Por Javier Lorca La mayoría de los
estudiantes de las universidades públicas del país proviene de los sectores con ingresos
más bajos y medios.
Los egresados
de las universidades privadas sufren tasas de desempleo mayores (más del doble) que las
de los graduados de las estatales.
En el sistema
educativo nacional funciona un circuito cerrado: la mayoría de los que estudian en
colegios privados sigue su carrera universitaria en casas de estudios privadas. Y
viceversa, en el caso de las escuelas y universidades del Estado.
Todas estas conclusiones surgen de un informe que elaboró el Programa de Mejoramiento del
Sistema de Información Universitaria del Ministerio de Educación sobre la base de los
datos que arrojó el Indec acerca de los estudiantes y egresados universitarios
argentinos. La universidad pública sigue funcionando como un factor de movilidad
social, razonó, en diálogo con Página/12, Marta Kisilevsky, coordinadora del
programa.
Hay dos indicadores que señalan esto. Por un lado, los hijos de padres de bajo
nivel educativo van a las universidades públicas para mejorar su situación social. Y,
por otro lado, esas mismas universidades reclutan a sus alumnos entre los sectores más
bajos de la población, los que tienen menores ingresos, explicó la funcionaria.
Entre los numerosos datos que reveló el informe realizado por el programa de la
Secretaría de Políticas Universitarias a partir de la Encuesta Permanente de Hogares
1998 del Indec (ver aparte), se observa que los sectores de la población que ocupan los
quintiles de ingresos bajos son mayoría entre los alumnos de las universidades estatales.
El quintil es una categoría que recorta en cinco a la población de acuerdo con los
ingresos (divididos per cápita), pero su configuración varía según las regiones, por
lo que no puede hacerse un análisis global del país.
Así, en el Gran Buenos Aires, por ejemplo, al 14 por ciento de los alumnos de
universidades públicas le corresponden ingresos de entre 48 y 217 pesos
mensuales. Al 29 por ciento, de entre 221 y 358. Al 37 por ciento, de entre 362 y 600. Y,
al 19 por ciento, de entre 601 y 2800. Mientras que, entre los estudiantes de las casas de
estudios privadas, los datos indican que la mayoría integra los dos quintiles más altos.
En tanto, en Córdoba, el 81 por ciento de los alumnos de las privadas proviene de esos
mismos quintiles. Pero, entre los de las estatales, al 15 por ciento le tocan ingresos
inferiores a los 165 pesos. Al 18 por ciento, de entre 166 y 250. Al 42 por ciento, de
entre 256 y 400. Y, sólo al 24,5 por ciento, de entre 401 y 3100. En la Capital la
diferencia no es tanta, porque es uno de los aglomerados urbanos más ricos,
advirtió Kisilevsky. De hecho, el 53 por ciento de los alumnos de instituciones públicas
y el 66 por ciento de las privadas se integra en el quintil mayor (entre 600 y 2800
pesos). De todos modos, los tres sectores más bajos juntan al 18 por ciento en las
públicas; y sólo al 8 por ciento en las privadas.
El nivel educativo de los padres de los estudiantes ofrece información sobre el
capital social de base de los alumnos expresó Kisilevsky. Los que optaron por
el nivel universitario privado pertenecen a hogares en donde los padres acreditan mayores
niveles educativos (la mitad accedió como mínimo al nivel superior). A la inversa, en
los estudiantes de universidades nacionales es posible ver que aún existe el fenómeno de
superación del nivel social y educativo de las familias de origen. Y apuntó que
lo mismo se desprende del análisis de los quintiles de ingreso.
Los estudiantes que se gradúan en las universidades públicos parecen gozar de un valor
agregado. Entre ellos, la tasa de desocupación es del 3,3 por ciento, mientras que trepa
hasta el 7,1 entre los graduados de las privadas. Entre los primeros, la ocupación
asciende al 89,6 por ciento. Y, entre los segundos, al 84,1. La explicación de este
fenómeno puede tener que ver con que, a diferencia de lo que sucede en otros
paíseslatinoamericanos, las universidades nacionales siguen gozando de prestigio frente a
las alternativas privadas señaló Kisilevsky, y además, que el sector
privado no se ha constituido como de elite o de absorción de demanda.
El relevamiento también detectó la existencia de circuitos privados y públicos en la
educación. Así, el 62,7 por ciento de los alumnos que estudia en una universidad
nacional fueron a un secundario estatal. Y el 63,9 por ciento de los que siguen una
carrera en una institución particular cursaron el secundario en una escuela privada.
Los números del informe
En las universidades públicas y privadas de la Argentina hay 1.086.272
estudiantes. El 52,7 por ciento son mujeres.
El 69,9 por ciento tiene entre 17 y 24 años. El 15,2 entre 25
y 29. Y el 14,9 de 30 para arriba.
El 50,4 por ciento se concentra en la región metropolitana. El
16,9 en la región centro oeste. A la zona sur sólo le toca el 2 por ciento.
El 55,8 por ciento estudia carreras tradicionales como
Abogacía, Contador, Administración, Ingeniería y Medicina.
El 39,5 por ciento está ocupado; el 7,3 desocupado; y el 53,2,
inactivo.
El 62,9 por ciento ocupa la posición de hijo en el hogar. El
18,1, la de jefe. Y el 5,6, la de cónyuge.
El 59,7 por ciento financia sus estudios con el aporte
familiar. El 25,9, con el trabajo personal. Y el 11,9 conjuga ambas variantes.
En todo el país hay 776.264 graduados universitarios.
Representan el 4,2 por ciento de la población mayor de 25
años. |
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