Por Eduardo Tagliaferro No piensen mal si
después del 10 de diciembre, cuando abandone mi cargo en la SIDE, soy el abogado de
YPF, suele advertir a sus amigos el secretario de Inteligencia del Estado Hugo
Anzorreguy. De fluidas relaciones en España, Anzorreguy se jacta de tutearse con el rey
Juan Carlos I. Pero la clave de sus contactos pasa por el ex primer ministro Felipe
González, por el actual, José María Aznar, y por Alfonso Cortina, presidente de Repsol.
Repsol es la actual dueña de YPF después de una operación apresurada con intervención
de funcionarios argentinos y españoles de altísimo nivel.
Nunca utilicé mi cargo para obtener beneficios económicos, es otro de los
lemas de Anzorreguy, un peronista histórico con buena llegada al mismo tiempo al
establishment, a todo el arco del PJ con inclusión de Eduardo Duhalde, una vieja
relación de amistad personal con Fernando de la Rúa y socio de un estudio familiar de
abogados con gran capacidad de lobby en la Justicia, las empresas y la política.
Si bien el Señor Cinco, como llaman en la jerga de inteligencia al número uno de la
SIDE, acostumbra señalar que su yerno Alejandro MacFarlane, integrante del nuevo
directorio de YPF, es quien le abrirá las puertas para convertirlo en abogado de la
petrolera, el verdadero dueño de la llave no es otro que el propio Cortina. Esa amistad
fue la que permitió, años atrás, que MacFarlane abandonara sus tareas en la SIDE para
incorporarse a la relaciones públicas de la empresa Astra, una firma subsidiaria de
Repsol. Antes, el yerno de Anzorreguy había ocupado una silla de director por el Estado
en la empresa mixta Papel Prensa.
Con la ayuda de Cortina, Anzorreguy construyó un sólido puente que lo conduce en forma
directa al jefe del gobierno español José María Aznar y al rey de España. Esta
relación ni siquiera se empañó cuando el dirigente radical y ex funcionario de la SIDE
Ricardo Natale denunció que Anzorreguy ayudó a financiar la campaña del líder del
Partido Popular español con dinero proveniente de los fondos reservados.
Cortina es un hombre de una gran fortuna personal. Entre otros negocios, controla cerca
del 10 por ciento de las acciones del Banco Bilbao Vizcaya (BBV), una entidad crediticia
que acrecentó su influencia en nuestro país luego de adquirir el Banco Francés y el
Banco de Crédito Argentino. El Banco Bilbao Vizcaya tiene la curiosa condición de ser a
la vez socio de Repsol y asesor del gobierno argentino. Entre otras tareas encargadas por
el Estado, realizó el estudio utilizado para tasar las acciones de YPF.
La fluida relación de Cortina con Aznar fue, según medios de negocios, la causa por la
que el banquero fue puesto al mando de Repsol. La empresa, luego de la fusión con YPF,
pasó a integrar el grupo selecto de petroleras que aspiran a ganar más de 1300 millones
de dólares anuales, ganancias solamente obtenidas por las cinco principales líderes
mundiales del rubro: Exxon-Mobil, Royal Dutch/Shell, BP Amoco, Chevron, ENI y Texaco.
Antes de que el Estado se desprendiera de las acciones de YPF, el ejecutivo Roberto Monti
era el presidente de la empresa. Este diario publicó en febrero que Monti sólo aprobaba
la operación a cambio de dinero en efectivo, y que Menem tuvo que llamar dos veces para
apurar el trámite. Hoy Monti sigue siendo director de YPF bajo la órbita de Repsol.
Página/12 quiso saber más detalles de aquella operación y de los llamados de Menem. YPF
no sólo impidió comunicarse directamente con Monti, sino que indicó que para dar una
entrevista hacía falta el permiso de la casa matriz. Durante toda la semana pasada no
hubo ninguna respuesta.
