UNO El tipo se hace llamar el Chico Martini y está en Mallorca, en las
discos y en las fiestas de Mallorca. El chiste de este verano: el Chico Martini es un
modelo misterioso (nadie sabe su nombre o su signo del zodíaco), con eterna
sonrisita cínica estilo Nico Repetto, quien por contrato a la hora de promocionar
tan popular bebida no puede hablar, tiene que pasarse constantemente su pulgar por
los labios con gesto supuestamente seductor/gangsteril y no puede quitarse los anteojos
oscuros por más que camine por una de esas oscuras discotecas. Una vida sufrida y, sí,
el eclipse de la civilización occidental tal como la conocemos.
DOS La palabra más de moda por aquí en Europa es eclipse
seguida por la palabra total. Se agotan los anteojos de sol y aquí, en Barcelona (72 por
ciento de oscuridad, 65 en Mallorca) se agotan los anteojos oscuros para mirar el eclipse
y todos son Chicos Martini. Así es: hoy tendrá lugar el último gran eclipse del
milenio. Una puñalada de oscuridad total que dejará un tajo negro de 112 kilómetros de
ancho a lo largo del centro europeo y buena parte del asiático. Una superproducción
natural de casi tres minutos de oscuridad, el efecto especial más impactante de la
Naturaleza.
TRES La información está eclipsada por el eclipse: ofertas de viajes en
el Concorde para perseguir el fenómeno, proliferación de sites en Internet
para verlo en directo; alquileres a precios demenciales de casas estratégicamente
ubicadas; comunicados de tribus de fanáticos seguidores de eclipses a lo largo del mundo
(han elegido Turquía como punto de reunión por ser el país que ofrece mejores
pronósticos climáticos), fiestas que van de lo dark a lo rave a lo comic (una
representación con actores en Thionville de aquel célebre ¡Por Pachacamac! ¡El
Sol le obedece! en Tintín y el Templo del Sol) y múltiples advertencias de lo que
puede pasarles a los ojos si uno mira fijo y sin tomar precauciones. Así, todo queda de
lado: los brotes racistas en España; los pequeños muertos en el tren de aterrizaje de un
avión rumbo al primer mundo; el culebrón lejano de Chávez en Venezuela y el culebrón
cercano de Pinochet en Londres; la sangrienta paz en Kosovo; la nueva guerrita
doméstica con Moscú bombardeando Daguestán; Saddam amenazando con tomar las armas y el
norteamericano anónimo de la semana vaciando sus revólveres sobre otros norteamericanos
anónimos. Nada de eso parece importante comparado al sentimiento primitivo de mirar al
cielo. Esperar una señal. Mientras tanto, la revista española Más Allá ha publicado un
aviso pequeño advirtiendo y rogando a sus lectores que no usen
las gafas protectoras que venían de regalo con la edición especial El eclipse de
fin de milenio, ya que podrían ocasionar serios perjuicios al usuario.
CUATRO El primer eclipse solar documentado por el hombre aparece en unas
tabletas grabadas en Ur dos mil años antes de Cristo. Desde entonces y hasta ahora el
temor de que algo ocurra. Y va a ocurrir: formidables problemas de tránsito; gigantesca
ingestión de ácido lisérgico (el escritor contracultural Ken Kesey oficiará un
ceremonia para la resurrección del mago Merlín mientras que Jozsef Sexar Meszaros
presidente del sindicato de brujos húngaros ha convocado a trescientos de sus
seguidores para hacer alguna cosita en las orillas del Danubio); saturación
de música de Pink Floyd en la radio; desperfectos eléctricos y sobrecargas varias debido
a la puesta en marcha de modernos sistemas automáticos de iluminación a la hora en que,
en teoría, no deberían estar funcionando; desilusión masiva, ya que los pronósticos
meteorológicos anuncian nublado en casi todo el continente... Y siempre está la
posibilidad de que aquello de Nostradamus sea cierto: en el séptimo mes de 1999,
vendrá del cielo un gran Rey del Terror. El modisto Paco Rabanne ha interpretado en
esto la caída de la estación espacial MIR sobre París y cerrará todas sus tiendas. Una
cosa es segura: se trata del eclipse más esperado de la Historia (la escritora Virginia
Woolf ya se refería a él en una entrada de 1927 de su diario) y, también, el de mayor
riesgo: los psicólogos hablan del efecto brutal de la oscuridad total: ese
momento terriblemente perfecto donde todos volveremos a ser monos de 2001: Odisea del
Espacio en 1999 saltando alrededor de nuestros monolitos públicos y privados esperando el
principio del fin del mundo. A ver o no ver qué pasa en esos minutos donde el
Chico Martini lucirá un poco menos idiota, bastante menos famoso, igual que cualquier
otro.
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