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PANORAMA ECONOMICO

¡Vote a De va Lúa!

Por Julio Nudler

Desde hace algunas semanas, el dólar empezó a subir en el mercado futuro informal, donde aceleró su precio en los últimos días, hasta cerrar ayer a un peso once centavos para el 30 de diciembre. Esto implica una expectativa de devaluación del peso del 10 por ciento y una prima que está rondando el 25 por ciento anual. En el circuito a término (forward) blanco, que está regulado por el Banco Central, el panorama no es muy diferente: allí el dólar cotiza a 1,10 para fin de diciembre. Además, el volumen de operaciones –que es, en sí mismo, un indicador de incertidumbre– es en estas jornadas algo mayor incluso que el de la época de la crisis rusa, en agosto de 1998. El mercado despierta así de un largo letargo, provocado por la estabilidad. La sensación es que hay muchos operadores buscando cubrirse antes del cierre de cuentas de fin de año, por el cambio de gobierno. Nada de esto existía un mes y medio atrás.
En el mercado legal operan importadores que quieren cubrirse ante una eventual caída del peso, exportadores que aprovechan para vender más caro sus dólares, y también inversores cuyas colocaciones en pesos vencen a partir de la cuarta semana de octubre y quieren asegurarse ya mismo la paridad para pasar sus fondos a dólares, y por supuesto simples especuladores o timberos que creen tener mejor información que el resto de la gente. La percepción de riesgo cambiario se activa particularmente cuando los plazos caen del otro lado del 24 de octubre, fecha de los comicios. Según una encuesta que el consultor político Rosendo Fraga cerró el 30 de julio, el 24 por ciento de los consultados cree que habrá devaluación si gana la Alianza (De la Rúa es para ellos De va Lúa), y un 22 por ciento piensa lo mismo si el (improbable) vencedor fuera Duhalde. También en esto el radical aventaja al peronista.
En todas las compraventas de dólares a futuro, el día del vencimiento quien perdió la apuesta paga la diferencia entre la cotización a término pactada y la paridad de contado de ese momento. Para los nostálgicos, es como volver a las viejas épocas, que mató la convertibilidad. Los operadores que tienen suficiente crédito en el mercado no necesitan aportar ningún aval de cumplimiento, aunque en el circuito blanco el BCRA exige recaudos a las entidades intervinientes para prevenir los pufos.
El circuito alternativo funciona –también él– a través de mesas de dinero, y contra posiciones de divisas obviamente constituidas en el exterior porque casi toda la plata que se mueve allí es negra. Operando “por afuera” no hay DGI ni Banco Central que valgan. El dinero está generalmente en Nueva York, o como opción en Londres, donde se localizan las mayores concentraciones mundiales de operadores, aunque es frecuente que sólo permanezca allí durante el día. Los saldos de esas cuentas prefieren pernoctar en alguna off shore bancaria de las Antillas u otros paraísos. Las ganancias obtenidas deberían pagar acá impuestos, pero, como es de suponer, nadie se las declara a Carlos Silvani.
Las mesas de dinero no son ya oscuras cuevas en el microcentro. Hoy están instaladas en los mejores bancos. Son, efectivamente, mesas grandes como una habitación, a las que se sientan los boneros (que transan títulos) en pesos o en dólares, los operadores de call (préstamos interbancarios) en pesos o en dólares y los cambistas, dedicados a tráficos abiertos u ocultos. En realidad, aunque esas mesas están físicamente situadas en los bancos, la contabilidad de éstos no registra sus operaciones cuando no se debe. Todos los asientos están en los libros de las off shore.
La convertibilidad, que implica un tipo de cambio fijo, al cual el Banco Central compra y vende ilimitadamente, sólo rige para el contado blanco. No para el futuro ni para el negro, que son mercados necesariamente flotantes. En otras épocas, de control cambiario, el BCRA vendía dólares a término mediante las llamadas operaciones de pase, o swaps. Era una forma de sostener al peso, angostando la brecha del paralelo. Pero siempre sucedía que la prima cargada por el Central a las operaciones resultaba ala postre ínfima en relación con la trepada del dólar, por lo que todo ese mecanismo sólo servía para subsidiar generosamente a los grandes especuladores.
Al reverdecer la especulación con las divisas, los cambistas vuelven a confiar en la rentabilidad de su oficio. Durante años se resignaron a la plata chica, ligada al turismo, y a las transferencias de importadores y exportadores. El negocio de arbitrar futuros, a nombre propio o de terceros, había casi desaparecido, pero ahora está volviendo. El arbitrador se ocupa de acercar las puntas compradora y vendedora que aparezcan en el mercado, y eventualmente tomar posiciones temporarias. Pero si esta polvareda se aquietara, y a fin de año todo volviera a la normalidad, no es seguro que todos los que estén comprados a futuro, esperando un dólar más alto, cumplan sus compromisos, cubriendo la diferencia. Quizá también vuelvan las fugas y las borradas, famosas en otro tiempo. En cualquier caso, si sigue creciendo la incertidumbre a medida que se acerquen las elecciones, y luego entre éstas y la asunción, la ruleta del mercado de futuros va a girar con más volumen e intensidad.
Según la encuesta presentada por Fraga, del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, el 56 por ciento desaprueba hoy la política económica, contra el 32 por ciento que la aprueba, y, sin embargo, el 46 por ciento piensa que la Argentina estará peor si abandona el plan de convertibilidad, y sólo el 12 por ciento cree que el país estará mejor en ese caso. Es una manera de decir que se cree posible una política económica más apta sin pasar por una devaluación, fe sostenida por el discurso de los tres principales candidatos, aunque, como razón última, los economistas de los principales dos presidenciables defiendan el tipo de cambio actual y la convertibilidad, no por sus virtudes, sino por los tremendos costos que provocaría su abandono. Queda siempre la posibilidad de que no sea un gobierno el que decida devaluar, sino el mercado. La escalada del dólar a término está diciendo que hoy hay más operadores que creen en cualquiera de esas dos posibilidades.

 

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