La intervención de funcionarios oficiales, empezando por el propio Menem, es natural si
se tiene en cuenta que el Estado debía vender sus acciones a la empresa privada. Menos
natural fue el método elegido.
Primero, el Estado modificó mediante resoluciones oficiales la obligatoriedad de vender
las acciones en la Bolsa. Quiso la venta directa y después optó por licitación pública
internacional. El cambio fueproducto de las fuertes críticas de unos pocos dirigentes
políticos, entre ellos Raúl Alfonsín, y de la British Petroleum. Curiosamente, y a
pesar de haber sido invitadas varias petroleras, sólo la española participó del
concurso. Llegados al último punto, el de la licitación, los funcionarios debieran haber
guardado silencio en lugar de hacer lobby. Pero hablaron. Y presionaron.
Así, Repsol adquirió de manos del Estado nacional acciones por el equivalente del 14,99
por ciento del capital de YPF, comprometiéndose a abonar 2010 millones de dólares, es
decir 38 dólares por cada acción.
El motivo por el que Repsol adquirió solamente el 14,99 por ciento de las acciones es que
el estatuto de la ex estatal preveía que en el caso de que un oferente comprara el 15 por
ciento debía realizar una oferta por el 100 por ciento de la compañía.
Antes el ex ministro de Obras Públicas Roberto Dromi había intentado modificar los
estatutos de YPF para evitar que Repsol tuviera que hacer una oferta por el total de las
acciones. La idea, que no prosperó, era controlar la empresa comprando una cantidad de
acciones menor al 100 por ciento.
Dromi fue recomendado a la empresa española por el presidente Menem.
Ex ministro de Obras Públicas, tiene con los empresarios españoles tan buenos lazos como
Anzorreguy. Hasta estuvo a punto de ser designado embajador en Madrid, pero las
acusaciones públicas en su contra por el proceso de privatizaciones y peajes disuadieron
a Felipe González de pagar el costo de concederle placet.
Tras el fracaso del intento de Dromi, el ex ministro quedó al costado y el Gobierno
probó el segundo paso: que Repsol pudiera comprar la totalidad de la empresa pero sin
desembolsar efectivo.
Gustavo Calleja, ex subsecretario de Combustibles, explicó a Página/12 que el
negocio más grande era aceptar que Repsol pagara su oferta con papeles o acciones de
otras empresas controladas. Esta propuesta no pudo llevarse adelante, ya que los
accionistas representantes de los fondos de inversión de Estados Unidos se
opusieron.
Monti era la cara de esos grupos.
Las presiones sufridas por el directorio de YPF para aceptar que Repsol comprara el total
de las acciones pagando con títulos de otras empresas, fueron más que evidentes. En la
asamblea anual de YPF realizada en abril de este año, el Estado nacional coincidió con
Repsol y accionistas menores como Pérez Companc en desaprobar la gestión del directorio,
que seguía reclamando a la empresa española el pago en efectivo de su oferta.
Al final, Repsol tuvo que pagar 13.000 millones de dólares por las acciones y así
realizó la mayor operación de ese tipo en la historia argentina.
El gobierno español siguió de cerca el proceso de fusión de Repsol con YPF. Y
Anzorreguy volvió a visitar España. La última vez, la explicación oficial fue que
debía realizar gestiones para favorecer el intento de que la Argentina fuera aceptada en
la OTAN. Hay otra explicación más, esta última oficiosa: el jefe de la SIDE se
despidió de sus agentes en España.
César Neira, delegado de los espías argentinos en Madrid, es un hombre de extrema
confianza de Anzorreguy. Al igual que el Señor 5, tiene una sólida llegada al presidente
de Repsol y al jefe del gobierno español. Neira, dueño del restaurante madrileño
El locro, también puede ser visto habitualmente en la confitería porteña
Tabac. Es que luego de la última visita de Anzorreguy a España, el periplo
Buenos Aires-Madrid se hizo más frecuente para este agente que viaja cada quince días a
la Argentina con su pasaporte diplomático.
