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DEBATE POR LA INSTALACION DE UNA ESTATUA DE JUAN PABLO II
La cruz junto a los libros

Un grupo de intelectuales salió a criticar la presencia de la estatua que se inaugura hoy en la Biblioteca. Fue habilitada por un decreto de Menem, aunque una ley prohibía monumentos a personas vivas. Después, el Congreso aprobó una excepción.

La estatua que será inaugurada hoy domina la escena en los jardines de la Biblioteca.

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Por Alejandra Dandan

t.gif (862 bytes) Una cruz vigila el palacio de letras. Allí estará a partir de hoy la figura del jefe de la Iglesia católica, Juan Pablo II, en el predio de la Biblioteca Nacional. A través de un decreto firmado el lunes pasado, el presidente Carlos Menem habilitó su instalación, en contra de una ley que prohíbe levantar monumentos a personas vivas. Para salvar el detalle, el PJ impulsó el tratamiento sobre tablas en el Congreso: la excepción para el monumento a Su Santidad es desde el miércoles ley nacional. Lo logró con el apoyo de la oposición, que negoció a cambio –ironías de la vida legislativa– la aprobación de un aspecto técnico sobre la instalación del Museo del Holocausto. La estatua donada por la comunidad polaca argentina quedará instalada en los terrenos más altos de la Biblioteca. Con ella, el Presidente coronará el agasajo a la Iglesia tras finalizar ayer el encuentro sobre familia organizado por el Vaticano en la urbe. La presencia de la estatua generó el rechazo de un amplio sector de intelectuales: las críticas fueron lanzadas, entre otros, por Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano y Adrián Gorelik.
El monumento es expansivo. La hechura del Papa fue construida a lo largo de sólidos cuatro metros cuarenta de bronce. El sitio dispuesto fue el eje más alto de los terrenos de la Biblioteca. Figura panóptica, bajo la cual el jefe de Estado obtendrá esta mañana la bendición de la Iglesia. El director de la Biblioteca, Oscar Sbarra Mitre, sostiene: “Si se hubiese montado sobre la zona baja, la lectura de los intelectuales, a los que respeto, hubiese sido otra”.
Los intelectuales no leen el símbolo como panóptico. Critican la excepción hecha para el monumento donado por la comunidad polaca. El grupo vinculado a la revista Punto límite conoció el proyecto y discutió el criterio desde el cual criticarlo. “No queríamos intervenir sólo como intelectuales sino desde nuestro lugar de ciudadanos”, dice a Página/12 Beatriz Sarlo. Se consensuó a partir de allí una carta de lectores y después un encadenamiento de e-mails que sumaron a lo largo del jueves a hombres y mujeres de la cultura, entre los que se cuentan Ricardo Piglia, Hugo Vezzetti, Hilda Sabato, Oscar Terán, Jorge Gotti y Miguel Teubal.
Sarlo está molesta. Lo dice dos veces: “Esta ley me molesta, me molesta, la biblioteca tiene una de las vistas más maravillosas de la ciudad”. “Este culto a la personalidad –dice– es antirrepublicano.” Por eso critica a los jefes de gobierno: “Menem y (Fernando) De la Rúa viven bajo miedos y temores. Ninguno de ellos es claro y enérgico para decir a la comunidad polaca que ése no es el lugar”. Los piensa en la inauguración hincados ahí, bajo la estatua: “Parecen chicos tomando la primera comunión”.
En la Cámara de Diputados se habla en cambio de negociaciones. Ese parece haber sido la ruta emprendida para la modificación. “Esto no se trató en la Comisión de Culto: –explica un diputado que reclama el off–, se votó sobre tablas”. El motivo: “La Alianza necesitaba tratar un punto sobre la instalación del museo del Holocausto (que se inauguró ayer) y el justicialismo, la estatua”, explican. Holocausto y papado. El binomio opacó las discusiones. Juan Pablo Cafiero, desde el Frepaso, votó la excepción. Conoció el tema al día siguiente por la carta de los intelectuales: “Como católico me siento afectado: debo respetar a los otros, no tenemos derecho a imponer un símbolo propio”, dice.
Hilda Sabato asocia la ausencia de debate público “Con los gestos de los últimos días sobre el aborto y expresiones de los candidatos”. La figura del Papa impuesta “en un lugar que si algo tendría que ser es público –dice–: está violando una ley que lo prohibía”.
La norma existe desde el ‘55: impulsada por un gobierno de facto, prohíbe montar monumentos a personas vivas. La Secretaría Legal y Técnica de Presidencia se encargó de revisar el espíritu de la norma. Y dedujeron, aunque el decreto no lo decía, que las intenciones de entonces fueron”referir tal prohibición a los nacionales”. El Papa quedaría así exceptuado. Por eso el 2 de agosto salió un decreto de Menem que habilita la instalación. Pero por si el decreto no bastaba, se apuró la sanción del Congreso. Descendiente de polacos, el senador justicialista por Formosa, Ricardo Branda, impulsó el pedido de esa estatua. Branda dice: “El Papa no merece una, sino 20 estatuas”.

