El Vaticano quiere aprovechar hasta el último día
del mandato de Carlos Menem para su propia estrategia diplomática internacional. Por su
parte, el Presidente se complace y se ufana de la alianza construida con Roma aun por
encima de las discrepancias con la jerarquía local. El camino elegido por el principal
habitante de la Casa Rosada -y aceptado con gran beneplácito por la jerarquía
vaticana- ha sido el incondicional alineamiento argentino con la política de
familia, aborto y control de natalidad impulsada por la Iglesia Católica. Conveniencia
para ambas partes. Menem sabe que frente a estos temas la Iglesia es monolítica en su
posición institucional y que, más allá de las críticas que la jerarquía local le hace
por la exclusión y la pobreza, en cuestiones relacionadas con el aborto y la bioética,
por ejemplo, no puede sino alegrarse y aplaudir la posición del gobierno argentino. Sobre
todo porque el Vaticano ve cómo día a día sus posturas se quedan sin respaldo en los
foros internacionales y este solo hecho le da más relieve al apoyo incondicional que
Argentina le ofrece. Es por eso que los obispos argentinos han recibido más de un mensaje
desde Roma para "bajar el tono" de las críticas al Gobierno, con el argumento
de no perjudicar una relación que, por estas razones, el Vaticano considera fundamental.
Como botón de muestra basta recordar la actitud argentina en la
Conferencia Mundial de Población realizada en 1994 en Egipto. Una iniciativa que
proponía reconocer el aborto como una forma de control natal estuvo a punto de ser
aprobada pese a la opinión contraria de la Iglesia Católica. Fue la delegación
argentina la que salió a recoger adhesiones a la posición católica y a sumar votos de
"países amigos" (especialmente latinoamericanos) hasta completar algo más de
treinta adhesiones y hacer fracasar la moción.
Ahora Roma quiere que la posición argentina se transforme en política de Estado y
trascienda los límites del mandato de Carlos Menem. El encuentro de Buenos Aires, el
nivel de la representación que el Vaticano moviliza hasta aquí y la invitación a
dirigentes políticos y, en particular, a los candidatos presidenciales, apunta en esa
dirección. Ni con Duhalde ni con De la Rúa los obispos argentinos esperan sorpresas,
pero el Vaticano quiere compromisos a largo plazo en el nivel internacional que, en lo
posible, arrastren también a otros países latinoamericanos que se dicen católicos. |