Por Cecilia Bembibre Lou Reed, John Lennon, Sting,
Luca Prodan, Oasis ... y ahora Stephen King. Desde la cama, el escritor de horror sumó a
su condición de fenómeno editorial más de cien millones de libros vendidos
la de estrella de rock. Una versión de la canción Stand by me (que tiene
como cien versiones, entre ellas una de John Lennon, utilizada en el film Cuenta conmigo,
de Rob Reiner), grabada por King y su banda, se ha convertido de las más pedidas en las
emisoras de radio a lo largo y a lo ancho de todo Estados Unidos desde que se hizo
pública la noticia del accidente que lo tiene en forzado reposo. La propia historia de
ese accidente parece una de sus terroríficas invenciones. Quizá, sea parte de su
próximo libro. O le dé argumento para el guión de un film. Ya se sabe, con King nunca
se sabe.
Hace unos años, uno de sus fans entró a la casa y amenazó a su esposa con una bomba.
Desde entonces, King abandonó su gentil reticencia a ser entrevistado o a autografiar sus
libros para directamente recluirse en su mansión victoriana de veintisiete habitaciones
en Bangor, Maine. Pocas circunstancias lo hacen asomar la nariz: prefiere vagar por el
ciberespacio, llenando su página web de rumores oficiales, o ensayar con su
grupo de rock, los Rock Bottom Remainders (que comparte con el humorista Dave Barry y la
novelista Amy Tan). Pero hace poco más de un mes tuvo la infortunada idea de salir a
caminar por la ruta que bordea el pueblo de North Lovell, también en Maine, donde tiene
su residencia de vacaciones. Lo que le sucedió a partir de entonces parece una
proyección de sus fantasías literarias: un combinado de Misery, Cujo y Christine, y son
sólo algunos de los paralelos.
King bordeaba un campo de béisbol en North Lovell (que él mismo donó a la localidad)
cuando un automóvil que se acercaba por la ruta se desvió y se lo llevó por delante.
Distraído por el perro rottweiler que se movía dentro del vehículo, el conductor Bryan
Smith causó un choque que destruyó el parabrisas. El autor voló cinco metros y cayó en
una cuneta. Con dos costillas, la cadera, la pelvis y una pierna fracturada fue trasladado
al centro médico de Maine, donde se le hicieron varias operaciones.
Ya en su casa, aunque confinado al lecho o a la silla de ruedas, el escritor trabaja en su
nuevo libro una hora y media por día, según comentó esta semana su esposa, Tabitha
King. Sus lectores especulan, y discuten en la red, sobre el tema de la obra en cuestión.
Muchos aseguran que será un relato a la King del accidente. El autor no es el único que
vio en la catástrofe una oportunidad: para muchos pequeños negocios del pueblo de
Bangor, tener algo que ver con King es algo que no desaprovechan. El centro médico donde
fue internado se apresuró en establecer una página en Internet vinculada con el sitio
oficial del escritor. La pequeña librería Betts Bookstore, cercana a la casa de King,
recibió a los lectores angustiados con primeras ediciones y copias autografiadas de
Carrie y El Resplandor. Las grandes cadenas de librerías renovaron sus stocks con buen
olfato: King está segundo entre los best sellers del mes pasado en Estados Unidos.
El hombre que definió su productividad como el McDonalds de la
literatura, puede tomarse todo el tiempo del mundo para tipear. Tiene varias obras
concluidas, a punto de ser editadas, e incluso una (Hearts of Atlantis) lista para llegar
a las librerías. King postergará la presentación programada para el 14 de setiembre, ya
que la rehabilitación física le tomará varios meses. Su vocero adelantó que no
aparecerá en público al menos por un año. Sus fans argentinos acaso busquen consuelo en
El aprendiz (Apt pupil), un film basado en páginas de King que acaba de estrenarse en
video.
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