LA EXTRAÑA CARRERA POLITICA DEL SEÑOR CINCO
La parábola de un surfista
Por Miguel Bonasso
Hugo
Anzorreguy parece lo que en parte es: un estanciero, un caballero bon vivant y bonachón,
que puede ser un anfitrión exquisitamente hospitalario, antes que el abogado laboralista,
vinculado a los conspiradores del peronismo duro, que también fue en los años remotos de
la resistencia. Cuando creía que el mundo podía y debía ser cambiado. Idea peligrosa
que dejó de lado hace mucho tiempo. A veces, en confianza, cuando habla con antiguos
compañeros de los setenta se pregunta en voz alta, si no hubiera sido mejor aplicar en
1976 la política económica neoliberal que implantó Domingo Felipe Cavallo en los
noventa, para evitar el último golpe.
Hijo del último subsecretario de Justicia de Perón en los cincuenta, Anzorreguy debió
soportar en su adolescencia, en los años del Liceo Militar que compartió con otros
famosos cadetes peronistas, como Héctor Cámpora hijo, las agresiones y marginaciones de
los gorilas. Que mantiene vivas en el presente (cuando habla de los dirigentes
de la Alianza), sin advertir la paradoja de que muchos auténticos simios, como Alvaro
Alsogaray, sean socios del Presidente al cual sirvió con astucia y dedicación durante la
mayor parte de su mandato. La marginación no cesó cuando entró en la carrera de
derecho, porque en aquellos años (fines de los cincuenta, comienzos de los sesenta) el
peronismo era aún profundamente impopular en las aulas universitarias. Y aguantó bien la
soledad, es preciso admitirlo, cultivando el orgullo de la camiseta peronista, hasta
llegar a ser, a fines de los sesenta, uno de los abogados laboralistas que secundaron al
carismático Raimundo Ongaro en la CGT de los Argentinos.
Desde esa trinchera, Anzorreguy fue partícipe del proceso de luchas políticas y
sindicales que culminaron con el regreso de Perón al país tras un exilio de 17 años.
Fue probablemente el mejor momento en la vida del personaje y él mismo debe creerlo así,
porque en su escritorio de jefe de los espías, en la calle 25 de Mayo, conserva una foto
enmarcada, donde se lo ve, gritando bajo la lluvia, en la remota Ezeiza del Retorno.
Después, en la fugaz primavera camporista, estuvo cerca de sus antiguos compañeros del
Liceo: Héctor Cámpora hijo y Esteban El Bebé Righi, el ministro del Interior que se
ganó el odio de la Federal con su condena de la tortura.
Cuando el peronismo naufragó en la etapa terminal de Perón y el desastre del período
isabelino, Anzorreguy supo sobrevivir, hurtando su corpachón de jugador de rugby de las
amenazas que se cernieron sobre otros militantes. Pudo navegar en las agitadas aguas del
gobierno y hacer surf hasta que amainó la tormenta lopezreguista. Cultivando un bajo
perfil que le serviría para pasar también en silencio los años de plomo de la
dictadura, hasta que los militares se autoderrotaron en las Malvinas y llegó la apertura.
