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“Los bailarines son los hijos que decidimos no tener en nuestra vida”

El coreógrafo Nils Christe, que presentará hoy en el San Martín su obra “Purcell Pieces”, analiza la diferencia entre hacer ballet en Holanda y en la Argentina.

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Christe llegó de Holanda hace seis semanas para montar “Purcell pieces”.


Por Silvina Szperling
t.gif (862 bytes)  ”Fui muy afortunado en comenzar a hacer mis propias coreografías bastante joven, a los 25 años. En el Netherlands Dans Theatre se da la oportunidad a los bailarines de probarse como coreógrafos en una situación de workshop, lo cual es muy estimulante”. Nils Christe, un energético artista holandés, ha pasado seis semanas en Buenos Aires montando al Ballet del San Martín Purcell Pieces junto a su esposa y asistente Annegien Sneep. Esta obra forma parte, junto con In and around Kozla Street del francés Serge Benathan y la reposición de Catálogo de Ana María Stekelman, del segundo programa que la compañía oficial del teatro porteño estrenará hoy bajo la dirección de Mauricio Wainrot.
“La música siempre ha jugado un rol muy importante en mi vida”, cuenta Christe en una entrevista con Página/12. “En realidad, yo estudié música en el conservatorio de Rotterdam, donde me crié. Luego debí elegir entre la música y la danza, y me decidí por la segunda. Mis padres pertenecían también al mundo de la danza. Siempre me han contado la historia de cómo mi madre dio clases hasta el mismo día en que nací, inclusive”. Christe hace gala de una cierta precocidad, a juzgar por sus antecedentes. Comenzó a estudiar ballet a los seis años y a los 17 ingresó en el Nederlands Dans Theatre. Allí fue materia viva para coreógrafos de la talla de Louis Falco, Jennifer Muller, Anna Sokolow, Jerome Robbins y, sobre todo, Hans van Manen y Jiri Kyllian.
“Los quince años que estuve en NDT fueron excepcionales. Los coreógrafos que transitaron en esos años por la compañía me marcaron profundamente”. No es difícil imaginar, al hablar con este inquieto hombre de 50 años, la atracción que habrá generado en aquellos coreógrafos su energía vibrante y alerta en sus años de actividad como bailarín. “Disfruto mucho del movimiento. Por supuesto que ya hay algunos pasos de los que debo cuidarme, porque podría lastimarme. Por suerte Annegien está siempre atenta y cuida de mí en ese sentido. Además, ella es la que recuerda cada detalle, cada gesto de mis coreografías. Es una especialista en reposición de obras, ha estudiado notación coreográfica y estaría perdido sin ella. A mí me gusta crear, escupir movimientos uno tras otro y luego olvido cómo lo he hecho”.
–¿Cómo ha funcionado el entendimiento con los integrantes de la compañía del San Martín?
–Ellos trabajan muy duro. La obra dura 45 minutos, lo cual significa una empresa enorme como aprendizaje. Por suerte hemos podido permanecer en Buenos Aires el tiempo necesario para hacer un trabajo a fondo. Además estamos entrenando dos elencos paralelos. Siempre es un poco difícil trabajar por primera vez con un grupo. Nos gusta generar una familia y, a medida que volvemos a un mismo lugar, esa relación va creciendo. Los bailarines de los distintos elencos con los que trabajamos son los hijos que decidimos no tener en nuestra vida cotidiana.
–¿Cual era su trabajo como director artístico del Scapino Ballet de Amsterdam?
–Cuando yo tomé al ballet en 1986, éste era un elenco dedicado exclusivamente a obras para público infantil. Luego yo cambié un poco esa orientación, haciendo obras para público adulto, por lo cual debieron generarse otros ballets dedicados a los niños. En Holanda hay muchos ballets solventados por el Estado. Existen por lo menos seis ciudades con buenos teatros para danza y los elencos realizan continuamente giras con la comodidad de volver a su ciudad de origen en el lapso de 1 o 2 horas, dadas las cortas distancias. Es una situación distinta a la de Argentina.
–¿En qué se inspiró para crear “Purcell Pieces”?
–Esta es mi obra número 56, y el 99 por ciento de mis trabajos se han basado en la música. En general necesito enamorarme de una obra musical para comenzar. Por mi formación puedo leer partituras y mi relación conella es algo físico. La obra de Purcell la conocí por un trabajo que debí realizar para una ópera. Su música me impactó profundamente e inmediatamente decidí montar una coreografía con ella. Sus melodías se prestan a momentos románticos, otros momentos con grupos de distinto tamaño y también me da la posibilidad de trabajar con movimientos más abstractos y modernos.

 

 

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