Por Maximiliano Montenegro El nuevo salto en la pobreza
en Capital y Gran Buenos Aires, del que informó ayer Página/12, dejó en una situación
todavía más vulnerable a las mujeres que deben mantener sus hogares. Según los datos
del INdEC, más de la mitad de las mujeres solas con hijos hoy viven en la pobreza, es
decir, que no alcanzan a comprar una canasta de bienes y servicios básicos para su
familia. Peor aún, una de cada cuatro de estas mujeres ha caído directamente en la
indigencia, con lo cual no puede siquiera alimentar a su prole con una dieta mínima en
calorías.
La encuesta de hogares del INdEC de mayo indica que hay en el área metropolitana 352 mil
pobres más que hace un año. Hoy, 3,2 millones de personas (el 27,1 por ciento de la
población de la región) no puede adquirir una canasta de consumo elemental, valuada en
160 pesos mensuales por adulto del hogar. A su vez, casi 280 mil personas cayeron en la
indigencia, definida como una canasta de alimentos de 70 pesos mensuales por adulto. Hoy,
en el conurbano viven 900 mil indigentes (el 7,6 por ciento de la población).
Los niveles actuales de pobreza son tan altos como en el peor momento de la recesión del
tequila. En tanto que la proporción de indigentes es un récord nunca visto durante la
Convertibilidad, y se acerca a los niveles de las épocas de alta inflación.
Los datos oficiales revelan una situación todavía más dramática para las mujeres, en
especial si están a cargo de un hogar con hijos. El 52 por ciento de las mujeres solas
con hijos vive hoy bajo la línea de pobreza. Más aún, al 24 por ciento no le alcanza
para comprar siquiera los alimentos más elementales, por lo que su familia calza en la
categoría de indigente. En el conurbano, son 200 mil familias, comandadas por mujeres,
que viven en la pobreza. De ellas, 100 mil pelean día a día para escapar de la
indigencia. A nivel nacional, habría más de 500 mil familias pobres en estas
condiciones.
Una persona que vive sola con sus hijos está en una situación de gran desventaja
en el mercado laboral actual. La necesidad de ocuparse del cuidado de sus chicos lleva a
que su disponibilidad de salir a trabajar se vea muy limitada. Y, justamente, hoy lo que
más se exige en puestos de trabajo precarios, en negro y mal pagos es una disponibilidad
absoluta, explica el sociólogo Néstor López.
Página/12 publicó que en el área metropolitana compiten por los escasos empleos que se
ofrecen nada menos que 3 millones de personas, porque no solamente buscan trabajo los
desempleados sino también los subocupados y aquellos que no ganan lo suficiente en su
ocupación actual. Ante este panorama, las mujeres salen perdiendo y, en especial,
aquellas que, encima, deben mantener el hogar.
Néstor López identificó las siguientes características en los hogares sostenidos sólo
por una mujer:
Estas jefas de
hogar tienen muchas dificultades para ingresar al mercado laboral. De hecho, sólo la
mitad trabaja fuera del hogar.
Aquéllas que
pueden trabajar lo hacen fundamentalmente en trabajos de medio tiempo, precarios,
inestables y con remuneraciones esporádicas.
La
incorporación de otro familiar en el núcleo del hogar es la estrategia más usual como
modo de afrontar las penurias económicas. El 60 por ciento de los hogares a cargo de
mujeres solas incorporan otro familiar que asumen tareas en el hogar o proveen ingresos
extra. Normalmente, fuera de estos casos, sólo el 20 por ciento de los hogares incorporan
otro familiar no perteneciente al núcleo primario.
Cuando hay
hijos adolescentes o jóvenes su participación en el mercado laboral es muy elevada,
llegando a aportar un tercio del conjunto de ingresos de las familias lideradas por una
mujer. Estos hijos tienen una tasa de deserción escolar mucho más alta que la de las
familias tipo.
El Presidente Menem negó en más de una ocasión el aumento de la pobreza, pese a que,
comparado con cinco años atrás, en el área metropolitana, hay 1,4 millones de pobres
más que hace cinco años. Las mediciones oficiales del INdEC sólo refieren a Capital y
el Gran Buenos Aires. El estudio del Banco Mundial que estimó la situación social en
todo el país reveló que el panorama en el interior es todavía más desolador. Sea como
fuere, la ceguera oficial ante este drama tampoco permitió avanzar en estrategias para
asistir de manera efectiva a pobres e indigentes. Absolutamente marginadas del mercado de
trabajo formal y discriminadas en el informal, las madres solas que mantienen hogares
pobres, antes que nadie, sólo podrían mejorar su situación a través de las políticas
públicas.
POR PRIMERA VEZ, RECONOCEN EL AUMENTO DE LA
POBREZA
Al fin, el Gobierno lo admite
Por
primera vez, un funcionario de primera línea del gobierno reconoció los datos del INdEC,
adelantados ayer por Página/12, que muestran que en Capital y Gran Buenos Aires hay 350
mil pobres más que hace un año. De acuerdo a la última medición del INdEC hay un
aumento en el índice de la pobreza, admitió el secretario general de la
Presidencia, Alberto Kohan, al término de la reunión de gabinete nacional. En cambio, el
ministro del Interior, Carlos Corach, prefirió no opinar sobre el tema: No he
analizado los datos, se excusó.
Paradójicamente, cuando este diario había publicado también hace unos meses el primer
estudio de pobreza a nivel nacional, realizado por el Banco Mundial, que mostraba un
fuerte incremento en los últimos años, el Gobierno hasta publicó una solicitada
desmintiendo las cifras. Hoy, ante la evidencia de las propias cifras oficiales que lo
confirman, la actitud parece ser una resignada aceptación de la realidad.
Kohan agregó que el Gobierno puede aceptar que hay más pobres, pero también
sería bueno aceptar que había un 38 por ciento en el año 89 y se bajó a un 16
por ciento, se atajó. El Presidente siempre compara los niveles de pobreza con los
picos alcanzados durante la hiperinflación. Pero dejando de lado ese breve período,
nunca los niveles de indigencia fueron tan altos como hoy, en tanto que la pobreza se
ubicó un escalón por debajo del record de la convertibilidad, en mayo de 1991.
Desde la Iglesia, en tanto, el ex titular de Caritas, monseñor Osvaldo Musto, consideró
que esto es consecuencia de un Estado desertor de sus responsabilidades. En
tanto que denunció que la realidad es todavía peor porque las estadísticas oficiales
esconden más de lo que revelan. El titular de la parroquia de Nuestra Señora
de Balvanera reclamó además que los partidos políticos dejen de ser meras
empresas electoralistas, y pidió que desde el Gobierno se impulse una mejor
distribución de las cosas.
Musto señaló que, cuando alguno de los candidatos políticos para los comicios del 24 de
octubre hablan de una mejor distribución, de mayor justicia social, salen otros a
decir cuidado, no toquen el modelo.
No sé qué modelo será, se preguntó el sacerdote.
De acuerdo con los estudios del INdEC, la situación puede empeorar todavía, porque a
quienes pierden sus puestos de trabajo y quedan hundidos en la miseria les resulta casi
imposible obtener medios para movilizarse por un nuevo empleo, y más difícil aún
conseguirlos para capacitarse. El 30 por ciento de los desocupados del Gran Buenos
Aires dice que permanece en esa situación porque no tiene plata para viajar y no pueden
búscar un nuevo empleo, explicó el consultor Artemio López, citando cifras
oficiales.
OPINION
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