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El día que Susana quiso robarle
una costilla a Pedro Almodóvar

Juan José Jusid se planteó hacer en “Esa maldita costilla”, una comedia al estilo del director manchego –incluyendo a Rossy de Palma–, pero se quedó en un aburrido estereotipo del cine local.

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Rossy de Palma y Loles León son apenas caricaturas de sus personajes como “chicas Almodóvar”.
Luis Brandoni recrea su porteño típico y Susana Giménez dice: “¿De verdad parezco inteligente?”

Por Horacio Bernades

t.gif (862 bytes) A poco del lanzamiento internacional de Mujeres al borde de un ataque de nervios, se barajó en Hollywood la idea de una remake en inglés, con Jane Fonda o Kathleen Turner en el papel de Carmen Maura. Diez años más tarde -plazo promedio que todo demora en llegar hasta aquí– a alguien se le ocurrió hacer algo así como una versión argentina. Pero no acreditada, y con Susana Giménez ocupando el lugar de Maura, Fonda o Turner. Con dos auténticas “chicas Almodóvar” (Rossy de Palma y Loles León) y la dirección de Juan José Jusid, hombre de confianza del consorcio Telefé/Sono Film luego del millón y pico de espectadores que metió Un argentino en Nueva York, esa película ya está aquí, y se llama Esa maldita costilla.
Colores fuertes, tacos altos, empapelados floreados, un poco de salsa (vía Celia Cruz) y un grupo de mujeres que sufren por los hombres: ésa es la idea de un film-Almodóvar que parecen tener los responsables de Esa maldita costilla. Sólo que hace rato que el manchego no hace esa clase de película. La versión argentina muestra muy poca dinámica de comedia, chistes repetidos, situaciones arbitrarias y personajes muy poco desarrollados. Y, faltaba más, ese toque-Telefé, que consiste en terminar cada película (ya se trate de Manuelita o Esa maldita costilla) con un casamiento, por iglesia y de blanco. Un edificio de departamentos funciona como universo femenino en propiedad horizontal, con Azucena (Giménez), Rosa (Betiana Blum), Margarita (Rossy de Palma) y Lila (Loles León), encarnando las cuatro patas de ese gineceo. Azucena acaba de echar de casa al cretino de su marido (Rodolfo Ranni, que pega un par de puteadas y se va con Nicole Neumann). Luego de un par de poco convincentes intentos de suicidio, Azu busca la ayuda de Rosa, veterana soltera y proclive a la fiesta.
Rápidamente, Azucena y Rosa se hacen amigas de las otras flores. Lila es una adivina afecta al whisky; Margarita, un estereotipo imposible, que no sólo es virgen e improbable intelectual, sino que incluso ignora, a fines del siglo XX, la existencia de métodos anticonceptivos. En el mundo Almodóvar, Rossy de Palma funcionaba como caricatura; aquí, no se olvidan de recordarle que su larga nariz es casi un insulto viviente para la obsesión argentina por el look. Las cuatro se enamorarán de Juancito (Luis Brandoni, reiterando su tipo de barrio), un modesto tachero a quien las chicas-flor imaginarán como su príncipe azul. Así, Juancito funcionará como mago estilo Copperfield, pintor-latin lover, castigatore alla Schwarzenegger y “poeta” estilo Guillermo Nimo. Es que, en el mejor hallazgo cómico de la película (repetido hasta el cansancio), Margarita está enamorada del ex referí, a quien imagina recitándole Bécquer desde la tele.
Esta situación deriva en otra que pudo haber tenido interés, si la propia película no hubiera reculado, medrosa. Para cumplir sus fantasías, las chicas terminan secuestrando a su hombre ideal. O sea: Atame. Peroaquí, desátame rápido, no sea cosa de ponerse excesivamente siniestro. Tal vez porque ya no es la campeona del rating que supo ser, el protagonismo de Susana aparece disuelto dentro del grupo protagónico, con Bettiana Blum en su salsa y robando escena. “¿De verdad parezco inteligente?”, pregunta en un momento la diva del 0-600, en una línea de diálogo que más parece un caramelo envenenado.

 

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