Por Martín Granovsky Le hemos pedido al
gobierno argentino que confine a Oviedo, dijo anoche a Página/12 el vicecanciller
paraguayo Carlos Mateo Balmelli. Cuando este diario preguntó la respuesta argentina,
Balmelli contestó: Me escucharon atentamente. Y tomaron nota. El
confinamiento de Lino César Oviedo es el Plan B de los paraguayos. El Plan A es que la
Argentina conceda la extradición. Es posible que, por ahora, deban conformarse con un
Plan C: el Ministerio del Interior les prometió limitar las visitas a Oviedo.
Balmelli, un abogado y politólogo de 38 años, llegó al gobierno de la mano de su
militancia en el Partido Liberal Radical Auténtico, que lidera el propio canciller.
Su visita en Buenos Aires tiene nombre y apellido. Se trata de Lino César Oviedo Silva,
acusado por la Justicia de haber ordenado el asesinato de los Jóvenes por la Democracia
en el centro de Asunción, en marzo último, y la muerte del entonces vicepresidente Luis
María del Corazón de Jesús Argaña. Argaña era el dirigente colorado que disputaba el
poder del principal partido político a Oviedo, quien a su vez apadrinaba al presidente
Raúl Cubas Grau.
Ayer, sin embargo, Balmelli se concentró en el segundo caso, el magnicidio de Argaña.
Presentó ante el vicecanciller Andrés Cisneros el pedido formal de que la Argentina
extradite a Oviedo para que pueda ser juzgado en Paraguay por homicidio doloso,
lesiones graves y asociación criminal. Lo mismo le dijo a Carlos Corach, ministro
del Interior.
Cuando Cubas renunció ante la seguridad de que el Congreso lo destituiría en juicio
político y asumió el gobierno Luis González Macchi, el Gobierno argentino apostó a que
Paraguay azuzaba con la extradición pero en realidad no la quería. Lo dicen, pero
no la mandan, llegó a afirmar Carlos Menem. El Presidente tiene viejas relaciones
con Oviedo de cuando corría rallies en Paraguay en tiempos del dictador Alfredo
Stroessner. Las renovó desde 1989 utilizando distintos canales de diálogo. Uno fue Juan
Carlos Rousselot, primer agregado cultural argentino en Asunción. Otro, el actual
embajador en Uruguay, Andrés Antonietti, que suele viajar a Paraguay como si eso formara
parte de su misión diplomática. Según confió en junio último el senador paraguayo
Luis Mauro a Página/12, mientras asesinaban a Argaña, Antonietti estaba
desayunando con Oviedo.
La continuidad del reclamo paraguayo contra Oviedo, que este diario fue reflejando desde
marzo a través de los funcionarios y los políticos que peregrinaron por Buenos Aires,
provocó en el oviedismo una reacción nueva. Antes, como el Gobierno, decían que el
pedido de extradición no llegaría nunca. Luego, con la extradición en marcha,
cuestionarían su solidez. Por eso Asunción presentó el pedido recién cuatro meses
después del asesinato de Argaña. A esta altura, la Justicia de Paraguay y sus
diplomáticos están convencidos de que pueden acusar a Oviedo por la autoría
moral del asesinato de Argaña.
Un funcionario argentino con acceso al expediente aseguró que el autor moral es el
equivalente del autor intelectual o del autor mediato:
Se los veía muy convencidos (a los paraguayos) de que pueden demostrar que Oviedo
estuvo en la reunión de Pedro Juan Caballero en la que se contrató a los asesinos de
Argaña, y que en todo momento Oviedo mantuvo el control de los hechos.
En el expediente figuran como participantes de esa reunión donde se habría complotado
para matar a Argaña Conrado Pappalardo y Fad Yamil.
El pedido de extradición también remite a fojas de la pesquisa con el resultado de
intercepciones telefónicas y a testimonios sobre las amenazas anteriores contra la vida
de Argaña. El propio vicepresidente conoció alguno de los planes pero no les dio
importancia.
En cuanto a la figura de asociación criminal, coincide con la argentina
asociación ilícita. En sus conversaciones con Cisneros y Corach, Balmelli
expresó preocupación por la intensidad de los contactos políticos de Oviedo en la
Argentina. Un funcionario argentino que pidió reserva de su nombre resumió así la
postura del vicecanciller:
Oviedo no es
una amenaza política en Paraguay, donde está terriblemente desacreditado, pero es un
hombre peligroso, como lo demostrarían el magnicidio de Argaña y la masacre en el centro
de Asunción.
Oviedo maneja
mucho dinero.
Los crímenes
de Oviedo no fueron políticos, como para que merezca el asilo, sino de terrorismo o
comunes, y por lo tanto la Argentina debería extraditarlo.
Cisneros y Corach le prometieron que no pondrían trabas a la Justicia argentina. Nadie
puede asegurar si ésa es la palabra final de Menem. Tampoco si no será otro tema más
para el próximo Presidente.
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