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Un largo viaje con Hitchcock

Se consigue en video casi toda la
filmografía del realizador. Y en setiembre se editarán dos joyas antes inhallables.

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Por Horacio Bernades
t.gif (862 bytes)  Cuarenta y siete sobre cincuenta y tres. Esa es la cantidad de películas de Hitchcock que pueden conseguirse en videoclubes argentinos. De los 53 largometrajes filmados por el maestro, sólo cinco (todas ellas mudas) no se editaron en Argentina. Se consiguen media docena de Hitchcocks mudos (la notable The Lodger, de 1926, es la más antigua de ellas), sonoros de la etapa inglesa (once en total, desde Chantaje, 1930, hasta La posada maldita, 1939). Y todas, pero todas, las que filmó en Estados Unidos, desde Rebecca (1940) hasta la final Trama macabra (Family Plot, 1976). Incluyendo algunas tan poco conocidas como Casados y descasados (Mr. And Mrs. Smith, 1941), El juicio Paradine/Agonía de amor (The Paradine Case, 1947) o Desesperación (Stage Fright, 1950). Y a todo esto hay que sumarle, además, seis de los veinte episodios que el hombre obeso dirigió para su propio show de televisión, editados por el sello Renacimiento con el título de Cuentos de misterio y Cuentos de misterio 2.
No es de extrañar que, desde los comienzos mismos del video en Argentina, títulos de Hitchcock hayan engrosado los catálogos de editoras grandes, medianas y chicas. Es que él es seguramente el único cineasta de la historia cuyas películas pueden interesarle tanto al señor o la señora que quieren pasar un buen rato como al más obsesivo de los coleccionistas, al adolescente con ganas de divertirse y al estudioso más serio. Claro que hay una razón mucho más concreta para que Hitchcock sea uno de los grandes favoritos del video argentino, hasta el punto de que algunos títulos fueron editados por cuatro o cinco firmas diferentes: al estar dentro del dominio público, la mayor parte de esos títulos no pagan derechos. Negocio redondo, tanto para editores como para cinéfilos. Tener su obra casi completa al alcance de la casetera permite que la visión y revisión sean prácticamente infinitas, y siempre sigue habiendo algo nuevo por descubrir.
Sin ir más lejos: ¿cuánta gente vio películas como El hombre de Manx (The Manx Man, 1929), Joven e inocente (Young and Innocent, 1937), Saboteador (Saboteur, 1942) o Bajo el signo de Capricornio (Under Capricorn, 1949)? Todas ellas se consiguen en video. La revisión es algo que en el caso de Hitchcock se impone quizá como en ningún otro. Revisiones totales o parciales. ¿Cómo negarse a revisitar, cuantas veces sea, Tuyo es mi corazón (editada también bajo su título original, Notorious), La ventana indiscreta, Vértigo, Psicosis, Los pájaros? El iniciado en estos placeres no necesitará disponer de una hora y media o dos. Con unos minutitos basta para volver a gozar del épico acercamiento al anillo de Ingrid Bergman en Tuyo es mi corazón, la visita al bosque de sequoias o la transformación de Judy en Madeleine en Vértigo, el primer ataque de una gaviota a Tippi Hedren en Los pájaros. Y así al infinito. No es sólo cuestión de placer. ¿Cómo no apretar sin parar la pausa, el rebobinado y el play, para estudiar plano por plano la escena de la ducha en Psicosis, fijar la mirada con precisión en el departamento de enfrente en La ventana indiscreta, analizar cómo está armado cada plano, cada escena, cada secuencia, cada película? Esto sólo es posible desde que existe ese aparatito llamado videocasetera, cuyo botón de rebobinado parece haber sido creado para ver y rever a Hitchcock. Si el video no existiera, la sola existencia de la obra de Hitchcock obligaría a inventarlo.
Y novedades sigue habiendo: el sello Epoca (que ya cuenta con una veintena de Hitchcocks en su catálogo) acaba de informar que el mes próximo editará dos de las perlas más raras de esta corona. Se trata del par de cortos documentales que Sir Alfred filmó en 1944 para el Ministerio de Información de la Reina, como aporte a la propaganda bélica. Se llaman Bon Voyage y Aventure Malgache, están hablados en francés, duran cerca de media hora cada uno y no los vio ni el cinéfilo más exquisito. Ensetiembre estarán en los anaqueles. Lástima que, mientras las ediciones y reediciones de VHS y DVD de Hitchcock se multiplicaron en el extranjero ante la inminencia del centenario, el sello AVH, poseedor de los derechos de buena parte de sus superclásicos, no haya imitado el ejemplo de sus iguales estadounidenses y europeos. Recién están estudiando algún relanzamiento, que se produciría antes de fin de año. ¿No hubiera sido éste el momento ideal?

 

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