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Días de fútbol, tragos y bandera en las Malvinas

Mientras los argentinos filman todo lo que se mueve, los malvinenses sólo se conmueven por el fútbol y el incidente con la bandera.

Los chicos, de vacaciones, también se transformaron en nota.
Los kelpers recibieron la visita con una indiferencia amistosa.

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t.gif (862 bytes)  Argentinos y malvinenses parecen haber logrado, en apenas tres días, una convivencia fácil pero desigual: para los visitantes (en su mayoría periodistas) todo lo que hay en las islas es fascinante, fotografiable, filmable. Para los visitados, los argentinos parecen ser irrelevantes y fáciles de ignorar. No hubo incidentes mayores, no hubo grandes gestos, no hubo demasiado interés. Los únicos momentos que crearon una reacción entre los residentes fueron la idea de jugar un partido de fútbol y el despliegue de una bandera argentina en el cementerio militar de Darwin.
Esta historia de interés no correspondido se refleja fielmente en la pequeña prensa malvinense. La radio local más importante, el Falkland Islands Broadcasting System, operado por Patrick Watts, ni siquiera hizo un programa especial y se limitó a breves comentarios sobre la visita y salidas al aire de oyentes que llamaban. Los periodistas locales consultados por Página/12 coincidieron en que “está todo bien” y hasta arriesgaron que la visita es “divertida”. La palabra “histórica” nunca fue mencionada.
“¿En serio escribieron que no son bien recibidos? Bueno, debe ser que algo tienen que escribir... ¿no?”, fue el comentario de Juanita Brock, editora del Teaberry Express y encargada del Falkland Islands News Network. Para Brock, la reacción general de sus compatriotas fue “buena, tranquila. La vida continúa, hay argentinos, está todo bien. En lo personal, yo estoy como un chico en una juguetería, viendo los equipos de los periodistas argentinos. ¡Qué cámaras!”
Lisa Rivdell, del Penguin News, el semanario más leído en las islas, coincide con su colega. “Lo estamos tomando con calma, no hubo mayor agitación. Excepto por los cinco o seis que se enojaron realmente, los que andaban con las banderas en sus autos. Una minoría.” Para Rivdell, la explicación resulta simple: los argentinos eran un fantasma, hasta que aparecieron en carne y hueso. “Estábamos preocupados por la visita. Fue algo que tuvimos que aceptar, una consecuencia de las negociaciones en Londres. Hace mucho que no veíamos argentinos caminando en las calles y eso trae recuerdos bastante dolorosos. Pero la gente lo tomó con un ánimo razonable, tranquilo. ¿Qué va a pasar?... es demasiado pronto para decirlo.”
Los argentinos pasan los días fotografiando a las pocas personas que se arriesgan a salir a las frías calles y asombrándose de cosas como que se circule por la izquierda, “al revés”. En el huracán de notas se deslizan perlas como destacar como gran noticia que los locales digan “Falklands” en lugar de Malvinas, que beban demasiado o que los chicos le tengan miedo al dentista. Un periodista se encargó de destacar que los oficiales británicos que los recibieron en el aeropuerto militar les dieron una “ampulosa advertencia” sobre las minas. “Si uno pisa una mina, pierde las piernas”, explica gráficamente Juanita Brock. “Por eso la clase sobre el tema es standard para todos los que llegan en cualquier vuelo. Yo vivo aquí hace años y cuando volví de mis vacaciones, el 26 de junio, también me la dieron a mí. Es un militar que te muestra los distintos tipos de minas y te dice qué hay que hacer cuando uno ve una, dónde denunciarlo. Y te avisan dónde están los campos minados. Es importante: si pisás una mina, perdés las piernas o te morís”.
“Lo que sí molestó fue lo de la bandera”, señala Lisa Rivdell, refiriéndose al acto del joven abogado Martín Matzkin, que inesperadamente sacó una bandera argentina en la visita del domingo al cementerio militar de Darwin. “Lo cubrió la radio, pero no hizo falta, porque en una comunidad tan pequeña como la de las islas todo el mundo se entera de todo enseguida. Sentimos que era de un nacionalismo innecesario, un acto inmaduro. Pero a la vez sabemos que no fue algo mayúsculo: este hombre sacó una bandera del bolsillo, la agitó y la volvió a guardar.” Juanita Brock coincide: “Molestó a la gente. A los argentinos también. En esto, están de acuerdo con nosotros. Todos, argentinos e isleños, sentimos que estuvo de más”. El gobierno argentino se movilizó para contener el daño. El Area Malvinas de la Cancillería prepara una carta para que la firme Matzkin, que es primo segundo del viceministro del Interior Jorge Matzkin. Si bien aclaró que “no piensa disculparse”, el abogado aceptó seguir las instrucciones del Gobierno para evitar un incidente. “Fue un acto de puro sentimiento”, explicó Matzkin. “Saqué la bandera para sacarme una foto.” Los consejeros del gobierno de Malvinas convocaron a una conferencia de prensa para mañana a las 15.30 y se espera que el gesto del argentino sea parte del temario.
Mejores sentimientos creó el fútbol, una pasión que comparten argentinos y malvinenses. Durante la visita de los periodistas argentinos a un pub local (ver aparte) nació la idea de jugar un partido. El gobernador británico aprobó la idea con entusiasmo y ofreció el estadio del Leisure Center. El encuentro será el viernes, a las cuatro de la tarde, y ya tiene un sponsor: una marca de cerveza alemana ofreció patrocinar el partido, el primero en la historia entre Falklanders y Argies.