 

Contra los “obsecuentes”

La estatua del Papa que será inaugurada por Carlos Menem en la Biblioteca Nacional no es el único caso de esculturas levantadas en vida del homenajeado, aunque según un especialista, esa tendencia está enmarcada en el aspecto político. “En Argentina, los casos que recuerdo son los de Perón y de Evita”, sostiene Juan José Ganduglia, curador del Museo de la Casa Rosada desde el ‘91 y adscripto a esa institución desde “hace muchos más años”.
Según Ganduglia, “en Delhi se levantó una enorme estatua a la reina Victoria, en homenaje a su visita. El rey de Austria, Francisco José, se mandó construir la suya, igual que Luis XIV en Versailles. Napoleón tenía también y es famosa la de su hermana, Paolina Borghese. Franco había desparramado estatuas suyas por imposición en toda España”. Ganduglia no cuestiona que una estatua sea erigida en vida del homenajeado, “salvo que sea con un fin totalitario o proselitista”. “¿Por qué se habrá dispuesto la prohibición?”, preguntó este diario. “Seguro que para evitar los apasionamientos, para evitar que gente inescrupulosa, obsecuentes, puedan obtener algún rédito”.


La saga legal del homenaje

Las idas y vueltas legales en torno de la estatua del Papa frente a la Biblioteca Nacional reconocen tres momentos:
ron2.gif (93 bytes)   El decreto-ley 5.158, del 12 de diciembre de 1955, establece en su artículo tercero la prohibición “a los poderes del Estado nacional, provincial o municipal, de rendir homenaje a personas vivientes con estatuas o monumentos”.
ron2.gif (93 bytes)   Sin embargo, el 2 de agosto último y en franca contradicción con esa norma –a esa altura aún vigente–, el presidente Carlos Menem firmó el decreto 835 que dispone el emplazamiento de la estatua. El texto define al homenajeado como “el más amado representante de la institución papal de todos los tiempos”. Un poco más adelante y con el mismo espíritu, señala que se trata de “una figura paradigmática de la cultura, ya que tanto en su obra cuanto en su pontificado proyecta su personalidad desde su condición de filósofo, escritor y poeta, lo cual, unido a su constante pregonar en contra de todo tipo de violencia, le ha valido el calificativo de ‘Papa de la Cultura, el Amor y la Paz’”.
ron2.gif (93 bytes)   Finalmente, el miércoles pasado, la Cámara de Diputados convirtió en ley –aunque tardíamente– la excepción al decreto de 1955 para que el de Menem no quedara offside. La norma en cuestión había venido con media sanción del Senado, donde la impulsó el justicialista Ricardo Branda.


 

LOS ARGUMENTOS DE LOS INTELECTUALES QUE SE OPONEN
“Va contra el pluralismo religioso”

t.gif (862 bytes) Un grupo de intelectuales consideró que el freno a la legitimidad de la estatua del Papa aparece en un punto: “No debería afectar principios constitucionales de pluralismo ideológico, religioso y cultural”. Por eso ayer criticaron no sólo el lugar dónde será colocada, sino también la falta de discusión en torno de la excepción que posibilitó la instalación de la estatua.
Para los intelectuales vinculados a la publicación Puntos de Vista, la Biblioteca como espacio simbólico debería ser un lugar abierto a la pluralidad y universalidad de pensamiento. Por eso insisten en calificar la imposición de “error grosero”.
En diálogo con Página/12, Hilda Sabato se mostró “preocupada por la dirección de afirmar la presencia de símbolos y expresiones vinculadas a la religión católica en la vida pública”. Por ello insiste en la concepción de una sociedad donde desde fines del siglo pasado las visiones laicas tuvieron un papel importante en los formación la república.
Ese lugar físico de privilegio tiene correlato estético y moral. Beatriz Sarlo indica que las “ciudades no aceptan cualquier regalo. Por eso la comitiva presidencial estuvo dando vueltas en París con una estatua de Gardel que nadie la aceptaba”. Para Sarlo, esto muestra que las ciudades deciden cuáles son las personalidades que validan sus normas estéticas. “Buenos Aires no puede comportarse como si fuera la última nación de la tierra”, insiste.

 

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