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COMO HABLA, RAZONA, PREGUNTA Y SIENTE UN LEGENDARIO POLITICO DE IZQUIERDA
Un día con Lula en Buenos Aires

Tiene 54 años, pero es leyenda. Página/12, que el viernes ya publicó una extensa entrevista a Luiz Inacio “Lula” da Silva sobre el Mercosur, Menem, Cardoso y el futuro del Partido de los Trabajadores, lo siguió por el Gran Buenos Aires. Aquí la crónica.

Tomando "chimarrao" en el hogar para chicos de la calle de Anne Beiza Von Engels, en San Martín. Lula quedó impresionado: "Me parece que hay distintos tipos de corazón. Unos lo tienen más grande que otros".
Con Miguel, en una charla de hombre a hombre.Se conocieron en el barrio junto al camino del Buen Ayre. Hacía mucho frío y las brasas en el balde ayudaron a Lula.El líder quizo conocer, por curiosidad, un barrio humilde argentino. directo, y

Por Martín Granovsky

t.gif (862 bytes) Miguel. “¿Cómo te llamas? ¿Miguel? ¿Juegas fútbol?”, pregunta Lula a un chiquito que confiesa siete años y aclara que antes tenía seis. Enseguida acepta un mate y revuelve el pelo de un amigo de Miguel. Detrás, lejos, una foto de Evita joven en la pared. Hace mucho frío el viernes a la tarde junto al Camino del Buen Ayre. Lula se calienta con un brasero encendido en un balde de albañil. Tiene un trato cálido. Abraza, palmea, pregunta, acaricia, se interesa. Y es didáctico como orador. No es difícil imaginarlo como un carismático dirigente sindical.

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Frei. La formación política de Lula no es teórica. Su primera experiencia, su gran experiencia, fue sindical. Cuando Eurídice le escapó al hambre del nordeste llevando a sus hijos a San Pablo, Lula trabajó de cadete, de peón en una tintorería y pudo terminar la secundaria graduándose como técnico tornero. Consiguió trabajo de metalúrgico, un puesto que, contó ayer, le garantizaba el equivalente de diez salarios mínimos. A los 19 años un balancín le cortó el meñique izquierdo. Pero Lula no oculta su mano izquierda. Gesticula con ella igual que con la derecha. Uno de sus hermanos, el comunista José Ferreira da Silva, a quien la familia llamaba Frei Chico porque la calva lo hacía parecido a un cura franciscano, lo acercó al sindicato. En 1975, a los 30 años, Lula ya era presidente del gremio metalúrgico de San Bernardo y Diadema, en el cordón industrial paulista, y en el ‘78 dirigió las primeras huelgas masivas, salvajemente reprimidas por la dictadura.

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Eurídice. La infancia y la juventud de Lula podrían haberlo convertido en protagonista de cualquiera de las viejas novelas de Jorge Amado, como Los capitanes de la arena. Nació el 27 de octubre de 1945 –si hubiera sido diez días antes, el peronismo debería haberlo adoptado– en Pernambuco, en el miserable nordeste de Brasil. Y vio a su padre por última vez en 1950, cuando él tenía cinco años y Arístides Inacio da Silva partió a Santos para hombrear bolsas de café en el puerto, dejando a sus ocho hijos y a su mujer, Eurídice. Otro nombre para la historia de la cultura de Brasil: Eurídice es la mujer de Orfeo en la película Orfeo negro de Marcel Camus. Lula es viudo de su primera mujer. Murió de hepatitis.

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Diferentes. Tiene buen humor y mide con qué cosas le conviene hacer chistes y con qué cosas no. A Daniel Tognetti, de “CQC”, le siguió la corriente haciendo bromas sobre la teoría económica de Luis Barrionuevo, y recomendó extender de dos a tres años el voto de no robar, pero aclaró que la mayoría de la gente gana la plata trabajando, en Brasil y en la Argentina. Después Tognetti le preguntó por Lorenzo Miguel. “Lo conozco”, dijo Lula. “Pero son muy diferentes, ¿no?”, lo buscó Tognetti. Y Lula: “Me veo con tanta gente que es tan diferente a mí...”.

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Voz. Lula fuma todo el tiempo habanitos Henri Wintermans, los mismos que Fernando de la Rúa. Los resabios del habano aparecen en su voz cuando arranca desde un registro grave para darle fuerza a una idea y termina en el tono que se obtendría ecualizando en una sola voz a Raimundo Fagner y Dorival Caymmi.

