Günter Grass sin
ninguna duda el mayor escritor vivo del idioma alemán- se ha comprometido siempre con la
actualidad política de su país. Nunca se encerró en la torre de marfil sino que salió
a la palestra a decir su opinión sobre los acontecimientos políticos de su tierra y del
mundo. Como debe ser un intelectual: escribir sin aceptar mandatos de balcones ni de
púlpitos pero sí seguir el paso de su sociedad y mostrar ética ciudadana.
Grass se metió en la discusión que se ha levantado en toda la izquierda europea de qué
significa socialismo en el año dos mil, luego del papel firmado por Blair y Schroeder que
quiere trasladar definitivamente al centro lo que nació a la izquierda. Socialismo con un
nuevo nombre: El Nuevo Centro, o el Tercer Camino.
Grass es un socialdemócrata que acompañó a Willy Brandt. Por ahora está con Schroeder,
y pide paciencia, darle oxígeno a su fatigado gobierno.
No deja de tener razón Grass en aquello que a un gobierno nuevo hay que darle tiempo, y
no demolerlo a las semanas de haber comenzado, más en este caso, dieciséis
años después del conservador Kohl. Pero donde se equivoca Grass es en asustar con la
tragedia de 1933 cuando Hitler llegó al poder. Grass hizo suyas las palabras del escritor
antinazi Kurt Tucholsky quien, desde su exilio en Suecia, hizo responsables del triunfo de
Hitler a quienes habían criticado a los gobiernos de la débil República de Weimar. No
fue así. Hitler llegó al poder porque todos los partidos representantes del poder
económico-financiero y de las estructuras de las culturas religiosas como el
católico Partido del Centro le dieron su voto en el Reichstag y le otorgaron plenos
poderes.
No criticar al oscilante gobierno de Schroeder es como si a los argentinos se nos corriera
con el fantasma de no censurar a Duhalde o De la Rúa porque si no pueden surgir desde las
sombras un Patti o un Rico.
Creemos que el derecho a crítica es el arma principal del ciudadano democrático, pero
nos referimos a la crítica sin demagogias ni solapados alcances. Y eso es lo que está
pasando en Europa en la discusión sobre la presunta muerte del socialismo y el aparente
triunfo inaugural de una nueva época del centro modernizado.
Y Grass se equivoca al pedir que se detengan las críticas a Schroeder. La tregua se
acabó en el mismo instante en que éste con Blair aconsejaron abandonar los
ideales por los cuales mucha gente los votó. Principalmente, en Alemania, los más de
cuatro millones de desocupados. Es decir, cambió de programa cuando era necesario debatir
más que nunca cómo en tiempos de escasez debe impartirse justicia, y no disminuir esa
justicia a medida que avanza la escasez.
El Nuevo Centro nos habla de dinamización de la economía y de
la liberalización de creatividad e innovación. Todos sabemos y las
estadísticas de la última década lo demuestran a quién ha favorecido la
dinamización de la economía y a quién dio ganancias la creatividad e
innovación. Querer solucionar los inmensos problemas mundiales con más de lo mismo
tiene un algo sospechoso a demagogia y facilismo. La única solución está en restringir
la libertad de ganancia para que el reparto no sea tan injusto. La clave no es
producir más para vender más y ganar más sino producir para que el esfuerzo de todos
vaya dando soluciones alos problemas insolubles del planeta. El plan anglo-alemán del
laborismo de Blair y de la socialdemocracia de Schroeder pinta muy bien para un mundo que
sólo estuviera conformado por Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña.
Ahí sí, calza perfecto. Cuando ellos dicen: nosotros apoyamos una economía de
mercado y no una sociedad de mercado, nos parece un pensamiento brillante, ¿pero
quién le pone el cascabel al gato si cada vez más la línea la dicta el mercado
globalizado? Si nada tiene que dar pérdida y todo ganancia, ¿dónde queda la cultura, la
salud, la educación? El documento de quienes todavía usan nombres y divisas socialistas
tiene párrafos que envidiarían los propios neoliberales. Dice: El punto de vista
de que el Estado debe corregir errores de mercado perjudiciales, llevó demasiado a menudo
a una ampliación desproporcional de la administración y la burocracia, en el marco de la
política socialdemócrata. Tenemos valores que son importantes para los ciudadanos como:
rendimiento personal y éxito, espíritu empresario, responsabilidad propia y sentido
común y que en el pasado los postergamos en busca de aspiraciones universales.
Quien leyera a los luchadores del siglo pasado no podría creer lo que hoy firma el
titular del mismo partido de aquellos pioneros.
Este mundo actual, donde la violencia entra por la puerta de calle fue obra precisamente
de un mundo creado bajo la inspiración del espíritu empresario, del
rendimiento personal y del éxito. Todo lo contrario nos enseña
la experiencia: lo que hay que enaltecer es el espíritu solidario, la convicción de que
el beneficio de la sociedad es el principio del beneficio propio. Esa es la ética que
tiene que enseñarse y aprenderse si se quiere, dentro de la libertad, el logro de una
vida de dignidad para todos. Hay que cambiar la mentalidad de que lo práctico
es sólo lo que atiende al rendimiento personal; justamente lo verdaderamente
práctico a la larga es lo que sirve para toda la sociedad y al mismo tiempo
protege el medio ambiente en el que vivimos.
Esa tiene que ser la misión del verdadero socialismo: el solidarismo.
Por supuesto que es positivo repensar, pero no repensar para retroceder. Citar ahora el
sentido de realidad o aquello de que al ser humano sólo lo mueve lo que
beneficia su interés personal es volver poco a poco a la ley del más fuerte.
Y lo vemos ya aquí, en Alemania, donde Schroeder anuncia restricciones: ahorro se llama y
por supuesto deben ahorrar los más débiles. Se habla ya abiertamente que hay que
despedirse de sindicatos y de otras organizaciones de derechos comunes ya que el futuro va
a estar en el individualismo y en la dinámica económica. La pregunta es ¿cómo hacer
entonces con los jubilados que viven cada vez más años y los dependientes que cada vez
son menos y deben pagar más para solventar las jubilaciones, si esto sólo se mira desde
el principio del mercado? ¿Qué hacer con los enfermos en un sistema de salud pública
que cada vez se limita más? Privatizar significa recibir el servicio de acuerdo a la
categoría que se paga. Es decir, caeríamos definitivamente ya en la sociedad de elegidos
y condenados.
La solución, la difícil solución no está corriéndose a la derecha. Sí, tal vez en
aprender de los errores de la izquierda para ir paso a paso en búsqueda de sociedades
articuladas en un sentido del bien común. Es posible regular la economía mundial de
acuerdo a las necesidades de todos,siempre que se tome como tema de discusión fundamental
en los organismos mundiales. Para ello, es esencial que las universidades no se
privaticen, es decir no pasen al servicio de tal o cual empresa o pool económico, sino
que pertenezcan a la sociedad. Allí es donde deberán pensarse las soluciones que
incluyan a todos. Marcharemos más despacio pero con menos violencia. En esas
universidades se debe proyectar el sistema del futuro. Y se debe crear un congreso mundial
de debate de soluciones integrales. Sin solución mundial nadie logrará ni soluciones
parciales.
¿Utopía? Sin lugar a dudas. Pero el único camino posible. Hay que lanzarse al
desconocido mar de la utopía con las tres carabelas. Dignidad, Solidaridad y Libertad. No
para destruir paraísos sino para descubrirlos.
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