 


 

UNA NOCHE EN THE GLOBE TAVERN
Visita argentina al pub

t.gif (862 bytes) Los diplomáticos argentinos saben de bares. Por algo la Cancillería recomendó a los primeros visitantes a las Malvinas visitar los pubs locales “con particular prudencia”. En el terso lenguaje diplomático, los bares son lugares donde pueden “suscitarse situaciones de tensión o expresiones agresivas”.
El lunes a la noche, la prensa nacional visitó The Globe Tavern, el pub más popular de la capital isleña. Los argentinos se encontraron en uno de los pocos ámbitos en los que la cultura británica permite iniciar conversaciones libremente. Aunque llegaron en medio de un certamen de dardos, fueron bienvenidos. July, la dueña del Globe, estaba particularmente encantada de ver a los visitantes: ese mismo día se había molestado en ir a la redacción del Penguin News para responder a los que le pedían que no dejara entrar “argies” en su local. “No veo por qué tengo que privarme de hacer mis negocios,” declaró July a los periodistas que pedían “cervezas, papitas y, ¿cómo se decía maní?”, según escribió el enviado de DyN. “Yo no tengo ningún problema con los argentinos”.
En una pared, un viejo FAL argentino recordaba en qué rincón del Commonwealth se alza el pub. Pero los visitantes agregaron sus cervezas a las muchas ya consumidas y las conversaciones, en inglés, en castellano y en una mezcla de ambos idiomas, fue pacífica. “En algún momento me gustaría ir a Buenos Aires,” confesó David, un albañil de veinte años. Que no siguió hablando porque “un rubio bastante mayor que él, con varios aritos en las orejas, le sugirió al oído que no siguiera hablando”.
Hablar de fútbol dio mejores resultados. Varios malvinenses se confesaron entre fascinados y remisos a la anunciada visita de Diego Maradona. Por un lado, la posibilidad de ver en vivo a un ídolo, una verdadera celebridad mundial a la que no le olvidan el gol de la mano de Dios en México. Por otro lado, el fastidio adelantado ante la previsible invasión de periodistas que lo acompañarían. Tanto hablar de fútbol, surgió la idea del partido entre argentinos y malvinenses.
A las once en punto, la campanada tradicional anunció la última ronda de bebidas. La noche se había terminado a la hora tradicional.

 

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