Por Martín Granovsky En 1980, a los 35 años,
fundó el Partido de los Trabajadores, hoy la fuerza de izquierda más importante del
continente. En ese momento Luiz Inacio Lula da Silva ya era el dirigente
sindical metalúrgico clave de Brasil. Hoy quiere arrasar en las municipales del año que
viene para llegar bien armado a las presidenciales del 2002. Pero de ningún modo aspira a
ser solamente el ingeniero de una máquina electoral. Recorre Brasil y todos los días
madruga para visitar una fábrica o el café de un barrio. No bien llegó a Buenos Aires,
invitado por el Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de San Martín, que
dirige Alberto Ferrari Etcheberry, Lula dialogó con Página/12.
¿Todavía está irritado por el terrorismo verbal de Carlos Menem y Domingo Cavallo
contra la posibilidad de que usted ganara las elecciones del año pasado?
Fue la primera vez que en Brasil asistimos a un fenómeno de internacionalización
de la campaña política. Julio María Sanguinetti, Carlos Menem, Tony Blair, Bill
Clinton, Stanley Fischer... Todos hacían sus recomendaciones para las presidenciales. Y
Menem llegó a decir en la prensa brasileña que yo no debía ganar las elecciones porque
eso supondría el fin del Mercosur. Mire el Mercosur. Mire como lo han dejado. Y no fui
yo. Veo con mucha tristeza la irresponsabilidad de Menem y Cardoso. Los dos están
colocando al Mercosur en una situación delicada. ¿Así que conmigo se iba a terminar el
Mercosur?
¿Por qué habla de irresponsabilidad de Cardoso y Menem?
Porque los dos construyeron una economía sustentada en bases falsas. No es verdad
que un peso valga un dólar. No era verdad que un real valía un dólar. En Brasil nos
cansamos de publicar artículos y dar entrevistas diciendo que era necesario hacer una
modificación de la política cambiaria. Eso sí, propusimos introducirlo de manera
paulatina. Pero Fernando Henrique Cardoso no quiso aceptarlo porque decía que así se
perjudicaría el Plan Real. ¿Y qué pasó? Que lo hizo el mercado. Y lo hizo
abruptamente.
Pero usted reivindica el Mercosur.
Por supuesto. Es muy importante para nuestros países y para toda América latina.
Queremos un bloque común que pueda discutir en igualdad de condiciones, o en mejores
condiciones, la hegemonía mundial con los europeos, los asiáticos, los americanos...
Para eso hay que fortalecer el mercado interno, mejorar la calidad de vida de la gente,
distribuir la renta en favor del pueblo. El problema es que cuando usted propone eso la
banca internacional establece que su país se ha convertido en un país vulnerable.
Entonces, construyamos políticas que disminuyan esa vulnerabilidad. Y yo creo, en este
sentido, que una política de integración disminuye nuestra posición tan frágil.
Integración no es un país encima del otro. No es la industria brasileña aplastando a la
industria argentina ni la agricultura argentina aplastando a la brasileña. Integrar
supone complementar. Esa es la razón por la que la integración no puede ser solo
comercial, ni estar basada solo en la satisfacción del interés de los grandes grupos
económicos. Debe ser cultural, política. Es preciso crear las condiciones objetivas para
que eso suceda.
Y Cardoso y Menem no lo hicieron, en su opinión.
No. Al contrario. Y mi sueño es una América latina integrada política, social,
económica y culturalmente.
¿Usted no tiene miedo de fortalecer políticamente Mercosur?
Para nada. Vea: si nosotros queremos en serio el Mercosur, antes de discutir una
moneda única por qué no formamos un Parlamento con elección directa de diputados. ¿Por
qué no constituimos un Parlamento del Mercosur? ¿Por qué no lo discutimos?
¿Por qué?
Porque Menem y Cardoso no quieren un acuerdo de esa profundidad. Ese arreglo sería
no inmediatista sino de largo plazo, sólido. Que supere a la economía.
¿El PT tiene una relación de simpatía con la Alianza?
