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OPINION

Salidas geopolíticas

Por James Neilson

t.gif (862 bytes) Fue una mala semana para Carlos Menem. Luego de ser rechazado por la OTAN, tuvo que correr al Brasil para impedir que el Mercosur se desplomara, dejando a la Argentina sin “opciones estratégicas”, lo cual, como todo el mundo sabe, sería un desastre sin atenuantes. ¿Por qué? Porque, se repite en voz baja, hoy en día los países pequeños tienen que “integrarse” a un superbloque y esto significa que la Argentina tendrá que elegir entre Estados Unidos y el Brasil. De lo contrario, no tendrá futuro.Los muchos que piensan de este modo estarían en lo cierto si fuera cuestión de optar entre la apertura por un lado y el cierre por el otro, pero por fortuna no es así. Lo que su actitud refleja es la resistencia de la elite a asumir la responsabilidad de gobernar a la Argentina, tarea que preferiría internacionalizar. Por razones que tienen más que ver con el pesimismo suicida que se ha apoderado de la clase dirigente que con un análisis ecuánime de la realidad, la idea de que para ser viable la Argentina habrá de pertenecer a una entidad supranacional se ha convertido en la ortodoxia actual, de ahí los intentos de Menem de irrumpir en el NAFTA o la OTAN y el mercosurismo sensiblero de la Alianza, pero la verdad es que ninguna de las dos supuestas alternativas ayudaría a solucionar los problemas argentinos más urgentes. Acaso ofrezcan “salidas” a los ya privilegiados, pero no al 95 por ciento de la gente. ¿Contribuiría la virtual incorporación de la Argentina al país más inequitativo del planeta a reducir la brecha que separa a la minoría rica de la mayoría paupérrima? Claro que no. ¿Daría nuevas armas a los resueltos a combatir la corrupción, o a los interesados en mejorar la educación, o a quienes quisieran que el empresariado fuera un poquito más emprendedor? Tampoco.Aunque la opción primermundista, por llamarla así, sería un tanto más promisoria porque haría más fuertes las presiones encaminadas a poner entre rejas a los corruptos, a los evasores en gran escala y otros delincuentes, de por sí no facilitaría la “modernización” aun cuando sirviera para hacer más patente el atraso. Además, lo mismo que la planteada por el Mercosur, tendría el efecto perverso de permitir que la elite, incluyendo al ala progresista, se desligara aún más del resto de la población al sentirse anímicamente más cerca de Miami, Londres o las zonas más salubres de San Pablo que de los barrios deprimidos del Gran Buenos Aires. Puesto que en última instancia la ubicación internacional de la Argentina dependerá de la calidad de la sociedad que sepa construir aquí, toda “estrategia” que la distraiga de esta tarea básica sería contraproducente.

 

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