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OPINION
El candidato que no fue
Por Mario Wainfeld

La primera y fundamental conclusión de las elecciones de ayer es que Carlos Alberto Reutemann está en la pole position para ser candidato justicialista a presidente en el 2003 si Fernando de la Rúa vence a Eduardo Duhalde en las elecciones de octubre.
También es ostensible que integra al efecto un selecto pelotón de postulantes con el gobernador cordobés José Manuel de la Sota y con el presidente Carlos Menem, al que –en el improbable pero no imposible caso de derrota nacional peronista mechada con victoria en la elección a gobernador bonaerense– podría añadirse el vicepresidente Carlos Ruckauf.
Muchos auguran que en esa carrera Menem pica en punta, por su piné político, por su prestigio ante el establishment internacional, y los poderes económicos locales, por su noviazgo con los sectores más retrógrados (que son los más poderosos) de la Santa Madre Iglesia. Tendrá dinero, tiempo y una ambición insaciable y conserva sobre sus compañeros dirigentes una eminencia que hace que muchos le tengan temor reverencial y lo respeten como a nadie. Con esa, correcta, base de datos fabulan un liderazgo conservador popular irrefrenable.
Pero, si se cruzan más datos, el futuro no parece tan sencillo para el Presidente. Veamos. El PJ es una formidable máquina de poder que, en caso de perder el 24 de octubre, comenzará el 25 su carrera para volver al gobierno en el 2003. Y lo hará desde una posición mucho más consistente que la que tenía en 1983 cuando –conducida por una horda de gerontes camaleónicos, encabezada por Vicente Saadi, Lorenzo Miguel e Italo Luder– parecía encaminarse a la disolución.
El peronismo tendrá un altísimo poder institucional, cómoda mayoría en senadores, un importante bloque de diputados y muchas gobernaciones, contando la de Córdoba y Santa Fe. En el ‘83 sólo gobernaba Santa Fe.
Tiene, enorme diferencia con el ‘83, algunas figuras con buena imagen en cargos importantes. Nada indica que quienes, con el aval del voto popular, estén a la cabeza de ese formidable aparato político, le regalen a Menem terreno que éste ha perdido. Menem tiene pésima imagen y peor intención de voto. Si el PJ cae en octubre, él será uno de los derrotados. Podrá hacerse el distraído, pero se lo marcarán las encuestas, el clima de la calle y sus compañeros con votos se lo facturarán con la impiedad que caracteriza a todas las internas y que en el PJ llega a frisar con el sadismo.
Menem es –de lejos– el más carismático y potente de los peronistas como Raúl Alfonsín es de los radicales. Pero (y el espejo de Alfonsín lo prueba) la admiración que le prodigan sus compañeros, su insaciable ansia de poder y su capacidad no le alcanzarán para ser candidato si la gente no se vuelve a enamorar de él. Como Alfonsín, hará estragos en actos para la interna, pero para afuera le seguirá costando. El ex presidente radical dejó el gobierno hace diez años y desde entonces arriesgó una sola incursión electoral en el padrón nacional –la de diputados en 1997– y tuvo la suerte de apearse porque iba camino de ser relegado al tercer lugar por Graciela Fernández Meijide e Hilda “Chiche” Duhalde. Su imagen recién comenzó a repuntar el año pasado y tuvo un fuerte respingo hacia arriba tras su accidente de auto. Pero tuvo que esperar diez años. Menem no tiene por qué padecer idéntico ostracismo, pero sin duda tiene una dura cuesta para remontar.
No sobrarán manos amigas y desinteresadas para ayudarlo. En el peronismo nadie regala nada y, en un sistema democrático consolidado, todos saben que las elecciones no se ganan con prosapia sino con votos y –por ahora– Lole y el Gallego de la Sota pintan mucho mejor que el pato yengo de Anillaco.
Reutemann, hoy es el día para hablar de él, tiene una buena base de partida para congregar a la primera línea de dirigentes peronistas. Es un hombre del interior, a diferencia del bonaerense Duhalde. Es un tipoaustero, de vida recoleta y no fastuosa a diferencia de Menem. Su gestión de gobierno transcurrió entre 1991 y 1995, la edad de oro del actual gobierno, cuando Menem y Domingo Cavallo vivían en pareja y eran, para muchos argentinos, Gardel y los guitarristas. Lole ha acumulado menos rencores en su vida política que los que carga en su mochila De la Sota.
Ese bagaje, los votos que –todo indica (Tucumán obliga a decirlo así)– juntó ayer y su aspecto sosegado, “aburrido” sugieren incluso, algo que es una saudade común entre los dirigentes peronistas: Reutemann no es sólo el mejor prospecto para candidato peronista del 2003. Era el mejor para 1999, para lograr la –para Duhalde inalcanzable– unidad del peronismo en campaña (que podía incluir a Menem) y para competir con la imagen de De la Rúa frente al electorado independiente.
Algunos fabulan que Lole se lanzará para desbancar hoy y aquí la candidatura, hoy y aquí perdedora de Duhalde. Suena a demasiada quimera, demasiada aventura. Todo indica que esperará su turno para el 2003.
Si así ocurre, si priva la lógica, Lole Reutemann quedará para casi todos los dirigentes del peronismo como el candidato del ‘99 que no fue, presa de la angurria de poder de Menem quien, si gana la Alianza, deberá levantar ante sus pares la deuda de haber empiojado la interna, haber parido a un candidato debilitado y haber sido, en ese terreno tanto como en el balance de su gestión de gobierno, un mariscal de la derrota.

 

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