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Lo de “meter bala” ya era doctrina antes de Ruckauf

El CELS reveló que en el semestre pasado aumentaron un 63 por
ciento las muertes de presuntos delincuentes. También creció
un 17 por ciento la cifra de policías asesinados en tiroteos.

El informe del CELS advierte que el aumento de la violencia policial se vuelve contra ella misma.
“Esto demuestra que el mayor poder de fuego de la policía no resuelve el problema sino que lo agrava.”

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Por Eduardo Videla

t.gif (862 bytes) La doctrina Ruckauf, que consiste en “meterles bala a los delincuentes”, no es nueva: ya venía siendo aplicada por las fuerzas policiales, según lo revela un estudio del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). En el primer semestre de este año –sostiene el informe– se registró un aumento del 63 por ciento en el número de personas –presuntos delincuentes– muertas por agentes de seguridad, respecto de los últimos seis meses del ‘98. La escalada de violencia afectó también a la policía, que en el mismo lapso vio caer a un 17 por ciento más de sus hombres, muertos en enfrentamientos. La policía demostró además que afinó la puntería: en esos choques armados, se registró un alto número de muertes en relación con los heridos (138 contra 148). Para el CELS, esta política no contribuyó a bajar los niveles de inseguridad. “Esto demuestra que el mayor poder de fuego por parte de la policía no resuelve el problema sino que lo agrava: aumenta la violencia por parte de los delincuentes y ocasiona más víctimas dentro de la propia fuerza policial”, dijo a Página/12 Gustavo Palmieri, titular del programa de Violencia Institucional y Seguridad Ciudadana del CELS, a cargo de la investigación.
Hace diez días, el candidato a gobernador bonaerense del PJ, Carlos Ruckauf, lanzó su plataforma en materia de seguridad, que sintetizó con la frase “a los asesinos los quiero ver muertos”. Pero esas ideas, según el informe del CELS, ya estaban vigentes en la provincia: sólo en el Gran Buenos Aires se registraron en el primer semestre de este año 102 muertes de civiles, exactamente el doble de las producidas en los seis meses anteriores. Las víctimas fatales entre las fuerzas de seguridad, entre los dos períodos, también creció, en un 23,8 por ciento.
El estudio del CELS también advierte sobre otros dos aspectos:
u En los enfrentamientos hay un mayor número de civiles muertos que de heridos. “Según los estándares internacionales, el número de muertos debería ser considerablemente menor”, dice el informe. En el área metropolitana, el índice de mortalidad (producto de dividir la cantidad de muertos por la de heridos) creció de 0,64 en 1998 a 0,99 en el primer semestres de este año. “En Nueva York es de 0,2”, ejemplificó Palmieri.
u El porcentaje de muertes en enfrentamientos sobre el total de homicidios dolosos es muy elevado. “Llegan a ser superiores a los que presentan ciudades caracterizadas por el grado de violencia de sus fuerzas de seguridad, como San Pablo y Río de Janeiro. Los últimos datos que relevó el CELS son de 1998: el 12 por ciento de los homicidios se produjeron en enfrentamientos con la policía. En San Pablo era del 10 por ciento y en Río, del 9 por ciento.
Ante la falta de datos oficiales sobre la violencia institucional, el estudio fue realizado en base a un exhaustivo relevamiento de las noticias publicadas en los cuatro diarios de mayor circulación del país: Clarín, Crónica, La Nación y Página/12. Según los datos, entre enero y junio murieron en enfrentamientos 140 civiles y 34 funcionarios de seguridad. En el mismo lapso, un año antes, las cifras fueron 86 y 22, respectivamente.
La conclusión del estudio del CELS es que la violencia es generada por las propias instituciones. “Estas acciones generan una escalada, cuyo efecto es el aumento de las muertes de personas sospechadas de delinquir y de policías”, dice el informe. La tesis que sostiene la policía es opuesta: la mayor dureza oficial responde al mayor poder de fuego de los delincuentes y al incremento en la violencia de sus acciones.
–La mayor violencia policial ¿no es una respuesta a delincuentes más violentos? –le preguntó este diario al responsable de la investigación.
–El Estado debe controlar el nivel de fuego, no estimularlo. Si la policía se arma mejor y tira primero, el delincuente se arma más y se hace más violento. La carrera armamentista beneficia siempre al delincuente, porque no tiene límites legales.
–¿Cómo debe actuar el Estado en este contexto? –Con políticas de desarme. Hay que desarmar a la población. Cambiar bienes por armas –principalmente en los sectores marginales–, como se hizo en algunas ciudades de Brasil. Ciudades como Río de Janeiro y San Pablo están revisando su estrategia de ataque violento a la delincuencia, porque con ella no han mejorado sus niveles de seguridad.
Según el estudio del CELS, la propuesta que predica Ruckauf apunta a profundizar este camino: “Un aumento en el número de policías muertos y el riesgo creciente de que cualquier hecho delictivo desencadene un hecho violento, con riesgo para la vida del delincuente, la víctima y el policía”, concluye el informe.

