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Por Verónica Abdala Yo escribo para desahogarme, y publico para no vivir corrigiendo lo que escribí, dice durante una entrevista Jorge Luis Borges, el peso de su cuerpo depositado sobre la seguridad de un bastón. Otra imagen: frente al auditorio colmado de una prestigiosa universidad estadounidense, se resigna a su destino de ser famoso pero ciego, intentando considerar que la vida debe ejercer, sin que se note del todo, una especie de justicia poética. Todo lo que recibe un artista, cualquier hombre, le es dado para determinado fin. Incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras le han sido dados para algo. Y hay que aprovechar todo eso. Por eso yo creo que la ceguera es un don. Porque, de todos modos, mi vocación artística ya me ha salvado. Borges se refiere a la muerte como la última aventura que le queda vivir y con la voz entrecortada y cavernosa que llega desde otro tiempo le hace creer a uno de los periodistas que lo entrevistan que no recuerda haber escrito el poema que le lee. Vaya, ¿yo escribí eso? ¡No está tan mal, eh!, le replica, con gesto de sorpresa. Borges está en su salsa, jugando a que no sabe que es un grande de la literatura del siglo XX. Estas son algunas de las imágenes más poderosas del video Borges, el eterno retorno, producido por la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que preside María Kodama. El video, que financió y auspicia OCA, se realizó en el marco de los homenajes por el centenario del nacimiento del escritor, que se cumple el 24 de agosto, y tiene un destino de masas asegurado: será repartido gratuitamente en miles de escuelas argentinas, para colaborar con la enseñanza de la literatura nacional. El audiovisual, por otra parte, será presentado en público en el marco muestra internacional organizada por la Fundación que está recorriendo desde marzo de este año ciudades europeas (entre ellas Venecia y París) y que entre el 18 de agosto y el 8 de setiembre pasará por la Argentina, al montarse en el Museo Nacional de Bellas Artes. Posteriormente, este aporte canónico a la memoria del escritor girará por México, Alemania, España, Suiza, Japón, Estados Unidos y Marruecos. Borges, el eterno retorno que además de ser una de las atracciones centrales de la muestra internacional será difundido por distintos canales de cables de capital y del interior recupera la figura del escritor, fundamentalmente, a partir de imágenes de archivo y de entrevistas realizadas especialmente a colegas y catedráticos de nivel internacional que lo conocieron de cerca o se dedican al estudio de su casi inabarcable obra. Entre éstos, se destacan en el video los escritores Juan Goytisolo y Héctor Bianciotti, los profesores de literatura Zunilda Gertel y Jaime Alazraki (Universidad de Columbia), Ana María Barrenechea (Universidad de Buenos Aires), Luis Iñigo Madrigal (Universidad de Ginebra) y Jean Pierre Bernés (Universidad de La Sorbonne), y el cineasta René Mujica. Los realizadores también recurren a fragmentos de películas desde El hombre de la esquina rosada, de Mujica, hasta The Wall, de Alan Parker y a la música de autores y grupos tan diferentes como Astor Piazzolla, The Rolling Stones, Pat Metheny, Sinead OConnor, Pink Floyd y Daniel Melingo para acentuar el efecto polifónico a partir del cual se representa la universalidad del escritor. El espectador de Borges... asistirá, así, a una suerte de recorrido visual y sonoro por las distintas épocas de su vida: la infancia, sus estudios en el colegio Jean Calvin de Ginebra (fundado por el propio Calvino, el gran reformador católico del siglo XVI), su adolescencia, y, finalmente, la madurez. Su temporada como director de la Biblioteca Nacional (cargo que ejerció entre 1955, el año en que se quedó definitivamente ciego, y 1973, el del retorno del peronismo al poder), su relación con María Kodama, y su amor por Buenos Aires y Ginebra sonalgunos de los aspectos que enfatiza el documental, de cuarenta y cinco minutos de duración. El Borges-intelectual es recordado a partir de algunos de sus discursos en universidades como[FrontPage Image Map Component] Harvard o La Sorbonne. El Borges-enamorado, a través de la lectura de algunos de sus poemas