Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


HER GÜNTER GRASS:
HAY QUE CRITICAR


Por Osvaldo Bayer

Desde Bonn


t.gif (862 bytes) Günter Grass –sin ninguna duda el mayor escritor vivo del idioma alemán- se ha comprometido siempre con la actualidad política de su país. Nunca se encerró en la torre de marfil sino que salió a la palestra a decir su opinión sobre los acontecimientos políticos de su tierra y del mundo. Como debe ser un intelectual: escribir sin aceptar mandatos de balcones ni de púlpitos pero sí seguir el paso de su sociedad y mostrar ética ciudadana.
Grass se metió en la discusión que se ha levantado en toda la izquierda europea de qué significa socialismo en el año dos mil, luego del papel firmado por Blair y Schroeder que quiere trasladar definitivamente al centro lo que nació a la izquierda. Socialismo con un nuevo nombre: “El Nuevo Centro”, o el “Tercer Camino”.
Grass es un socialdemócrata que acompañó a Willy Brandt. Por ahora está con Schroeder, y pide paciencia, darle oxígeno a su fatigado gobierno.
No deja de tener razón Grass en aquello que a un gobierno nuevo hay que darle tiempo, y nona32fo01.jpg (9076 bytes) demolerlo a las semanas de haber comenzado, más en este caso, dieciséis años después del conservador Kohl. Pero donde se equivoca Grass es en asustar con la tragedia de 1933 cuando Hitler llegó al poder. Grass hizo suyas las palabras del escritor antinazi Kurt Tucholsky quien, desde su exilio en Suecia, hizo responsables del triunfo de Hitler a quienes habían criticado a los gobiernos de la débil República de Weimar. No fue así. Hitler llegó al poder porque todos los partidos representantes del poder económico-financiero y de las estructuras de las culturas religiosas –como el católico Partido del Centro– le dieron su voto en el Reichstag y le otorgaron plenos poderes.
No criticar al oscilante gobierno de Schroeder es como si a los argentinos se nos corriera con el fantasma de no censurar a Duhalde o De la Rúa porque si no pueden surgir desde las sombras un Patti o un Rico.
Creemos que el derecho a crítica es el arma principal del ciudadano democrático, pero nos referimos a la crítica sin demagogias ni solapados alcances. Y eso es lo que está pasando en Europa en la discusión sobre la presunta muerte del socialismo y el aparente triunfo inaugural de una nueva época del “centro modernizado”.
Y Grass se equivoca al pedir que se detengan las críticas a Schroeder. La tregua se acabó en el mismo instante en que éste –con Blair– aconsejaron abandonar los ideales por los cuales mucha gente los votó. Principalmente, en Alemania, los más de cuatro millones de desocupados. Es decir, cambió de programa cuando era necesario debatir más que nunca cómo en tiempos de escasez debe impartirse justicia, y no disminuir esa justicia a medida que avanza la escasez.
El “Nuevo Centro” nos habla de “dinamización de la economía” y de “la liberalización de creatividad e innovación”. Todos sabemos –y las estadísticas de la última década lo demuestran– a quién ha favorecido la “dinamización de la economía” y a quién dio ganancias la “creatividad e innovación”. Querer solucionar los inmensos problemas mundiales con más de lo mismo tiene un algo sospechoso a demagogia y facilismo. La única solución está en restringir la “libertad” de ganancia para que el reparto no sea tan injusto. La clave no es producir más para vender más y ganar más sino producir para que el esfuerzo de todos vaya dando soluciones alos problemas insolubles del planeta. El plan anglo-alemán del laborismo de Blair y de la socialdemocracia de Schroeder pinta muy bien para un mundo que sólo estuviera conformado por Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña.
Ahí sí, calza perfecto. Cuando ellos dicen: “nosotros apoyamos una economía de mercado y no una sociedad de mercado”, nos parece un pensamiento brillante, ¿pero quién le pone el cascabel al gato si cada vez más la línea la dicta el mercado globalizado? Si nada tiene que dar pérdida y todo ganancia, ¿dónde queda la cultura, la salud, la educación? El documento de quienes todavía usan nombres y divisas socialistas tiene párrafos que envidiarían los propios neoliberales. Dice: “El punto de vista de que el Estado debe corregir errores de mercado perjudiciales, llevó demasiado a menudo a una ampliación desproporcional de la administración y la burocracia, en el marco de la política socialdemócrata. Tenemos valores que son importantes para los ciudadanos como: rendimiento personal y éxito, espíritu empresario, responsabilidad propia y sentido común y que en el pasado los postergamos en busca de aspiraciones universales”. Quien leyera a los luchadores del siglo pasado no podría creer lo que hoy firma el titular del mismo partido de aquellos pioneros.
Este mundo actual, donde la violencia entra por la puerta de calle fue obra precisamente de un mundo creado bajo la inspiración del “espíritu empresario”, del “rendimiento personal” y del “éxito”. Todo lo contrario nos enseña la experiencia: lo que hay que enaltecer es el espíritu solidario, la convicción de que el beneficio de la sociedad es el principio del beneficio propio. Esa es la ética que tiene que enseñarse y aprenderse si se quiere, dentro de la libertad, el logro de una vida de dignidad para todos. Hay que cambiar la mentalidad de que lo “práctico” es sólo lo que atiende al rendimiento personal; justamente lo verdaderamente “práctico” a la larga es lo que sirve para toda la sociedad y al mismo tiempo protege el medio ambiente en el que vivimos.
Esa tiene que ser la misión del verdadero socialismo: el solidarismo.
Por supuesto que es positivo repensar, pero no repensar para retroceder. Citar ahora el “sentido de realidad” o aquello de que al ser humano sólo lo mueve lo que beneficia su interés personal es volver poco a poco a la ley del más fuerte.
Y lo vemos ya aquí, en Alemania, donde Schroeder anuncia restricciones: ahorro se llama y por supuesto deben ahorrar los más débiles. Se habla ya abiertamente que hay que despedirse de sindicatos y de otras organizaciones de derechos comunes ya que el futuro va a estar en el individualismo y en la dinámica económica. La pregunta es ¿cómo hacer entonces con los jubilados que viven cada vez más años y los dependientes que cada vez son menos y deben pagar más para solventar las jubilaciones, si esto sólo se mira desde el principio del mercado? ¿Qué hacer con los enfermos en un sistema de salud pública que cada vez se limita más? Privatizar significa recibir el servicio de acuerdo a la categoría que se paga. Es decir, caeríamos definitivamente ya en la sociedad de elegidos y condenados.
La solución, la difícil solución no está corriéndose a la derecha. Sí, tal vez en aprender de los errores de la izquierda para ir paso a paso en búsqueda de sociedades articuladas en un sentido del bien común. Es posible regular la economía mundial de acuerdo a las necesidades de todos,siempre que se tome como tema de discusión fundamental en los organismos mundiales. Para ello, es esencial que las universidades no se privaticen, es decir no pasen al servicio de tal o cual empresa o pool económico, sino que pertenezcan a la sociedad. Allí es donde deberán pensarse las soluciones que incluyan a todos. Marcharemos más despacio pero con menos violencia. En esas universidades se debe proyectar el sistema del futuro. Y se debe crear un congreso mundial de debate de soluciones integrales. Sin solución mundial nadie logrará ni soluciones parciales.
¿Utopía? Sin lugar a dudas. Pero el único camino posible. Hay que lanzarse al desconocido mar de la utopía con las tres carabelas. Dignidad, Solidaridad y Libertad. No para destruir paraísos sino para descubrirlos.

rep.gif (706 bytes)

PRINCIPAL