OPINION
Una coalición posible
Por O. Rodríguez Araujo * |
Después
de la propuesta de Cuauhtémoc Cárdenas hace unos meses sobre la posibilidad de una
coalición electoral del PRD con otros partidos, incluido el PAN, algunos medios me
entrevistaron y sostuve entonces que las ideologías de ambos partidos, aunque poco
precisas para un ciudadano común, eran suficientemente distintas como para que dicha
coalición pudiera darse. Ahora no estoy tan convencido como entonces, pues la coalición
sí es posible, y aconsejable. Veamos por qué.
No sólo las posiciones del PAN y del PRD, en principio, son diferentes en muchos
aspectos, sino que la historia de alianzas de ambos partidos los separa en asuntos de
vital importancia para el futuro del país, como fueron los casos de la reprivatización
de la banca, las reformas al artículo 27 constitucional, Fobaproa, y otros de menor
importancia. Estos temas, junto con la educación, la política social, los servicios
públicos y los energéticos, tienen que ver con muy distintos conceptos de soberanía (si
es que el PAN defiende la soberanía del país) y del modelo económico que debe seguir
México como nación y no como parte subordinada y dependiente de la globalización
económica y del neoliberalismo políticoideológico. En varios de los aspectos
mencionados, el PAN ha hecho alianza con los gobiernos de Salinas y de Zedillo y, por
extensión, con la fracción hegemónica y dominante del PRI. La oposición a estas
reformas y a estos fortalecimientos del capital ha estado representada, no siempre con la
contundencia esperada, por el PRD y algunos de sus aliados coyunturales. Entonces, ¿por
qué es aconsejable la coalición opositora contra el PRI?
Los principales candidatos del PRI han señalado que la alianza que se está gestando
carece de un proyecto coherente que no sea sólo el de derrocar al partido gobernante.
Ciertamente la coalición opositora que está a debate en estos momentos es un proyecto
pragmático que cuestiona por sí mismo y seriamente la historia y la trayectoria de los
partidos. No puede pasarse por alto que el PAN ha sido cómplice oportunista de reformas
antipopulares impuestas por los gobiernos tecnocrático-neoliberales, y que el PRD, pese a
sus ambigüedades ideológicas y discursivas, ha sido el partido más importante
antineoliberal en México.
Pero tampoco puede pasarse por alto lo que exige la coyuntura política del país y lo que
significaría un gobierno de transición hacia una redefinición, quizá nueva, de lo que
debe ser el país en el futuro. Porque un gobierno de cohabitación, producto de una
alianza opositora, no podría ser otra cosa que un gobierno de transición, transición
hacia un nuevo régimen político (ni populista ni tecnocrático-neoliberal) y hacia el
fin del priismo con todo lo que éste ha significado en términos de complicidades, de
corrupción, de privilegios y de autoritarismo.
Finalmente, tampoco puede soslayarse que los partidos políticos, todos y no sólo
algunos, han devenido pragmáticos y plurales (no representantes explícitos de una clase
social específica) y que la política, todavía, es asunto de élites y no, como se
quisiera, un proceso claro de democracia participativa. Esta vendrá después; el
catalizador de este proceso ya lo inició el EZLN, y el ambiente propicio podría ser,
precisamente, un gobierno de coalición que rompa con todos los vicios del pasado y con el
autoritarismo del PRI. Una vez derrotado el PRI, ya veremos.
* Analista político. |
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