Por Cledis Candelaresi Aunque a partir de distintas
fórmulas, el economista radical Roberto Frenkel y la secretaria de Equidad Fiscal, Carola
Pessino, demostraron ayer durante una exposición en la Universidad Torcuato Di Tella que
Argentina tiene escasas perspectivas de solucionar los problemas de empleo en el corto
plazo. Uno y otra coincidieron que la economía debe crecer por lo menos 3,5 por ciento
por año para que la desocupación pueda retroceder un escaso punto. Las divergencias de
criterio asomaron en torno de los contratos promovidos que, para el especialista de la
oposición, sólo pueden ayudar en condiciones de recesión. Pero fue Hugo
Hopenhayn, investigador de aquella casa de estudios, quien fue un poco más allá y amagó
encender el debate que finalmente no se produjo al plantear que entre 1995 y 1998, plena
política de flexibilización laboral, la tasa de destrucción de puestos de trabajo
creció un 50 por ciento.
El cachetazo sonó fuerte en el rostro de Pessino, representante del Gobierno en el panel
de expertos que ayer expusieron en la sede del Instituto sobre las Políticas para
curar el desempleo. Quizás la única figura de la concurrencia escasa y técnica
fue el economista Guillermo Calvo, quien en vano intentó que Frenkel abandonara las
abstracciones algebraicas para sugerir alguna receta contra la desocupación. Tampoco tuvo
mucho éxito en su intento de que la funcionaria relativizara su idea de que la baja en
los costos laborales es el camino para generar más empleo, idea de defiende
como un axioma irrefutable.
Frenkel aseguró que entre 1997 y 1998 el empleo comenzó a crecer a razón de medio punto
por semestre. Pero de inmediato, relativizó lo que parecía ser una buena noticia.
Este crecimiento se dio por mayor empleo público, los programas de empleo, la
reforma en educación y los contratos por tiempo determinado: las empresas reemplazaron
horas extra, más caras, por contratos promovidos, más baratos, sentenció el
investigador del Cedes.
Su otra conclusión, quizás más desalentadora, es que se necesitan 7 puntos de
crecimiento para que el empleo pleno crezca un punto. Dicho de otro modo, si el PBI
crece un 3,5 por ciento, el desempleo podría bajar un punto o un poco menos.
Frenkel pintó así un panorama sombrío en relación a la realidad del momento, cuando el
propio gobierno está previendo que este año el Producto no sólo no crecerá sino que
retrocederá un 4 por ciento.
Aunque sin hacer ninguna proyección, Pessino celebró coincidir con su colega en el mismo
razonamiento. Para la funcionaria, si la economía crece un 10 por ciento, la oferta de
empleo puede subir un 2,5 por ciento. Pero, a su juicio, tiene un efecto aún más
benéfico la reducción de costos laborales: si éstos caen un 10 por ciento, la demanda
de trabajadores puede crecer hasta un 4 por ciento. Ojalá pudiera hacerse una
rebaja de aportes como las que se hicieron sin que resulte necesario subir otros impuestos
como Ganancias, anheló la panelista.
Sin embargo, sus propios slides demostraron que la política oficial de alivianar las
cargas patronales no tuvo un impacto tan positivo en el mercado de empleo. Hay
problemas para la creación rápida de empleo, comentó Pessino, quien expuso que
comparando las mediciones oficiales de mayo de 1997 contra octubre de 1998 se ve que más
del 30 por ciento de los desempleados continuaron en esa situación y el 25 por ciento se
retiró del mercado de trabajo.
Hopenhayn abordó el mismo tema desde otra perspectiva. Las políticas de trabajo
temporario, especialmente con contratos de sólo tres meses, no es una buena receta para
crear empleo, concluyó, luego de demostrar con estadísticas que en los tres
últimos años en Argentina creció la tasa de destrucción de puestos de
trabajo. Por el contrario, remató, los contratos basura pueden generar
trabajadores desalentados, que abandonen la búsqueda.Yo coincido que
los contratos temporario no son la política de reforma. Pero es una vía cuando no hay
alternativas políticas parahacer otras cosas, fue la suave réplica de la
secretaria de Equidad Fiscal.
Los miedos de Carola Minutos antes de entrar al auditorio universitario, Carola Pessino confesó a
algunos de los colegas anfitriones los temores que aquejan su alma de funcionaria
saliente. Lejos de los micrófonos, la secretaria de Equidad Fiscal admitió estar
inquieta por un artículo de la norteamericana revista Business Week, donde se alertaría
que Argentina podría dar marcha atrás en su proceso de reformas estructurales. El
problema es que la revista es muy leída y puede influir en los inversores, comentó
entre sorbo y sorbo de café. Lo peor es que ese peligro existe... en el Congreso
hay una movida populista y no se sabe qué va a pasar, remató. Uno de sus
interlocutores trató de tranquilizarla, recordándole que apenas el dictador Augusto
Pinochet abandonó el gobierno, los sectores medios de ese país sufrieron la misma
angustia de cambio que finalmente no ocurrió. No. Era diferente. Porque cuando se
fue Pinochet, en Chile las reformas estructurales estaban más consolidadas. No es como
acá, refutó la empecinada Carola. Además, Chile tiene la ventaja de ser un
país mucho más centralista. Argentina, en cambio, es más federal y existe una puja
entre la Nación y las provincias que es cada vez más dura, se quejó a renglón
seguido. La protesta dejó sin palabras a sus circunstanciales compañeros del break, que
parecían poco dispuestos a contradecirla. |
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