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Por Felipe Yapur El justicialismo bonaerense lanzó ayer oficialmente su campaña electoral. Los candidatos presentes, léase Eduardo Duhalde, Ramón Ortega y Felipe Solá lucieron sus mejores sonrisas pero, obviamente, no pudieron eclipsar a la que mostró Carlos Ruckauf. Absolutamente todos se abstuvieron de mencionar en sus discursos la espinosa posición sobre la seguridad urbana que elaboró hace pocos días el candidato a gobernador y de las encuestas que no favorecen al PJ. Prefirieron sí, apuntar a la coalición opositora porque continúa con su campaña sucia y a Fernando de la Rúa, en particular, porque según Duhalde se preocupa por los trabajadores o los pobres sólo en los spots televisivos. Ruckauf, en tanto, sólo dejó de sonreír para prometer que girará 17 millones de dólares por mes a cada municipio bonaerense para la creación de nuevos empleos. Los cuatro protagonistas de la noche ingresaron al salón del Pasaje Dardo Rocha de La Plata, el mismo lugar que utilizó la Alianza el miércoles pasado, apenas unos minutos después de las 19. Inmediatamente Solá ocupó el lugar de los oradores. En un acto mediático, como el que se vivió anoche, la puntualidad es cosa seria. Es por ello que el ex ministro de Agricultura no perdió tiempo y anunció que con Ruckauf llevarán adelante la continuación de la gestión monumental de ocho años que hizo Duhalde. Sin darle tiempo a los presentes para el aplauso, remarcó que no se sale de la recesión con denuncias, no se construye con mentiras sino que el país necesita experiencia, no mentirosos mediáticos, en obvia referencia a la Alianza, y agregó que estamos dispuestos a cortarle los dedos al corrupto, sea amigo o pariente. Mientras los aplausos a Solá todavía resonaban en el ambiente, el locutor lanzó por los altoparlantes la presentación del candidato gubernamental denominándolo el defensor de los derechos de todos, el mejor. Y Ruckauf, sin dejar de sonreír, se comprometió a dar fecha de sus futuros actos de gobierno. Dijo que a partir del 1° de mayo del 2000 comenzaré a girar a cada municipio su parte proporcional que le corresponde de los 17 millones de pesos por mes que destinaremos para la creación de nuevos empleos. Pero allí no terminó todo, también adelantó que el 1° de julio del 2000 formulará un pedido de reforma de la Constitución para producir la autonomía municipal, con lo que las comunas recibirán sin intermediación los fondos coparticipables. Pero el candidato a gobernador no olvidó que el humor es su fuerte y sostuvo que Duhalde es el mejor gobernador de la historia, por ahora. Mientras todos reían, exhortó a que en la provincia cuando se vote pongan en la urna la boleta completa del PJ porque necesitamos que Duhalde sea presidente y de paso que Luis Patti no le quite los votos que él necesita para gobernar. Ortega también habló, y esta vez sin furcios. A decir verdad, fue el único que se animó a tocar el tema seguridad. El tucumano se refirió a que De la Rúa, como jefe de gobierno, no quiso hacerse cargo de la Policía Federal porque es más fácil criticar y arengó a los militantes a movilizarse para que en octubre triunfe nuestro proyecto. Duhalde cerró el acto también con duras referencias a sus oponentes. Desafió a los presentes a pensar: Hagamos diez segundos de silencio para pensar a dónde vieron al candidato de la Alianza preocupándose por los trabajadores o por los pobres. Sólo en los spots televisivos, nunca en su campaña política. Luego, tras hacer un rápido raconto de su obra de gobierno, el bonaerense se dirigió a Ruckauf y le dijo que los planes y programas serán tuyos y los apoyaré sin reserva. Nadie en el acto dudó que el candidato se refería que le hacía entrega de su programa de reforma policial y que Ruckauf anunció su decisión de modificar. Por último Duhalde se mostró convencido sobre su triunfo electoral presagiando que lo hará por el 50 por ciento de los votos. Luego se despidió con una frase que impuso el menemismo: Que Dios los bendiga compañeros. Y esto marcó, sin querer, otra diferencia con Ruckauf, quien prefirió utilizar una máscombativa, más guevarista por así decirlo. Cuando finalizó su discurso gritó: Hasta la victoria siempre, compañeros.
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