 


 

PERSECUCION CON UN POLICIA MUERTO Y OTRO HERIDO
Un día de tiros en el norte

t.gif (862 bytes) Una espectacular persecución mantuvo en vilo a la zona norte del conurbano durante todo el día. Empezó a las diez, en Don Torcuato, donde cuatro hombres que, se presume, intentaban robar una delegación municipal –enfundados en chalecos antibalas y armas de guerra– se enfrentaron a balazos con dos policías, uno de los cuales murió y el otro resultó herido de gravedad. Luego, los delincuentes se escaparon hacia dos zonas de villas en San Isidro, donde el Comando de Patrullas que los perseguía fue recibido a balazos. En el trayecto, la banda robó varios vehículos y los fue abandonando. En el medio de un raid apareció un quinto cómplice. Como saldo, cinco hombres fueron detenidos, tres de ellos heridos.
A las 10 de la mañana, la comisaría 3ª de Tigre recibió un llamado de la Delegación Municipal Don Torcuato Este, ubicada en San Martín de Tours y Triunvirato: había dos sospechosos en un Ford Escort. Se presume que intentaban robar esa delegación. Fuentes de la Jefatura Departamental Conurbano Norte relataron a Página/12 que “un patrullero se acercó al auto para identificarlos y cuando los estaban cacheando, de sorpresa, aparecieron dos hombres más armados con FAL y les dispararon a quemarropa”. El cabo primero Luis Alberto Espeche murió en el acto y el subinspector Claudio Javier Roldán resultó herido.
La banda se escapó en el Escort con una ametralladora robada a uno de los policías. Alertado por la Departamental, el comando de Vicente López reconoció al Escort en su jurisdicción. Allí volvió a iniciarse un tiroteo. Y después de varias cuadras de persecución, los hombres pararon una Renault Trafic y se escaparon en dirección a la localidad de Carachapay. En esa zona “la camioneta chocó con un colectivo de línea y uno de ellos enfrentó a la policía disparándoles hasta que cayó herido y lo detuvieron. Los demás lograron huir”, relataron fuentes policiales. Dentro de la camioneta había dos fusiles FAL, uno con mira telescópica, la ametralladora UZI robada al policía, una pistola, dos chalecos antibala y una sirena portátil.
Mientras tanto, los tres cómplices restantes robaron un Volkswagen Pointer blanco. Según versiones policiales, en algún momento apareció un quinto cómplice y los delincuentes se dividieron: tres pasaron a un Peugeot 406, también robado, y uno en el Pointer. En la zona de Villa Loyola, partido de San Martín, el Peugeot –que se presume habría sido robado a la mañana a un empleado de la empresa Roche– atropelló a un hombre de unos 60 años. Y la escena se repitió: se produjo un tiroteo. Además, el personal del Comando de Patrullas de San Isidro fue recibido a balazos desde el interior del asentamiento. De todas formas lograron detener a los tres hombres.
Según fuentes policiales, en las primeras horas de la tarde, cuando el comando volvía hacia Vicente López y se pensaba que lo peor había pasado, “personal de San Isidro vio el Pointer blanco y lo siguió hasta la villa Santa Rita, de Boulogne”.

 

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