, Francescoli recibió una plaqueta de
Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) como "reconocimiento a su trayectoria y por
su contribución en las causas gremiales", según puntualizó Sergio Marchi,
secretario general del sindicato.
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