OPINION
Balas de fogueo
Por Eduardo Aliverti
|
Lo
acontecido en estos días acerca del tríptico inseguridad-delincuenciapolicía es digno
de representar, probablemente como ningún otro aspecto, el grado de pobreza conceptual de
la dirigencia política. Agravado por el hecho de darse en plena campaña electoral; es
decir, cuando más y mejor debieran atenderse ideas y propuestas concretas sobre las
preocupaciones centrales de la sociedad.
Es inconcebible que el vicepresidente de la Nación y candidato a gobernador de la
provincia más importante del país esgrima, como todo argumento para enfrentar al delito,
darles más bala a los ladrones. Ya de por sí, a secas, sin necesidad de
entrar en ninguna lucubración mayor, la lógica y la fraseología de Ruckauf no superan
aquellas de que pueda disponer un alumno de primaria. Pero más patético todavía es que
esa aparición discursiva haya derivado en la renuncia de un ministro porque el gobernador
del que depende resolvió sostener la teoría far west del funcionario-candidato. No pocos
se escandalizan por lo obvio que resulta el interés electoralista escondido
tras la bravata de
Ruckauf, cuando en realidad lo más grave no es eso, sino lo que su afirmación simboliza
respecto de la estatura, definitivamente enana, del panorama previo a los comicios. Porque
debe recordarse, además, que no se trata de un hecho aislado.
Desde la constatación de su caída en las encuestas, el duhaldismo viene echando mano de
una serie de efectismos, del tipo prueba-error, destinados a revertir aquella
tendencia. El más notorio fue apelar a la deuda externa y la eventualidad de su
reconsideración, que, en tanto manotón de ahogado, desembocó en la obvia esquizofrenia
de desmentir ante los mercados lo que se ratificaba en la popular. Siguieron
las promesas de aumentar la jubilación mínima y reducir el IVA al campo, y por ahora
coronó con el arrebato de Ruckauf. Habrá que estar preparados porque, hasta el momento,
ninguna de esas jugadas dio resultado; y es de suponer entonces que, como a los timberos,
la desesperación puede llevar a redoblar apuestas.
La Alianza, y en particular De la Rúa, se limita a observar ese panorama del adversario y
persiste en el mecanismo que más le gusta: hacer la plancha. Por lo visto le conviene
electoralmente, pero en términos de soluciones concretas a los problemas concretos de la
sociedad se sigue esperando (aunque sea) algunas pocas ideas-fuerza que sean capaces de
entusiasmar a mediano plazo.
No hay forma, en medio de este cuadro, de que la campaña se caliente en dirección a
propuestas claras y ambiciosas. O quizá sea al revés: éste es el cuadro porque tal cosa
no existe. |
|