Estuvo entonces metido en la maquinaria del PJ, cerca de la Renovación, y entró al
gobierno de Menem por el lugar menos pensado para un hombre con su pasado: la SIDE, de
tétricos recuerdos para los militantes. Ingresó de la mano de Juan Bautista Tata Yofre y
logró reemplazarlo y quedarse en el cargo durante nueve años. A pesar de no ser un
hombre del riñón menemista y de tener una relación personal con Menem que
en el último año y medio ha llegado a ser bastante distante. Acechado permanentemente
por los que quieren robarle una caja de cuatrocientos millones de dólares y operaron para
mostrarlo ante su jefe como un hombre vinculado a Cavallo y a Duhalde, Anzorreguy ha
logrado conservar su codiciada silla en el gobierno. Tal vez porque ha seguido el consejo
de Felipe Solá, que consiste en hacerse el pelotudo. Eso sí, estando bien
informado. Alejado de los principios antiimperialistas de esos setenta que añora en sus
charlas privadas, ha logrado excelentes relaciones con la CIA y el FBI, que también son
buenas tablas para mantenerse sobre la ola del poder. Como lo es el acceso a tantos
incómodos secretos como pueden conocerse en nueve años de conducir a los espías. Su
mayor virtud ha sidosin duda la tolerancia política que propios y ajenos le reconocen y
que lo lleva a decir, casi como amenaza: ¿No es mejor que esté yo en este
lugar?. Pero que no alcanza para tapar sus pecados. Entre los que sobresale el haber
empleado y seguir empleando en la SIDE a gente que torturó y asesinó a sus compañeros
del pasado. Criminales de la Triple A y la represión militar como Ruffo, Guglielminetti,
Visuara y Guerrieri.
Impacto de una operación que vació el
mercado
Problema: Vender YPF redujo la futura recaudación de
impuestos, ya que las ganancias de toda la operación internacional dejan de tributar
aquí. Alfonso Cortina, presidente de Repsol:
compró YPF por su acceso a financiación mucho más barata.
La española tomó prestado el doble de su capital, algo imposible para una empresa
nacional. |
|
Por Julio Nudler
Podía leerse ayer en
el International Herald Tribune que dos tercios de las mayores 50 compañías del
mundo están basadas en los Estados Unidos, e incluyen, significativamente, a las ocho
más poderosas empresas de alta tecnología. El diario neoyorquino publica el dato a
todo ancho de página, de donde se infiere que a sus editores no les parece un hecho
trivial, por más globalización que se pregone. Entre los analistas suele decirse que
ningún país merece consideración económica si no es cuna y base de un puñado de
empresas globales, tipo Fiat, Siemens o Coca Cola. ¿Será entonces intrascendente que
YPF, siendo la mayor firma basada en la Argentina, incluso después de su privatización,
fuera transferida a la hispana Repsol, en una operación alentada por las máximas
instancias políticas de Buenos Aires?
Más allá del aroma a corrupción que exhaló, la transferencia de la petrolera provoca
varios impactos:
Reduce la
futura recaudación de impuestos, en la medida en que las ganancias de toda la operación
internacional que fue estructurando YPF dejan de tributar en la Argentina. Lo que el
Estado recaudó por la venta de la parte que conservaba cubre apenas un tercio del
déficit fiscal de este año. Se trata, además, de un ingreso por única vez, mientras
que la menor recaudación será un drenaje permanente.
Cuando en junio
los anteriores accionistas cobraron más de 13 mil millones, el 85 por ciento de ese
dinero no fue reinvertido en otros activos financieros de la Argentina sino derivado a
otros mercados de capitales, particularmente México y Brasil.
Fuera de
razones coyunturales, esta mudanza de los fondos es en parte una consecuencia esperable de
la propia venta de YPF, que bajaba de la pizarra porteña la acción más gravitante. Tras
un largo éxodo de empresas cotizantes, debido en buena medida a la extinción o
extranjerización de las industriales, el mercado de valores argentino muestra góndolas
raleadas a los ojos del inversor. La capitalización bursátil (suma del capital
accionario de las sociedades cotizantes) es inferior a la de Chile, una economía mucho
más pequeña que la argentina.
Como Repsol se
apropió de YPF, y no al revés, porque tenía acceso mucho más barato al crédito, esta
operación subrayó el papel que juega, en contra de las empresas argentinas, la
desigualdad financiera. De hecho, Repsol tomó prestado por el doble de su patrimonio para
capturar el edificio de la Diagonal Norte, esperando repagar el crédito con las ganancias
que genera YPF.
