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Por Raúl Kollmann La Brigada Antiterrorista, que conduce el comisario Jorge Palacios, analiza un viejo informe confidencial realizado por la Comisión Republicana de Investigaciones del Congreso norteamericano en el que se habla de un tercer atentado que estuvo a punto de perpetrarse el 2 de agosto de 1994, dos semanas después del ataque contra la AMIA. Aquel día se encontraron en un baño de Aeroparque elementos para armar un artefacto explosivo que según dice el informe norteamericano iba a ser detonado dentro de un avión de pasajeros produciendo otra masacre terrible. En el texto se adjudica la responsabilidad del intento a agentes del Hezbollah, organización a la que también le atribuyen el atentado contra la AMIA. Lo extraño es que el hallazgo de Aeroparque puso en marcha una causa en el juzgado federal a cargo del doctor Claudio Bonadío el expediente número 58 caratulado como Intimidación Pública, pero hace tiempo que fue enviado al archivo. El informe realizado por los congresistas Josef Bodansky y Vanhd Forrest fue entregado a la justicia argentina el 17 de agosto de 1994, es decir hace casi cinco años, pero una incipiente investigación realizada por aquellos días no condujo a nada. Según el texto norteamericano, el punto de partida fue un bolso encontrado en el baño de damas de Aeroparque conteniendo un fusible de tiempo electrónico y pilas. Supuestamente, una terrorista suicida llegaría con los explosivos para armar el artefacto y subir a un avión de cabotaje que el informe no identifica. Como es obvio, el documento concluye que el plan era realizar el tercer atentado haciendo estallar el avión en pleno vuelo. A lo largo de todo el informe, los congresistas insisten una y otra vez en que tanto el atentado contra la AMIA como ese supuesto ataque suicida fueron obra del Hezbollah, aunque no dan nombres ni domicilios ni lugares en los que se prepararon las cosas. Se hizo una investigación recuerda uno de los hombres cercanos al juez Juan José Galeano, pero la realidad es que no había hacia adónde arrancar. Estaba el bolso, pero nada más. No se podía seguir a nadie ni interrogar a ningún sospechoso, simplemente porque no los había. Por esa razón, la causa se caratuló como Intimidación Pública, es decir una especie de amenaza. En la misma semana de la explosión de la AMIA estalló en pleno vuelo un avión panameño. En total murieron 21 personas, entre ellos 12 empresarios judíos. En uno de sus comunicados, la organización Ansar Allah, Partisanos de Dios, un brazo armado del partido libanés pro-iraní Hezbollah, reivindicó lo de la AMIA y lo de Panamá, pero nunca se probó totalmente que la caída del avión fuera un atentado. El texto norteamericano une todos los puntos: el atentado de Pasteur, el avión panameño y el bolso de Aeroparque eran todas partes de un mismo plan terrorista elaborado en Irán. Lo cierto es que cinco años después de aquel informe, la División Antiterrorista, que por entonces no existía, decidió revisar los papeles y se encontró con el texto de los congresistas. El comisario Palacios considera que hay elementos en el escrito que le dan verosimilitud, pero todos reconocen que transcurrido tanto tiempo será muy difícil encontrar alguna prueba que ratifique el contenido del documento. La realidad es que en los próximos meses la atención estará concentrada mucho más en la llamada conexión local que en estos hilos que apuntan hacia el origen internacional del atentado. El juez, los fiscales y la Brigada Antiterrorista tienen que terminar el tramo de la causa que está en camino hacia el juicio oral y que apunta al armador de autos truchos Carlos Telleldín y los policías bonaerenses detenidos como cómplices del ataque.
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