OPINION
Un protagonista inédito
Por Mario Wainfeld |
Cuando
un equipo con chances de salir campeón empieza a perder puntos todas las miradas, tanto
las de la platea como las de la tribuna, convergen sobre el director técnico. Cuando un
candidato potente empieza a retroceder, los ojos de la tribuna caen exclusivamente sobre
él, pero los de una platea más refinada también destinan un vistazo a su jefe de
campaña. El jefe de campaña de Eduardo Duhalde (un candidato potente que desde junio
viene perdiendo gas) es:
Versión A: Julio César Chiche Aráoz, quien entre otros problemas
ingresó como DT concomitantemente con el comienzo del bajón del PJ en las encuestas de
opinión.
Versión B: Eduardo Duhalde en persona. Para la mayoría de quienes rodean al
gobernador bonaerense, por su estilo centralista y poco afecto a delegar decisiones, él
mismo actúa como candidato y también como jefe de campaña.
El bunker duhaldista se divide entre los paladines de la versión uno y los de la versión
dos. Pero se reaglutina y logra casi la unanimidad para criticar los lineamientos de
campaña posteriores al momento en que Duhalde terminó de ganar la interna del PJ, etapa
signada por:
a) Un juego zigzagueante frente al presidente Carlos Menem (que tuvo como último episodio
aún abierto las dudas sobre si llevarlo a un acto masivo en la Bombonera, dónde ponerlo,
etcétera).
b) La propuesta sobre la deuda externa, acompañada de la estampita lograda junto al papa
Juan Pablo II.
c) Una nerviosa seguidilla de iniciativas casi cotidianas y habitualmente fallidas como la
denuncia de campaña sucia lanzada contra el supuesto tándem Julio Carpinetti-Fernando de
la Rúa.
Esas tácticas no arrojaron el resultado deseado: el reloj corre y las encuestas siguen
dando mal. Entonces surgen críticas por doquier, la campaña se tiñe de un tono
deliberativo que mina el poder de la conducción. Todas las voces piden drásticos cambios
de timón, algunas incluyen en esta demanda la cabeza del jefe de campaña (Aráoz, se
entiende) que ciertamente está en su punto más débil desde que asumió.
En medio de esa situación asambleística surge cabría decir naturalmente la
propuesta de mano dura en la provincia que implica al unísono un viraje en la
política de gobierno de Duhalde y la incorporación de un eje fuerte de campaña. Voces
cercanas a Carlos Ruckauf sugieren que el vicepresidente a quien Graciela Fernández
Meijide por primera vez empieza a superar en los sondeos impuso esa iniciativa a
Duhalde. Los voceros del gobernador matizan algo la versión, asegurando que la iniciativa
de Ruckauf fue consensuada con el candidato presidencial.
En cualquier caso, queda claro que el duhaldismo ha dado jaque a León Arslanian
(posiblemente el único ministro provincial con proyección nacional, a quien Duhalde
pensaba jugar como candidato a diputado nacional por la Capital) a cambio de un virtual
avance en la campaña. Una movida arriesgada que incluye una novedad nada menor: el
nacimiento de un inédito protagonismo de Ruckauf que, o le impuso sin más una jugada muy
fuerte al propio candidato a presidente o que como mínimo quedará ante la
tribuna como el inspirador y protagonista de la maniobra. |
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