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Política. Está convencido de que la izquierda pierde cuando se autolimita. Dice: “No podemos quedarnos en que la única vía es la revolucionaria. No debemos acorralarnos a nosotros mismos cuando tenemos a nuestra disposición grandes opciones políticas”.

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Rubia. En San Pablo el Partido de los Trabajadores que fundó en 1980 ya gobernó a través de Luiza Erundina. Los cuadros del partido critican que utilizó la peor de las combinaciones: tecnócratas de derecha mezclados con falta de muñeca política y discurso izquierdista. Ahora la carta del PT para San Pablo se llama Martha Suplicy. Es rubia, psicoanalista, hermosa. Y rica.

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Tortura. Para las próximas presidenciales en Brasil faltan cuatro años. “Yo a ustedes los veo contentos, porque en poco tiempo vienen las elecciones y la gente se pone optimista”, comentaba Lula. “Pero en Brasil Cardoso asumió el 1 de enero y el 2 su gobierno ya no era popular, así que lo que falta hasta el 2002 es una tortura. Por eso confiamos en las elecciones municipales de octubre del año que viene. Yo estoy convencido de que vamos a ganar Río de Janeiro, Belo Horizonte y vamos a recuperar San Pablo.”

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Policía. En Brasil, como en la Argentina, la política económica es responsabilidad del gobierno central. La policía, del Estado federal y de las provincias. O sea que el PT no tiene responsabilidad ni por la crisis económica ni por los baches en el sistema de castigo. Pero no se desentiende. Marco Aurelio García, el virtual canciller del PT, que acompaña a Lula en sus viajes al exterior, contó que, por ejemplo, la policía está sindicalizada y el PT controla el sindicato. “Cuando hacíamos la cola del pasaporte en el aeropuerto para venir acá la policía nos quiso poner primeros; no aceptamos, pero dése cuenta del cariño que tienen”, se reía el canciller del Lula. La sindicalización sirve para denunciar la corrupción policial, y poco a poco va sintonizando con un fenómeno nuevo de Brasil: los fiscales y los jueces jóvenes, de no más de 30 años, limpios y sin compromisos.

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Corazón. Cuando arreglaban los detalles de la visita, el líder del PT pidió al Instituto de Estudios Brasileños visitar un barrio pobre del Gran Buenos Aires. No necesitaba crear un hecho político ni sumar votos. Quiso hacerlo por simple curiosidad. Por eso el viernes pudo recorrer San Martín y entrar, por ejemplo, a un hogar para chicos de la calle. La fundadora del hogar, Anne Beiza de von Engels (Engels, como Federico, aunque Anne conoce la situación de la clase obrera en San Martín, no en Inglaterra), tomó de la mano a Lula. Le mostró el dormitorio para los chicos, arriba. El de las chicas, abajo. Le contó que todos venían de tremendas condiciones de abandono. Le señaló los equipos de audio: “Es lo primero que se compran cuando ganan algo de plata propia”. Tras despedirse de Anne, y mientras subía a la kombi que Alberto Ferrari Etcheberry, del Instituto de Estudios Brasileños de San Martín, llamaba el “Lulamóvil”, Lula prendió su cigarrito y comentó: “Me parece que hay distintos tipos de corazón. Unos lo tienen más grande que otros, ¿no?”.

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Preguntas. Lula reclama datos permanentemente. El hogar de Engels tiene una fábrica de prepizzas donde trabajan los chicos mayores de 16 años, que automáticamente pasan a formar parte de una cooperativa. Adolescentes vestidos de blanco como cirujanos intrigados por ese hombrecito de traje gris a cuadros, pullover no demasiado grueso para la heladera del viernes y camisa sin corbata. “¿Cuántas pizzas fabrican por día? ¿Diez mil? Aha. ¿Y tienen crédito? ¿No? ¡Eh, Marco Aurelio! Escucha. Si consiguieran el préstamo personal que nosotros estamos aplicando en la intendencia de Porto Alegre podrían comprar la harina más barata y a un plazo más largo.”

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Créditos. En el teatro de la ciudad de San Martín, al lado de la intendenta y frente a los empresarios de la zona, Lula explicó la política financiera del PT en Porto Alegre. Funcionan un banco comunitario y una “incubadora tecnológica”. Mediante los dos instrumentos la intendencia financia hasta tres años pequeños proyectos. En San Bernardo, la ciudad del Lula paulista, el PT impulsó un Foro de la Ciudadanía con el Estado,la empresa, la iglesia, los partidos políticos y los medios de comunicación. Propuso constituir un fondo de pequeños préstamos para negocios chicos: un instituto de belleza en casa, un carrito para vender en la calle. ¿La base? “Intereses menores a los del mercado, un tiempo de gracia hasta la primera cuota mayor que el habitual.”

