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Juancito... es de
Alberto Vacarezza, |
Por Cecilia Hopkins ![]() El director Carlos Alvarenga buscó reflejar un mundo de fantasía que ya no existe, pero que pervive en todos nosotros como signo de identidad, memoria y ensoñación ciudadana, según escribe en el programa de mano. Asimismo, comunica su intención de exaltar los sentimientos y dignificar las pasiones, sustentando ideales en el grupo social. Nobles objetivos, sin duda, si no fuera que los sentimientos y pasiones que expone Vacarezza en esta obra hoy lucen primitivos y decadentes. Ya verás lo que te espera a la lunga del camino, amenaza a Juancito el padre de la mujer que abandonó para calaverear a sus anchas. A pesar de la advertencia, la justicia poética (una de las características del género) no actúa en este caso con demasiado rigor. Si bien debe abandonar el canto, el soberbio Juancito es perdonado sin reservas por la mujer que horas antes había sido .-literalmente hablando tratada como un pucho que se tira a la calle y que nadie se dignaría levantar. Para estas mujeres de Vacarezza, el hecho de perdonar al hombre que las abandona es un acto desesperado: si se les niega la restitución de la honra perdida, fuera del matrimonio sólo les espera entregarse a la mala vida. A ellas les cabe, de todas formas, una existencia subordinada al varón de turno. Así lo demuestran Juancito y Luiyín, midiendo su hombría y fama según la belleza de la mujer que llevan prendida del brazo, cuyas virtudes evalúa el jurado que se establece a tal efecto. El único rasgo que se salva de este texto es el del humor, la gracia porteña de ciertos donaires y entreveros, la alegría festiva de la milonga. Y es precisamente esto lo único destacable de la versión que se muestra en Andamio, en la que los actores de mayor edad tienen a su cargo las actuaciones más destacadas del conjunto.
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