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El romance entre kelpers y los 48 argentinos que viajaron por primera vez a las Malvinas con pasaporte nacional en su mayoría periodistas que alteraron durante una semana la estricta rutina isleña terminó ayer a las patadas. Desde las primeras horas de la gélida mañana isleña decenas de autos adornados con la bandera británica pasearon por las calles de la ciudad carteles con leyendas que repudiaban la presencia argentina. Váyanse y no vuelvan más, expresaban con letra doméstica. El contingente argentino fue después interceptado camino al aeropuerto donde embarcaría de regreso al continente por un grupo de 50 enfervorizados isleños que salieron a su paso para atacar con golpes de puño y patadas el micro que los transportaba. Los consejeros isleños dijeron que sería rudo y descortés que Menem viaje a Malvinas sin invitación en octubre. Ayer los sectores kelpers más reacios a los acuerdos a los que llegaron los gobiernos de Buenos Aires y Londres esperaron el momento de la despedida para dejar en claro su posición. Cortaron la ruta que une Puerto Argentino con la pista aérea de la base militar de Mount Pleasant, interrumpiendo con sus vehículos el paso del micro que transportaba al primer grupo de argentinos que llegó a la isla en vuelo regular desde el continente después de 17 años. En los carteles expuestos ante las cámaras de los numerosos reporteros gráficos que durante una semana acribillaron con sus lentes la vida cotidiana malvinense se podía leer: Chau Argies, Serán bienvenidos cuando dejen de reclamar la soberanía, No regresen nunca más. Después un patrulla policial despejó el camino. La crónica rosa de la excelente convivencia entre kelpers y argentinos terminó por devolver la realidad al lugar que la diplomacia aún no logró resolver. Los isleños se sienten inquietos por la presencia argentina en lo que consideran su propio territorio, y temen que los acuerdos firmados por las cancillerías de Argentina y Gran Bretaña terminen en una nueva disputa por la soberanía sobre el territorio que denominan Falklans. Los ánimos comenzaron a enturbiarse cuando uno de los visitantes en este viaje, Martín Matzkin, desplegó una bandera argentina en el cementerio de Darwin, donde descansan los restos de los soldados argentinos muertos en el conflicto bélico. Pero terminaron de enrarecerse después de anuncio de Carlos Menem, quien manifestó a través del ministro de Defensa, Jorge Domínguez su deseo de viajar a la isla en el mes de octubre, cuando los vuelos hacia Puerto Argentino inauguren su escala previa en territorio nacional, en Río Gallegos. La alarma kelper se encendió cuando se supo que el Gobierno había reservado 30 habitaciones en el Malvina House Hotel para recibir a la comitiva presidencial que incluiría a jefes militares. Pese a que la versión fue desmentida por el cónsul argentino en Punta Arenas, Julián Tetamantti, quien dijo que las reservas estaban destinadas a familiares de combatientes enterrados en Darwin, el gobernador de las islas, Donald Lamont, se manifestó contrariado ante la posibilidad de la visita presidencial. Aunque tuvo un gesto de diplomática reconciliación al autorizar al ex combatiente Edgardo Esteban a abandonar la isla con el sable de un oficial argentino hallado en las cercanías de Puerto Argentino finalizada la contienda. El sable tiene inscripto: Al subteniente Luis Enrique Rabago. Después se supo que Rabago está tan vivo como el rechazo de algunos kelpers por los argentinos.
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