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Galtieri. Otra vez al Lulamóvil. Hay que hacer las preguntas primero para no recibir solo las suyas. ¿Así son los barrios obreros? ¿Así eran? ¿O estas son las favelas argentinas? ¿Hay zonas peores? ¿Al sur de Buenos Aires? ¿Dónde? ¿Cuántos desaparecidos hubo exactamente en la Argentina? ¿Qué porcentaje de la población? Galtieri, ¿vive? ¿Qué hace? ¿Anda por la calle? ¿Exactamente bajo qué cargos Videla y Massera están presos? ¿Qué se está discutiendo en la campaña electoral?

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Foryi. En el discurso de San Martín Lula propuso discutir cómo deben usarse los fondos públicos. Dio el ejemplo de la radicación de la Ford, que de ahora en adelante será mencionada por su fonética en portugués, Foryi. “Foryi quería poner una planta en Rio Grande do Sul. Olivio Dutra, nuestro candidato a gobernador, dijo que aceptaba la planta pero no le daría dinero público. En octubre del ‘98 Dutra fue electo gobernador y yo saqué allí para presidente el 54 por ciento de los votos. Olivio llamó a Foryi, pero se le adelantó Antonio Carlos Magalhaes, un aliado de Fernando Henrique Cardoso, que invitó a Foryi a instalarse en Bahía. Antes las empresas pedían mercado, infraestructura y mano de obra calificada. Hoy las multinacionales pide lo mismo y además la cesión de un terreno, y exenciones impositivas por 15 años, y financiamiento, y recursos del gobierno estadual y del federal. Entonces, el mismo Estado que privatizó todas las empresas públicas es el que está estatizando los costos de las empresas multinacionales. Es un modelo que no genera empleo. Si el dinero entregado a Foryi por el Estado fuese utilizado para recuperar, por ejemplo, la producción de cacao, generaríamos 200 mil nuevos empleos.”

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Palermo. Lula habla en portugués porque dice que su portuñol es incomprensible, su oratoria lo lleva a girar el cuerpo hacia un lado y otro, se enoja, sonríe, grita, hace chistes sobre sí mismo. Dice que ya perdió tres elecciones presidenciales. Y compara: “Estoy como ése que erró los tres penales. ¿Cómo se llamaba ese muchacho? Ah, Palermo. Estoy como Palermo”.

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Tosco. Lula aprovecha la capacidad de llegada directa de los viejos oradores sindicales pero ya se despojó de la argumentación corporativa de los gremialistas antiguos y, a la vez, no da el aspecto de gerente de un Oscar Lescano o un Armando Cavalieri. En América latina, y tal vez en el mundo, es un caso raro de sindicalista convertido en un dirigente político con tantos votos. Impresiona su discurso sencillo pero no simplote, su intuición de izquierda sin vocación de secta. Y su crudeza. Casi ordenó a un grupo de intelectuales que investigaran y escribieran sobre la desigualdad, la miseria, los efectos del mercado puro, porque “ahora lo normal es anormal, y si ustedes no escriben y explican, la gente que más sufre podría pensar que lo anormal es normal”. Muchos de los que trataron con él el jueves y el viernes en la Argentina recordaron la figura de otro líder de leyenda, aunque argentino, que quizás hubiera terminado como dirigente político si no hubiera muerto en la clandestinidad en 1975, por las amenazas de la Triple A y con captura recomendada por el estado de sitio: Agustín Tosco.

 

Un voto para la Alianza

Fernando de la Rúa y Carlos Chacho Alvarez hicieron un alto de campaña ayer temprano para desayunar con Lula, Marco Aurelio García y Alberto Ferrari Etcheberry. Los argentinos preguntaron mucho. Por la situación brasileña (Lula les repitió su idea de que el gobierno de Fernando Henrique Cardoso asumió el 1° de enero y murió el 2). Por la reacción ante la decisión oficial argentina de incorporarse a la OTAN. Por las propuestas del PT de creación de empleo donde gobierna. Lula, a su vez, escuchó de De la Rúa y Alvarez que la prioridad es la generación de empleo. Y ya en la intimidad de un desayuno dejó su diplomacia pública y les dijo que, como Brasil, la Argentina necesita un cambio de aire y ojalá la Alianza gane las elecciones.

 

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