En realidad, los interrogantes suscitados por YPF tienen una larga historia, que se
remonta a los tiempos en que, como empresa estatal, lograba la hazaña de ser la única
petrolera del mundo que perdía plata. O después, cuando con su privatización el Estado
renunciaba a tener una empresa testigo en el sector hidrocarburífero y a manejar las
reservas de crudo y de gas en función de una estrategia nacional de largo plazo, evitando
su exportación en bruto por privados deseosos de conseguir ganancias rápidas.
LA ASCENSION DE MaCFARLANE, DE ADICIONISTA A
GERENTE
Con una ayudita del suegro
Por Eduardo Tagliaferro
Cada
familia tiene su karma. Esta regla, que es aceptada naturalmente por los que tienen lazos
sanguíneos, también corre para quienes se suman a la llamada familia política. Cuando
Alejandro MacFarlane se convirtió en el yerno de Hugo Anzorreguy, sabía que se sumaba a
un clan cuyo apellido suena fuerte en la clase política y en la denominada familia
judicial. En este caso los costos estarían estrechamente vinculados a los beneficios. Su
suegro había aceptado convertirse en el espía que dirigiera primero la Central Nacional
de Inteligencia, para luego ocupar el puesto de jefe de la SIDE. Mano derecha y uno de los
pocos hombres de confianza del denominado Señor 5 en la central de inteligencia,
rápidamente MacFarlane recibió el apodo de Dos y medio.
Su llegada directa al jefe lo convirtió en centro de los habituales celos e
intrigas que abundan en los pasillos de la Secretaría. Por esto de que no
todo son pálidas, su ingreso a la familia del mandamás de los espías le permitió al ex
rugbier del club Pucará dejar atrás el ingrato trabajo de adicionista en el restaurante
La Robla para ocupar un puesto de asesor en la SIDE. Es sabido que los sueldos
estatales no son un prodigio, pero lo que no paga el Estado lo retribuyen las relaciones
públicas. A través de ellas MacFarlane tuvo un puesto en Papel Prensa, como
representante del Ministerio de Economía. En el 95 abandona el mundo de los espías
para incorporarse a la petrolera Astra, controlada por Repsol. La mano de su suegro fue
determinante para este cambio de destino laboral. Cuando Repsol comenzó su plan de
expansión en la Argentina, Anzorreguy le recomendó a Alfonso Cortina contar con un
abre puertas, una persona con contactos, agenda actualizada y fácil acceso a los
hombres que toman las decisiones. ¿Quién mejor que un miembro de la familia?
Si no fuera que Anzorreguy estaba pensando en un puesto menor, cualquiera diría que
estaba hablando de sí mismo. Es que la SIDE sigue siendo una estructura de fuerte
influencia, cuenta con un generoso presupuesto, una más generosa partida de fondos
reservados que no tiene control parlamentario, y es depositaria de una gran cantidad de
secretos. Secretos que en la actividad empresaria son más valiosos que en la vida
judicial o política. El trabajo de MacFarlane en Astra tuvo su recompensa con un puesto
en el nuevo directorio de YPF. Llegar a ser director de una de las seis principales
petroleras del planeta, no es un trabajo menor, sobre todo si tiene en cuenta el punto de
partida. En el medio quedaron las amistades conseguidas en la SIDE y un proyecto que trajo
bastante ruido, la empresa de audio-texto Telinfor. Era una idea de sus amigos Carlos y
Diego Banfi, quienes aportaron la línea telefónica 0-600 utilizada por la empresa Hard
Communications en el millonario affaire de Su llamado, como se conoció al
concurso televisivo organizado en el programa de Susana Giménez. Un nuevo amigo de
Alejandro Mc Farlaine participaría de la aventura: Rodolfo Galimberti. Aunque MacFarlane
reniegue de su trabajo en la SIDE, no puede dejar de reconocer que en su carrera ha sido
un escalón importante, claro está que el resto lo puso el apoyo de su suegro.
|