Por Maximiliano Montenegro La precarización del mercado
laboral argentino está alcanzando niveles insólitos. Más jefes de familia desocupados
que, por su edad, tienen cada vez menos chances de conseguir trabajo. Gente que pasa más
tiempo desempleada. Más subempleados, en trabajos informales, que quisieran trabajar
más. Más explotados, que cumplen jornadas maratónicas para cobrar ingresos encogidos a
fin de mes. Más trabajadores disconformes con sus salarios, que buscan activamente otra
ocupación. En base a los últimos datos oficiales del Indec, Página/12 describe aquí la
alarmante situación social de Capital y Gran Buenos Aires, donde viven 12 millones de
personas. Allí, 3 millones de personas, una de cada dos en edad de trabajar, corre
detrás de un empleo, ya sea porque está desocupada, subempleada o porque no gana lo
suficiente en su trabajo.
De la encuesta de hogares de mayo del Indec, que se terminó de procesar en estos días,
se desprenden los siguientes resultados:
En el área
metropolitana, hay 150 mil desempleados más que en octubre y ya suman 860 mil personas.
También hay 20
mil subempleados más, en su mayoría mujeres. Así, las personas que trabajan menos de 35
horas semanales, y desearían trabajar más, alcanzan a 760 mil.
Dentro de esta
última categoría, según los expertos, se encuentran desempleados
encubiertos, ya que los encuestadores del Indec sólo preguntan si realizó alguna
tarea en la última semana. Si la persona cuenta que hizo una changa por 3 horas
entonces se considera que está ocupado, en la categoría de subempleado.
De por sí, que
existan 1,6 millón de personas (casi el 30 por ciento de la población en edad de
trabajar), en la región metropolitana, desempleada o subocupada es grave. Sin embargo, el
panorama es mucho más preocupante si se considera quiénes son los desempleados y las
escasas oportunidades que tienen de volver a trabajar.
Desempleo for ever
De los nuevos
desocupados, 60 mil son jefes de familia, de los que dependen, por lo menos, otras tres
personas. En total, los jefe de hogar sin trabajo son 305 mil en el Gran Buenos Aires.
Más de la
mitad de esos jefes de familia desempleados (el 56 por ciento) tienen más de 45 años y
un bajo nivel educativo. En consecuencia, tanto por edad como por calificación les
resulta especialmente difícil reinsertarse en el circuito laboral.
Aumentó la
intensidad de la desocupación: es decir, el tiempo que los desempleados
tardan en encontrar un conchabo. En mayo, 45,6 por ciento de los desempleados estaban en
esa condición más de 3 meses, contra el 42,8 por ciento en octubre. Casi el 60 por
ciento de las mujeres desempleadas tarda más de 3 meses en reinsertarse en el mercado
laboral.
A la búsqueda
En mayo, el
número de empleados que buscan otro trabajo llegó al record de 1.350.000 en el área
metropolitana, es decir, el 29 por ciento del total de ocupados.
De éstos, unos
950 mil son jefes de hogar, que están en la búsqueda de otra actividad para mejorar los
magros ingresos del núcleo familiar. Es decir: uno de cada cuatro jefes de hogar ocupados
está disconforme con su empleo.
Si se suman los
desocupados, subempleados y ocupados que buscan activamente empleo, se tiene una cifra
increíble: casi 3 millones de personas, más de la mitad de los individuos en edad
laboral.
Sólo así se
entiende las fuertes presiones sobre los salarios y la flexibilización de hecho impuesta
por los empresarios de los más diversos sectores productivos.
Modelo asiático
Los
sobreocupados (trabajan más de 45 horas semanales y quisieran trabajar menos) también
crecieron: son 1.913.000 de personas, el 41 por ciento de los ocupados. Y son más que los
ocupados plenos (conformes con la carga horaria de sus tareas), que llegan a 1.844.000 de
personas, el 39,6 por ciento de los empleados. El resto de los empleados son subocupados.
De los
sobreocupados, 1,4 millón son hombres y el resto mujeres. Así, uno de cada dos ocupados
hombres y casi una de cada tres mujeres están sobreocupados.
En mayo, casi
660 mil personas en el Gran Buenos Aires trabajaban más de 62 horas semanales; es decir,
más de 10 horas diarias durante seis días de la semana, un régimen que nada tiene que
envidiarle a los modelos de explotación laboral del sudeste asiático.
Aunque el Indec
no lo especifica, según los expertos, dentro de este grupo lo normal es que se
trabaje entre 12 y 14 horas diarias.
Uno de cada
cinco empleados varones trabaja en estas condiciones.
Todo al negro
Como publicó
Página/12 la semana pasada, la proporción de trabajadores en negro saltó hasta 37,5 por
ciento en el área metropolitana. Así, en Capital y Gran Buenos Aires existen 1,3 millón
de asalariados que no cuentan con aportes jubilatorios, cobertura social ni derecho a
indemnización en caso de ser despedidos.
Esa franja de
trabajadores que se desempeñan en un mercado laboral superflexible también explica el
derrumbe salarial de los sectores medio y bajo, ya que estos puestos mal remunerados
empujan hacia abajo los sueldos de los empleados en blanco.
consecuencias de la devaluacion en brasil
50 mil empleos menos en la industria
Por M.M.
Tras la
devaluación del real en Brasil, en los primeros cinco meses del año, se perdieron 50 mil
puestos de trabajo en la industrias radicadas en Capital y Gran Buenos Aires. No son datos
de la Unión Industrial, parte en el conflicto comercial desatado con el socio mayor del
Mercosur, sino que son cifras oficiales del propio Indec.
Los datos de empleo de la encuesta de hogares del Indec indican que, entre octubre y mayo
último, se destruyeron empleos en la industria, mientras que florecieron las tareas
vinculadas con servicios informales, especialmente, de comercio.
Según las cifras oficiales, en dicho lapso se perdieron 47.500 empleos en el sector
industrial, donde prevalece el trabajo asalariado y la informalidad y el negro es menor.
Aunque no sería justo adjudicar la culpa de todos los puestos barridos en la industria a
las importaciones brasileñas, estimuladas por un tipo de cambio favorable, lo cierto es
que la medición de mayo del Indec sirve para captar el efecto Brasil sobre el
empleo local. De hecho, no es casualidad que todos los puestos generados en el período
estén en los sectores de servicios, resguardados de la competencia externa, mientras que
el vendaval de despidos haya involucrado a las industrias que afrontan en sus precios las
consecuencias de un peso sobrevaluado.
Así, se crearon 136 mil empleos nuevos en el comercio. Para los técnicos del organismo
oficial, la mayoría de estos puestos son desempeñados por cuentapropistas, en negocios
informales, en su mayoría al margen del fisco o de la seguridad social.
También creció el empleo en la construcción: 11 mil puestos más. Como es sabido, esta
actividad tampoco sufre la competencia importada con un tipo de cambio apreciado. Otro de
los sectores que motorizó la creación de empleos, en medio de la crisis, fue el de
servicio doméstico. De acuerdo con las cifras oficiales, en los primeros meses de este
año se habrían creado 10 mil empleos de servicio doméstico.
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