Tenemos una buena relación con varios compañeros que participan de la Alianza en
la Argentina, y pretendemos fortalecer esa relación porque la Alianza tiene un papel
importante. Su país está por encarar una elección en medio de una crisis profunda. El
pueblo tiene la expectativa de que haya cambios en la Argentina. El Partido de los
Trabajadores mantiene relaciones con muchas fuerzas políticas. Yo personalmente siento un
gran cariño por Graciela. Es una persona maravillosa.
¿Usted tomaría como suyo un triunfo de la Alianza?
Mire, es muy difícil para un extranjero dar recomendaciones y pálpitos sobre las
elecciones en otro país. No quiero repetir el error de Cavallo y Menem, que se la pasaban
haciendo cálculos sobre las elecciones presidenciales brasileñas. La decisión aquí es
del pueblo argentino. Ojalá que tenga conciencia política a la hora de escoger a sus
representantes. Obviamente que yo quiero un cambio de tal fuerza que pueda modificar los
rumbos de la economía.
Lula, según mi cálculo usted es el político de izquierda más votado de América:
más de veinte millones de votos. ¿Es correcto?
Veintidós millones en las últimas elecciones, en octubre de 1998.
Alrededor del 30 por ciento del padrón, ¿no es cierto?
Un poco más.
Si ése es, hoy, el piso electoral del PT, ¿cómo hacen para conservarlo, para
mantener la identidad de izquierda y al mismo tiempo ampliar el margen para ganar el
gobierno federal? ¿Cómo planean conquistar también al centro sin diluirse?
Bueno, en Brasil no tenemos partidos de centro. Tenemos de izquierda, como nosotros,
de ultraderecha y de derecha.
¿Dónde ubica a Fernando Henrique Cardoso?
En la derecha. Por eso el PT tiene dos desafíos para los próximos años. Por un
lado, el PT precisa abrir la posibilidad con sectores de centro. Ya que no hay partidos de
centro, con personalidades de centro del mundo político e intelectual, y también con
sectores empresariales. Y por otro lado no podemos descuidar el trabajo con las camadas
más pobres de Brasil, porque además son las que tienen mayor vulnerabilidad a la hora de
decidir una elección. Muchas veces son dependientes de políticas compensatorias hechas
por los gobernadores. Pero creo que el PT vive un gran momento electoral.
¿Ahora?
Sí. El año que viene habrá elecciones municipales. El PT ganará sin duda en
muchas ciudades importantes del Brasil. Solo necesita aplicar un cierto pragmatismo.
¿Qué significa cierto?
Precisamos pensar en la elección desde el punto de vista político electoral y no
solo desde el punto de vista político-ideológico. El partido no tiene que abrir la mano
y permitir que se le escurran sus convicciones. Y hay una razón para lo que digo:
necesitamos tejer alianzas a nivel municipal, y entonces no hay por qué hacer un pacto en
el que diluya las divergencias nacionales. El pacto es municipal. El programa es local.
¿El plan es construir poder desde las municipalidades?
Sí. Así podremos garantizar un triunfo en las presidenciales del 2002.
¿Cuál es el eje del pragmatismo del PT?
No puedo hablar de una única propuesta. Hay un principio fundamental: el PT no hace
alianzas con partidos de derecha. Segundo, no hacemos alianzas con quien defiende el
proyecto neoliberal de Cardoso. Son dos principios básicos que vamos a respetar. Ahora,
dicho esto tengamos en cuenta lo siguiente: hay mucha gente que no es del PT y son
personas demucho valor moral, ético, personas comprometidas con los derechos humanos, con
una sociedad más justa y fraterna, y que muchas veces no están en el PT por las propias
deficiencias de nuestro partido. Puede ser que algunas de estas personas estén sueltas, o
cerca del PMDB. Si somos capaces de articular un programa que se proponga mejorar la
calidad de la salud, de la educación, que busque instituir una política para promover a
los sectores más pobres de la sociedad y combatir la corrupción, vamos a poder conseguir
que esas personas se acerquen.
¿Cuál es el objetivo político inmediato del PT?
