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Por Daniel Guiñazú Puede parecer curioso pero fue así nomás: Pastor Vaca Mala Maurín perdió ampliamente por puntos su pelea por el título mundial pluma juniors de la OMB ante el mexicano Marco Antonio Barrera. Pero cumplió la mejor actuación de su carrera. Tan lejos del papelón que la cátedra le vaticinaba, como de la proeza de un triunfo impensado en la tierra extraña, el salteño aprobó algunas asignaturas que tenía pendientes y con su boxeo personal, enrevesado, heterodoxo y desconcertante se permitió arruinarle la fiesta a uno de los diez mejores campeones de la actualidad. ¿Qué hizo Maurín el sábado por la noche para entrar como víctima y salir como héroe del ring del Trump Taj Mahal Plaza de Atlantic City? En principio, nada demasiado diferente de lo que hace en el boxeo de consumo interno. Vaca Mala volvió a desentenderse de la técnica, reinterpretó a su manera lo que hay que hacer arriba de un cuadrilátero, cerró sus oídos a las instrucciones que a voz de cuello le clamaban desde el rincón sus entrenadores Juan Juárez y Juan Carlos Pradeiro y le dio salida a un estilo natural, instintivo, de brazos caídos, cambios de guardia y avance a los saltos, que le pertenece a él y nada más que a él. Hizo la suya Maurín. Pero no se quedó solo en eso. También le adosó una mente libre de complejos a la que no le importó estar disputando una corona del mundo, desparpajo para cambiar golpes como si enfrente, en vez de Barrera, estuviera uno de los tantos colombianos o venezolanos de tercer orden que le ayudaron a construir su record de cabotaje y una mandíbula sólida para aguantar los mandobles que le tiró el mexicano. La inconciencia de Maurín y su coraje le alcanzaron para una derrota digna. Pero fueron insuficientes para procurarse algo mejor que salir de pie. Quizá su mayor error haya sido ir demasiado contra las sogas. Cuando entre los rounds 4º y 6º, Maurín se plantó en el medio del ring y fue cambiando su postura de zurdo a diestro y de diestro a zurdo, impuso respeto, dominó psicológicamente y hasta llegó a sorprenderlo a Barrera con sus ampulosas derechas voleadas en apertura (en 36 minutos de acción, jamás abrió con un jab de derecha o izquierda). Cuando eligió las cuerdas como ocasional refugio, allí sí Barrera le hizo sentir la profundidad y contundencia de sus manos ascendentes (sobre todo de izquierda) y terminó perforándole la guarda y cortándole ambos pómulos. Fueron ésos, tal vez, los únicos momentos en los que Barrera sacó diferencias más o menos claras. El resto del combate fluctuó entre el desconcierto del mexicano ante el jeroglífico que tenía enfrente (luego trasparentó su molestia diciendo que Maurín era un asqueroso y un cochino), los arranques cada vez más esporádicos del salteño y el silencio teñido de indiferencia del público al que pareció resbalarle lo poco que sucedía dentro del encordado. Dos jurados lo vieron ganador a Barrera 119 a 109. Otro dictaminó un exagerado 120/108 para el mexicano. La tarjeta de Líbero cerró con un 119/113 para Barrera. Pero en el concepto final, fue Maurín el que salió mejor parado. Era candidato a una derrota rápida y humillante, nadie daba nada por él en su primera pelea en el exterior y, sin renunciar jamás a su esencia, demostró y se demostró que lo que le falta de técnica, le sobra en agallas y fortaleza anímica y que puede plantársele a cualquiera en cualquier lugar del mundo, aunque jamás llegue a ser campeón de algo. A los 31 años, Vaca Mala Maurín, el desaprensivo, el indisciplinado, el que se ríe de todo, el que no le importa nada de nada, el que batió el record ingrato de perder dos títulos (el argentino de los gallos y el sudamericano de los supergallos) por excederse en el peso, el amigo de los vinos y las noches largas, el enemigo del gimnasio, se recibió de boxeador en serio. Al fin y al cabo, era eso lo que buscaba. Nadie podía exigirle el título del mundo.
El presidente de Federación Argentina de Box
(FAB), Osvaldo Bisbal, sostuvo que el de Pastor Maurín fue un papel digno pero no
todo lo profesional que debía ser, y opinó que las dos medallas de oro y tres de
bronce obtenidas en los Panamericanos de Winnipeg son el mayor logro del boxeo amateur
nacional en los últimos 32 años y opinó que la Argentina está ubicada entre los tres
primeros países del mundo. Hemos venido sumando medallas de manera paulatina en los
últimos siete años, lo que significa que el progreso ha sido evidente. Nadie puede negar
que desde que partimos con este proyecto en el 93, hoy hemos logrado el punto más
alto. En materia de resultados, después de 30 o 32 años, es lo mejor que se ha
dado, le dijo Bisbal a la agencia DyN.
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