Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


LA ARGENTINA ACELERA SU PREPARACION PARA GALES
Mundial de los ocho

Los Pumas parten esta semana a una gira por Irlanda y Escocia como última preparación para la Copa del Mundo en Gales, que arranca  el 1º de octubre. Pero seguramente la historia seguirá mandando.

Una escena del partido del sábado: Los Pumas vencieron 85-21 a Córdoba.

bu12fo01.jpg (17984 bytes)

Por D.B.

t.gif (862 bytes) Durante décadas, el rugby mundial –que, por cierto, es la clase dirigente o, por mejor decir dominante, y no los jugadores– se declamó distante y reacio a la posibilidad de realización de campeonatos mundiales. Era como si en términos competitivos fueran suficientes la tradicionalísima Copa de las Cinco Naciones de la que participaron siempre las cuatro selecciones británicas –Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte– y Francia, y a las que seguramente en la próxima edición se agregará Italia, además de los periódicos enfrentamientos en test-matches entre las grandes potencias, con la esporádica participación de seleccionados nacionales rugbísticamente no tan significativos.
Desde 1987 hasta ahora, jugados tres torneos mundiales, los tres “grandes” fueron los sucesivos ganadores: Nueva Zelanda, Australia y Africa del Sur. Este año, el hemisferio norte recibirá en Gran Bretaña a los que ganaron el derecho a participar en la rueda final sin demasiadas sorpresas entre los que quedaron en el camino. Si repasamos la historia mediata de las grandes potencias rugbísticas, queda más o menos claro que los tres ganadores de los mundiales más los cinco habituales participantes del pentagonal de las dos orillas del Canal de la Mancha, completan el octeto que merece la distinción. Con algunos altos y bajos que quizás en algún momento de la cronología pudieron hacer dudar, por ejemplo de la condición de Irlanda del Norte como superpotencia. Promediando la década del sesenta, además de australianos, neocelandeses, sudafricanos –que tuvieron su ostracismo competitivo internacional por la política de segregación racial del gobierno de minorías blancas desde los setenta–, los cuatro británicos y Francia, aparecen, en el mapa rugbístico de los países a respetar, la Argentina -después de la primera gira sudafricana de Los Pumas en 1965–, Rumania, Fidji e Italia. Y ciertas características del rugby internacional, fueron perdiendo tradición. Durante muchos años y pese a haber enfrentado al rugby argentino a nivel de seleccionados nacionales en 1952 y 1970 Irlanda del Norte, en 1968 Gales y en 1969 Escocia, los británicos no reconocieron en sus estadísticas las internacionalidad de esos partidos. Irlanda ganó ajustadamente sus dos partidos contra la Argentina en 1952, ganó uno y perdió el otro en 1970; Gales empató uno y perdió el otro en 1968 y Escocia ganó uno y perdió el otro en 1969. Francia, en cambio, que nos visitó en 1949, 1954 y 1960 terminando invicto siempre, tanto reconoció nuestro rugby en sus registros como en la cancha, a punto tal que en cada partido internacional el gallo tradicional aparecía en la camiseta azul, a diferencia de la desaparición del gallo cada vez que el enfrentamiento era contra un combinado provincial o contra algún equipo de club. A aquellos “cuatro a respetar” –Argentina, Rumania, Fidji e Italia– que aparecieron más de treinta años atrás, se fueron sumando otros como Samoa, Estados Unidos, Canadá, Tonga, Japón y demás. Y en la medida en que el profesionalismo fue desembozando al marronismo de décadas, las giras desde y hacia cualquier lado se hicieron semipermanentes, además de la institucionalización del seven-a-side (siete por lado) con el maravilloso “rugby que le gusta a la gente” de los fidjianos como principal atractivo. Nunca un país sudamericano salvo la Argentina alcanzó protagonismo en los mundiales, ni tampoco en los años anteriores a 1987. Tampoco parece probable que esto suceda en lo inmediato. Y la expectativa del próximo torneo estará dada por la posibilidad cierta de que alguno de los tres “grandes” repita su primer lugar o que alguno de los británicos o Francia se anote como ganador por primera vez. Cualquier otra posibilidad seguramente será batacazo.