incluyendo 1964, que decía detestar por demasiado sentimental, y de las palabras de su viuda y heredera, cuya visión flota por sobre todo el trabajo. El Borges-niño reaparecerá en boca del mismo escritor, que evoca con melancolía los días en que disfrutaba de sus paseos por el zoológico de Buenos Aires junto a su hermana Norah y su madre, la omnipresente Leonor Acevedo. Ese niño que pasaba las tardes leyendo en la biblioteca de su padre (de la que nunca hubiese querido salir) y que ya intuía que su patria, antes que una nación o un territorio, sería la literatura. Siempre supe que mi destino era literario, reconoce en un pasaje importante del video. Desde muy chico tuve conciencia de que podían pasarme algunas cosas buenas y muchas malas, pero que yo transmutaría todo eso en palabras. Sobre todo las cosas malas, porque la felicidad es su propio fin. Los años en que trabajó como profesor universitario (casi al mismo tiempo en que asumió el cargo en la Biblioteca Nacional empezó a ejercer como profesor de Literatura Inglesa y Norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) le dan pie a algunos de sus comentarios más interesantes y originales. Borges, que solía aconsejarles a los estudiantes que intentaran entender la literatura como una forma de felicidad y que se jactaba de haber aplazado a sólo tres alumnos en el término de diez años, cuenta así algunas de esas experiencias: Yo les decía, para levantarles el ánimo, que tenían que estar contentos y celebrar el aplazo con una cena y un brindis. Porque un aplazo mío era más valioso que la posible aprobación de muchos otros profesores. Como justificándose, agrega: Los desaprobé, finalmente, pero sólo porque ellos habían insistido. El audiovisual, dirigido por Patricia Enis y Fernando Flores, suma a la voz del escritor las de una serie de personas que se prestaron al juego de reconstruir su historia como un gigantesco y misterioso rompecabezas ver recuadro. Los pasajes más valiosos de su obra, entretanto, son leídos por una voz en off. Inscripción, de La Cifra, de 1981, Tu y 1971, de El oro de los Tigres, que publicó cuando ya tenía 73 años y parecía decidido a contar buena parte de su intimidad en público, y otra serie de poemas y fragmentos de ensayos y cuentos, van intercalándose con sus reflexiones, recuerdos y comentarios, en una suerte de tejido de imágenes y sonidos en el que Borges se multiplica, como en uno de esos juegos de espejos que lo fascinaban. Son numerosas también las imágenes de viajes: así el espectador tiene la sensación de ver a la pareja Borges-Kodama como si de un John Lennon y una Yoko Ono de las Letras de tratase. A diferencia de estas imágenes de archivo, ya conocidas en general, el especial incluye otras menos conocidas, como las del colegio Jean Calvin, de Ginebra, al que concurrió entre 1914 y 1921 años en que leyó con fruición a Voltaire, Flaubert, Rimbaud, Baudelaire, Chesterton, Víctor Hugo, Nietzsche y Zola, y en el que tomó contacto por primera vez con el filósofo Arthur Schopenhauer y el poeta Walt Whitman, que moldearon su pensamiento, su percepción y su sensibilidad. Están también aquellas en las que se ve la lápida que señala su tumba una piedra de un 1,20 de altura que lleva inscripto un verso rúnico que dice Tomó la Gran Espada y la extendió desnuda entre los dos, el dibujo de un barco funerario vikingo y la frase De Ulrica a Javier Otárola estratégicamente ubicada al lado de un árbol If, que para los celtas representaba la vida y la permanente renovación, según descubrió María Kodama algunos años después de la muerte de Borges. A él le hubiese encantado esa coincidencia, seguramente tanto como saber que a su lado, en el cementerio, descansanlos restos de Calvino. En 1987, inspirado en esa casualidad, el poeta Enrique Molina escribió: Los dos grandes herejes como los fuegos de una constelación del fervor, lo indomesticable, y la más altiva altisonancia en la sordina de un mundo falsario, invadido por los sofistas de la razón. Calvino baila en la veleta del campanario, Borges bebe el agua del horizonte, acaricia a un gran tigre de hexámetros y su voz es de pronto una revelación que dice El trágico universo, este sueño: mi destino.
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