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La casa del gobierno porteño estaba llena de payasos. Se desgañitaban a gritos tratando de que centenares de chicos atendieran las indicaciones. Pero todo era en vano. Por un día, el poder parecía en manos de los niños. Las paredes estaban completamente pegoteadas con murales pintarrajeados, mientras el patio central estaba cubierto de pibes que garateaban consignas sobre cartulinas. La Plaza de Mayo y sus adyacencias también fueron invadidas por enanitos multicolores que habían salido a festejar el único día del año en que son reconocidos mayoritariamente como niños. El programa fue organizado por el Gobierno porteño en la plaza, en el Parque de la Ciudad, en los centros culturales, hospitales y teatros, y en su propia casa. Al caer la tarde, desde las 18.30, la Plaza de Mayo se convirtió por primera vez en un autocine: en una inmensa pantalla se proyectó una película de Walt Disney, que fue seguida por espectadores desde más de 800 vehículos, encolumnados sobre la Avenida de Mayo, o ubicados a la intemperie, sobre la calle Bolívar. La programación fue muy variada y comenzó desde la mañana. A las 11, una multitud se agolpó en la entrada del Parque de la Ciudad. El motivo: para los festejos del Día del Niño el gobierno dispuso abrir los juegos mecánicos en forma totalmente gratuita. Nadie se hizo esperar. Las autoridades calcularon que, a las 15, ya habían pasado por el lugar unas 25 mil personas. Los juegos del parque se matizaron con grupos musicales de diferentes colectividades, talleres de radios, teatro, y una presentación de Sandra Mihanovich. Por la tarde, la cita era a las 14.30, en la Plaza de Mayo. A esa hora, una columna de padres y chicos avanzaba lentamente para visitar el Cabildo. Otras tres filas de un centenar de personas cada una, se enredaban hasta llegar a tres carpas, dentro de las que los chicos recortaban, pintaban y armaban sus propios barriletes, y diseñaban murales. Diseminados por la plaza, una decena de payasos, mimos, zanquistas y malabaristas congregaba la mirada atenta de los niños. La actividad en la plaza, además de las manualidades, consistió en visitas guiadas alrededor de la Pirámide de Mayo, y a la Casa de la Cultura, en el ex edificio de La Prensa. A las 14.30, 15.30, y 16.30, se habían anunciado visitas al edificio, incluyendo una pintada de cartulinas en el patio central, un taller de tango para chicos, conciertos, y la inesperada propuesta de que los visitantes fueran recibidos por secretarios de la gestión De la Rúa. Allí estaban Cecilia Felgueras, secretaria de Promoción Social; Hernán Lombardi, de Turismo; y Darío Lopérfido, de Cultura. Les explicamos en qué consistía nuestro trabajo, y los invitamos a que escribieran sus propuestas, qué es lo que quisieran hacer si fueran ellos los funcionarios, explicó Felgueras a este diario. Según las sugerencias escritas por los mismos chicos sobre cartulinas o libros, la mayor preocupación fueron los problemas sociales: la falta de trabajo, los jubilados y, muy especialmente, los chicos de la calle. Preguntaban qué pasaba con ellos, dónde estaban, por qué sus papás no tenían trabajo, y nosotros les explicábamos en qué consistían nuestros programas de ayuda social, sostuvo la secretaria de Promoción Social. Otra columna de unos 60 a 100 chicos, subió las escaleras cantando Manuelita, hasta llegar al segundo piso donde se introdujo en el despacho de Lopérfido. El espectáculo era inusual para lo que se supone las formalidades y habituales neurosis de un despacho público: globos pegados al techo, cartulinas garabateadas en colores, payasos y chicos. El cuadro lo cerraba una nena, Nilda, sentada en el escritorio del secretario, redactando a mano su sugerencia: Espero que construllan mas plasas para que muchos chicos las disfruten, había escrito. Lopérfido, de pie, respondía preguntas y esperaba al siguiente malón. Cuando bajó el sol, el espectáculo se concentró sobre la Avenida de Mayo, en una inmensa pantalla recostada contra la plaza, sobre la que se proyectó Mulan, de Walt Disney y un cortometraje sobre los Derechos del Niño. Los autos se encolumnaron sobre la Avenida de Mayo, cortada desde Tacuarí. Los espectadores sintonizaban el sonido desde una radio FM.
PARA LORENZO, EL DIVORCIO ES UNA CAUSA DEL
DELITO La
primera actividad de Osvaldo Lorenzo, el ex juez federal de Zárate-Campana y reemplazante
de León Arslanian como ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, fue asegurar que el
gobernador Eduardo Duhalde le había dejado las manos libres para ejercer su
función. También aseguró que estaba dispuesto a aplicar rigurosamente el Código
Penal, con plena vigencia de las garantías constitucionales. El nuevo ministro
sostuvo que estaba dispuesto a trabajar con toda la fuerza que le dio el
gobernador de la provincia para mejorar y profundizar la reforma y brindarle a toda
la comunidad mayor, inmediata y mejor seguridad. Aún no se sabe en qué consistirá
cada una de estas cualidades, pero ya el ex juez había anticipado algunos de sus
horizontes al afirmar que la inseguridad es culpa de la droga, el alcohol y el
divorcio.
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