 


 

LOS QUE ENTRENAN A LOS PUMAS
Se trata de recuperar principios

Por D.B.

t.gif (862 bytes) Resulta saludable, por lo menos a priori, que quienes alguna vez jugaron y ya no juegan, se hagan cargo de quienes quieren seguir jugando. Es un poco aquello de ocupar el lugar antes de que lo ocupe un advenedizo, y el rugby argentino –y otros estamentos de la vida de los argentinos también-ha debido soportar muchas veces a ciertos personajes encandilados ante la posibilidad de figuración y status, aunque fuere con las pilchas de otro.
Es sabido que Luis Gradín, uno de los Pumas históricos, es el presidente de la Unión Argentina de Rugby, y alguna vez le tocó a él también, ser el entrenador del seleccionado argentino. Ante la confusa situación provocada durante la gestión Imhoff, que llegó a la consideración del rugby grande de nuestro país, cuando integrando el seven-a-side del equipo rosarino de Duendes coparticipó de una manera novedosa, efectiva y brillante de jugar el rugby “reducido” en sintonía con la modalidad que antes entre nosotros habían impuesto Pucará, Deportiva Francesa y Old Philomathian, entre otros, y que en el orden internacional los fidjianos llevaron a un nivel superlativo, hay quienes parecen querer “barajar y dar de nuevo”, Imhoff coparticipó con Gradín y tantos otros de la primera gira de Los Pumas a Africa del Sur en 1965.
Héctor Méndez, el nuevo entrenador de Los Pumas, fue el medio apertura de la reserva campeona de Los Tilos, que casi en su totalidad pasó a jugar en primera promediando la década del sesenta y cuyo número ocho fue uno de los más grandes de este juego en la Argentina: “Pochola” Silva. Méndez integró la segunda delegación de Los Pumas que viajó a Sudáfrica en 1971 y con otro de los mejores forwards que dio desde siempre el rugby argentino, “Tito” Fernández, tuvo a su cargo el coaching de Los Pumas no mucho tiempo atrás.
Méndez fue la elección entre un grupo capacitado. El rosarino Gonzalo del Cerro y Marcos Ocampo tienen una extensa historia como entrenadores de rugby en nuestro medio y los dos saben muy bien de qué se trata, aunque no hayan descollado como algunos de sus colegas como jugadores. Raúl Sanz, otro de los integrantes del grupo, llegó al rugby accidentalmente. Un día, esperando el tren en la estación Bella Vista, se le acercó un entusiasta del club Regatas, Carlos Alcorta y, sin conocerlo le preguntó si con su altura y su físico nunca se le había dado por el rugby. El “Ruso” Sanz puntualizó su por entonces predilección por el básquetbol, pero se comprometió a ir a ver cómo era eso del rugby. Jugó muchos años en Regatas Bella Vista y después en Los Pumas durante la década del setenta, para pasar luego a Buenos Aires y a su retiro entrenó varios combinados nacionales.
Es una lástima que Rafael Madero, para quien esto escribe el más completo de los medio aperturas que tuvo el rugby argentino, sin la consideración internacional de Hugo Porta y sin la efectividad del actual secretario de Deportes, pero con la versatilidad de los diferentes, no haya podido sumarse al grupo de entrenadores por motivos personales. Desde el San Isidro Club –donde jugó siempre– hasta Los Pumas fue de los más grandes jugando, haciendo jugar, pensando y haciendo pensar.
Todos tienen que ver, y mucho, con el juego. Saben de qué se trata. Si las grandezas superan a las miserias y si todos y cada uno reivindican ahora fuera de la cancha, los principios por los que lucharon antes, desde dentro de la cancha, que privilegiaban a los jugadores por encima de los otros estamentos del rugby, valdrá la pena seguir soñando con que el rugby grande en la Argentina todavía es posible.

 

PRINCIPAL