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LA DERROTA POR PUNTOS DE PASTOR MAURIN
Vaca Mala no muere

El pluma salteño parecía destinado al papelón en su pelea por el título del mundo, pero cumplió la mejor actuación de su carrera.

Bisbal: “Omar Narváez es la figura sobresaliente de la Selección”.

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Por Daniel Guiñazú

t.gif (862 bytes) Puede parecer curioso pero fue así nomás: Pastor “Vaca Mala” Maurín perdió ampliamente por puntos su pelea por el título mundial pluma juniors de la OMB ante el mexicano Marco Antonio Barrera. Pero cumplió la mejor actuación de su carrera. Tan lejos del papelón que la cátedra le vaticinaba, como de la proeza de un triunfo impensado en la tierra extraña, el salteño aprobó algunas asignaturas que tenía pendientes y con su boxeo personal, enrevesado, heterodoxo y desconcertante se permitió arruinarle la fiesta a uno de los diez mejores campeones de la actualidad.
¿Qué hizo Maurín el sábado por la noche para entrar como víctima y salir como héroe del ring del Trump Taj Mahal Plaza de Atlantic City? En principio, nada demasiado diferente de lo que hace en el boxeo de consumo interno. “Vaca Mala” volvió a desentenderse de la técnica, reinterpretó a su manera lo que hay que hacer arriba de un cuadrilátero, cerró sus oídos a las instrucciones que a voz de cuello le clamaban desde el rincón sus entrenadores Juan Juárez y Juan Carlos Pradeiro y le dio salida a un estilo natural, instintivo, de brazos caídos, cambios de guardia y avance a los saltos, que le pertenece a él y nada más que a él.
Hizo la suya Maurín. Pero no se quedó solo en eso. También le adosó una mente libre de complejos a la que no le importó estar disputando una corona del mundo, desparpajo para cambiar golpes como si enfrente, en vez de Barrera, estuviera uno de los tantos colombianos o venezolanos de tercer orden que le ayudaron a construir su record de cabotaje y una mandíbula sólida para aguantar los mandobles que le tiró el mexicano. La inconciencia de Maurín y su coraje le alcanzaron para una derrota digna.
Pero fueron insuficientes para procurarse algo mejor que salir de pie.
Quizá su mayor error haya sido ir demasiado contra las sogas. Cuando entre los rounds 4º y 6º, Maurín se plantó en el medio del ring y fue cambiando su postura de zurdo a diestro y de diestro a zurdo, impuso respeto, dominó psicológicamente y hasta llegó a sorprenderlo a Barrera con sus ampulosas derechas voleadas en apertura (en 36 minutos de acción, jamás abrió con un jab de derecha o izquierda). Cuando eligió las cuerdas como ocasional refugio, allí sí Barrera le hizo sentir la profundidad y contundencia de sus manos ascendentes (sobre todo de izquierda) y terminó perforándole la guarda y cortándole ambos pómulos.
Fueron ésos, tal vez, los únicos momentos en los que Barrera sacó diferencias más o menos claras. El resto del combate fluctuó entre el desconcierto del mexicano ante el jeroglífico que tenía enfrente (luego trasparentó su molestia diciendo que Maurín era “un asqueroso y un cochino”), los arranques cada vez más esporádicos del salteño y el silencio teñido de indiferencia del público al que pareció resbalarle lo poco que sucedía dentro del encordado.
Dos jurados lo vieron ganador a Barrera 119 a 109. Otro dictaminó un exagerado 120/108 para el mexicano. La tarjeta de Líbero cerró con un 119/113 para Barrera. Pero en el concepto final, fue Maurín el que salió mejor parado. Era candidato a una derrota rápida y humillante, nadie daba nada por él en su primera pelea en el exterior y, sin renunciar jamás a su esencia, demostró y se demostró que lo que le falta de técnica, le sobra en agallas y fortaleza anímica y que puede plantársele a cualquiera en cualquier lugar del mundo, aunque jamás llegue a ser campeón de algo.
A los 31 años, Vaca Mala Maurín, el desaprensivo, el indisciplinado, el que se ríe de todo, el que no le importa nada de nada, el que batió el record ingrato de perder dos títulos (el argentino de los gallos y el sudamericano de los supergallos) por excederse en el peso, el amigo de los vinos y las noches largas, el enemigo del gimnasio, se recibió de boxeador en serio. Al fin y al cabo, era eso lo que buscaba. Nadie podía exigirle el título del mundo.

 


 

El presidente de Federación Argentina de Box (FAB), Osvaldo Bisbal, sostuvo que el de Pastor Maurín fue un papel “digno pero no todo lo profesional que debía ser”, y opinó que las dos medallas de oro y tres de bronce obtenidas en los Panamericanos de Winnipeg son el mayor logro del boxeo amateur nacional en los últimos 32 años y opinó que la Argentina está ubicada entre los tres primeros países del mundo. “Hemos venido sumando medallas de manera paulatina en los últimos siete años, lo que significa que el progreso ha sido evidente. Nadie puede negar que desde que partimos con este proyecto en el ‘93, hoy hemos logrado el punto más alto. En materia de resultados, después de 30 o 32 años, es lo mejor que se ha dado”, le dijo Bisbal a la agencia DyN.
—¿Cómo vio la derrota de Maurín?
—Cumplió un papel digno, pero que por supuesto no me conforma. Si no hubiera sido el indisciplinado que resultó en los dos últimos años, seguramente tendría que contar con otro tipo de chance. Obedece a que no fue todo lo profesional que debía ser. ¿Cómo puede permanecer dos años dos o tres categorías encima de la suya y querer volver a ella para disputar un título del mundo?
–¿Cómo evalúa la actuación en los Panamericanos?
–Todavía hay gente que no quiere reconocer el progreso de este boxeo amateur. Mar del Plata nos dio una medalla de oro tras 28 años; luego de 32 años logramos dos doradas y tres de bronce. Y este último tiene más valor porque no teníamos equipo completo y no éramos locales.
—¿Lo sorprendió Víctor Castro?
—Por los informes que me llegaban de él, no. Como tampoco me hubiera sorprendido si Labarda o Nieva ganaban una pelea más o alcanzaban el oro. Este es un seleccionado muy experimentado, porque si bien hay varios chicos que se han incorporado en los últimos tiempos, no es menos cierto que los venimos siguiendo desde hace tiempo atrás. Pensar que hace unos algunos años se hacía una semana antes todo a dedo y hoy decimos poco tiempo a un año y medio de trabajo. Estoy contento, pero no resulta una sorpresa. No es así. Sorpresa fue el mundial juvenil, pero no esto. Esta selección es muy pareja, con una figura sobresaliente: Omar Narváez.
—¿Israel Pérez fue la gran decepción?
—Cachito tiene un futuro extraordinario. Que haya perdido una pelea no puede definirse como una decepción. Y esto me da pie para recordarte lo que sucedió con Chacón en los Panamericanos de Mar del Plata. Pablo estaba a la par o por encima de Crucce en ese momento. Todo el mundo tenía esperanzas en él, y sin embargo fracasó en la primera pelea y éramos locales. Y después fue medalla olímpica en Atlanta. Por eso acá no hay decepciones. Todos los chicos cumplieron, y si hubieran tenido más suerte en el sorteo tal vez hoy la cosa sería distinta.

 

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