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Salen a luz los oscuros negocios de “la familia”, que el FMI apañó


Página/12
en Francia

Por Eduardo Febbro
Desde París

t.gif (862 bytes)  “Después de los militares argentinos que gobernaron el país entre finales de los 70 y principios de los 80, los rusos son los auténticos magos de la trampa y el maquillaje”, dice un alto miembro de la OCDE, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, a la lectura de las revelaciones del vespertino Le Monde sobre la manera en que Moscú “desviaba” para fines privados o especulativos una buena parte de los préstamos otorgados por la comunidad internacional.
Según el vespertino francés, que cita un informe del gabinete Price Waterhouse revelado en Moscú por el diario económico Kommersant, el Banco Central de Rusia (BCR) hizo trabajar el dinero que prestó el FMI depositándolo en el paraíso fiscal de Jersey. Pero la operación no se limitaba a la mera “siembra” de los fondos sino también a su posterior repatriación a Rusia a través de una empresa creada a principios de los años 90, la Fimaco, empresa que luego na26fo01.jpg (8094 bytes)especulaba en contra de los bonos del tesoro ruso, los GKO. La alta finanza rusa, oriunda de la antigua nomenclatura soviética, preparó así un lecho de dólares para sus amigos y los “amigos del círculo presidencial”. Colchón tanto más impune cuanto que el FMI estaba perfectamente al corriente de las prácticas del Banco Central. Pese a que ahora confiesa que Moscú “nos ha mentido”, el Fondo conocía la existencia de esos manejos y, sin embargo, el pasado 28 de julio volvió a otorgar un préstamo –más de cuatro mil millones de dólares– a cambio, entre otras cosas, de que Rusia revelara el contenido exacto del informe sobre el escándalo Fimaco.
La historia de las turbias relaciones entre el BCR y Fimaco no es nueva. Su contenido parcial fue revelado en 1998 por el fiscal general Yuri Skuratov, pero recién ahora se conocen los detalles y, sobre todo, el papel preponderante que esos desvíos de fondos jugaron en el crash financiero que empujó el país a los abismos. La sorpresa acerca de los detalles que figuran en el artículo del diario francés es tanto más justificada cuanto que nadie esperaba que el informe exigido por el FMI contenga mención alguna sobre las zonas oscuras. La razón es clara: el gabinete que realizó la auditoría, Price Waterhouse, además de ser uno de las cinco grandes empresas mundiales autorizadas a llevar a cabo estudios semejantes, había tenido al Banco Central de Rusia entre sus mejores clientes. Todos los riesgos estaban cubiertos. Pero los 50.000 millones de dólares en juego en el vaivén entre el BCR y la empresa Fimaco bien valen una verdad posterior. Esta es muy clara: un segmento de las reservas del BCR, así como los préstamos del FMI, “transitaron” por las arcas de Fimaco, una empresa montada secretamente en los años 90 por Mijail Gorbachov para gestionar los fondos del Partido Comunista. La misma nomenclatura de antes opera ahora con la misma impunidad de siempre.
Las operaciones de transferencia de fondos, BCR-Fimaco/Fimaco-Bonos del tesoro (GKO) alcanzaban niveles lucrativos jamás vistos: una vez que el dinero era transformado en bonos del tesoro, los intereses pasaban del clásico 5 por ciento al 200 por ciento. Le Monde sostiene que este juego, “impulsado por el Banco Central que se volvía así actor y árbitro del mercado, terminó por arrastrar a Rusia, el 17 de agosto de 1998, a la quiebra financiera”. El informe no dice quién se quedó con los miles de millones de dólares de beneficios acumulados durante años, ni tampoco quién daba las órdenes. El diputado ruso Nikolai Gontchar afirma en Le Monde que resulta “imposible pensar que el FMI no estuviese al corriente de lo que ocurría con el dinero, ni tampoco que ignorase la existencia de dos informes precedentes –1993-1994– sobre lo que el Banco Central hacíacon Fimaco. Michel Camdessus –el director gerente del FMI– sabía todo, desde el principio al fin”.
La revelación sobre la aventura de las reservas del Banco Central viene a “molestar” los planes del Kremlin y de sus clanes allegados. Las maniobras políticas con vistas a las elecciones legislativas de diciembre se aceleraron en los últimos días con la alianza que sellaron el Partido La Patria, la formación del intendente de Moscú, Yuri Luzkhov, con Toda Rusia, un partido que concentra a varios gobernadores de las regiones rusas. Según los observadores occidentales, esta alianza, a la cual podría sumarse el ex primer ministro Evgueni Primakov, pone en peligro el futuro de la “familia” de Boris Yeltsine. Moscú asiste hoy a una “guerra de posiciones entre los clanes”. Uno de sus capítulos es el fabuloso tesoro que el clan presidencial acaba de acaparar al obtener el control del sector de la venta de armas. Boris Yeltsin nombró a la cabeza de ese mercado –Rusia es el tercer vendedor de armas del mundo– a Andrei Ogarev, uno de sus amigos más obedientes. Rusia vende anualmente 2,5 mil millones de dólares en armas, ubicándose justo detrás de EE.UU. y Francia.
Sin embargo, los analistas destacan que, pese a controlar un importante sector de la economía, la familia presidencial carece de un sucesor formal y creíble frente a la Alianza entre La Patria y Toda Rusia. El peso de las revelaciones futuras sobre los fondos del BCR y la falta de un “descendiente oficial” aparecen como elementos “desestabilizadores” de un clan que, arguyen los diplomáticos occidentales, está en “acelerada decadencia”.

 

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