Por Adrián De Benedictis Hazaña de San Lorenzo que,
con un equipo nuevo, lleno de juveniles, consiguió una victoria muy trabajada, que
sustentó en una mejor disposición táctica y anímica cuando estuvo entero, y en una
ordenada defensa cuando estuvo en inferioridad. Boca centralizó cuando debió buscar y
aunque sumó delanteros y volantes no pensó bien.
Arrancó mucho mejor San Lorenzo, con voluntad de manejar la pelota por lo bajo. Bien
atrás hombre sobre el Mellizo y Palermo con Córdoba libre- se adueñó del campo.
Apoyado en el buen trabajo de Borrelli, que anticipaba a Serna, y en el control de
Riquelme, que tardó mucho en tomar contacto con la pelota, aislado por Saric y Morel
Rodríguez, San Lorenzo insinuó que podría llegar a través de Ariel López, muy activo.
Ese dominio de los de Ruggeri tardó sin embargo en concretarse. Por el contrario, un Boca
sin la pelota tuvo la mejor oportunidad cuando Palermo la dominó de espaldas, se dio
vuelta en el borde del área y sacó un remate que se fue apenas afuera. Sin embargo, en
el cuarto de hora, el tiro libre que llovió sobre el área y ante la pasividad de
Bermúdez y Arruabarrena empujó López al gol, puso lo que era en ese momento, justicia.
Boca sólo reaccionó después de la mitad del período, con la mejoría del Mellizo y de
Riquelme. Campagnuolo se lo sacó mano a mano a Palermo y de ahí en más, dominó. La
salida de Borrelli se sintió en San Lorenzo, y la expulsión que pareció
apresurada de Ameli dejó a los parciales ganadores en inferioridad. Pasó Paredes a
hacer hombre al fondo y aguantó hasta el final, e incluso tuvo una oportunidad que López
tiró muy arriba.
En el segundo fue Boca el que pareció decidido. Lo tuvo muy claro Ibarra, lo tuvo Palermo
y Campagnuolo se hacía figura. Bianchi eligió a La Paglia por un desacertado Basualdo,
apostando en ataque, después sumaría a Barijho; Ruggeri se quedó con un solo delantero
y optó por aguantar un poco. Boca empujaba pero no creaba peligro, al menos en la
proporción y con la intensidad que cabía esperar. Entonces también se fue Romeo y se
acabaron los cambios y la esperanza de atacar. Todo fue ver si Boca podía. Y no pudo.
Vacilaciones o mala fortuna de los delanteros (Palermo lo tuvo tres veces), imprecisiones
de los armadores (no anduvo bien Riquelme), heroicas salvadas, todo sumó para que la
hazaña se concretara. Incluso dándose el gusto de algún ole sobre el final
con Romagnoli de bastonero.
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