En este momento el PT y otros partidos de izquierda estamos organizando una gran
marcha sobre Brasilia. Queremos que el 26 de agosto por lo menos 100 mil personas
converjan sobre la capital y también estamos haciendo firmar un petitorio con la idea de
que Cardoso pueda ser enjuiciado por lo que llamamos delito de
responsabilidad. Al mismo tiempo queremos que se forme una comisión investigadora
para indagar cómo se privatizaron las telecomunicaciones.
¿El PT está en contra de las privatizaciones en sí mismas o en contra del modo en
que se hicieron?
Primero estuvimos en contra de la privatización. Creíamos que las
telecomunicaciones eran estratégicas para la soberanía y el desarrollo de nuestro país.
La empresa estatal era eficaz y rentable, y no tenía por qué ser privatizada. Pero
después hubo denuncias publicadas por la prensa de que existió una tentativa de Cardoso
de beneficiar a una determinada empresa que participaba de la licitación. Durante la
campaña de 1998 el presidente Cardoso pidió mi procesamiento porque firmé una denuncia
según la cual la privatización no se había hecho de la forma más correcta. Pero hace
poco el diario Folha de Sao Paulo publicó una gran investigación de doce páginas
mostrando que yo tenía razón. Que efectivamente se había comprobado la ingerencia del
presidente Cardoso. Por eso creemos que es preciso investigar. En Brasil hemos llegado al
absurdo de que una empresa sin dinero pueda ganar la competencia por un servicio público.
Que pueda comprar una empresa con la plata de un banco. Eso es grave. Y queremos
investigar.
Usted habló de delito de responsabilidad. Trasladado al sistema
argentino, ¿es el primer paso para el proceso del juicio político?
Sí. Estrictamente, para que el tema pueda ser tratado por la Cámara de Diputados,
encargada de acusar al Presidente.
Y eventualmente, si el juicio político avanza, ¿quieren que Fernando Henrique
Cardoso se vaya?
Queremos que se lo investigue.
Lula, ¿cuánto viaja por Brasil?
Viajo permanentemente. El lugar donde menos estoy en Brasil es en mi casa. La ciudad
que menos visito es la mía, San Pablo.
¿Cómo se consigue en Brasil ser un dirigente nacional con una situación regional
tan heterogénea?
Es un desafío. Normalmente uno de los grandes equívocos de la elite brasileña ha
sido pensar que Brasil termina en San Pablo. Y la verdad es que Brasil es muy diferente de
Río o San Pablo. Hasta dentro de cada Estado las realidades son distintas. Minas tiene
partes que se parecen a San Pablo, partes que se parecen a Bahía, partes similares a
Río. Y el Nordeste es aún más diferente. Sin comprender la totalidad brasileña no se
puede gobernar para todos, ni tener propuestas políticas para todos. Le voy a dar un
ejemplo concreto. El ministro (Pedro) Malán, que controla Hacienda, posiblemente nunca
haya conversado con un pobre. Con un nordestino. En cuanto a Fernando Henrique Cardoso,
tuvo contactos por parlante. De lejos. Directo, nada. Ni Malán ni Cardoso conocen a esa
gente ni sienten su sufrimiento. Por eso dan más importancia al discurso de un Stanley
Fischer que a un millón de brasileños pasando hambre. La verdad es que una parte de la
elite brasileña tiene mentalidad colonizada. Creen que viven en Finlandia, o en Italia. Y
vivimos en Brasil. Por eso en 1993 toméuna decisión: hacer caravanas, recorrer el país,
conversar con la gente en los más diferentes sitios del país.
Haya o no elecciones.
Haya o no elecciones, sí. Ya disputé tres elecciones para Presidente, pero mi vida
no se termina en la disputa de elecciones. Seguiré recorriendo Brasil porque el pueblo
brasileño merece respeto, porque tiene derecho de participar en la riqueza que producimos
y quiero que nos tenga confianza política. Mire, viajo tanto que debo ser el único
candidato del mundo que no tiene tiempo ni de llorar cuando pierde una elección. Pierdo,
y ya tengo que estar saliendo de mi casa para hablar con la gente, para presentarme ante
los compañeros y decirles: Arriba, no se desmoralicen, la lucha continúa.
|