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EL REPARTO DEL INGRESO ES MAS INJUSTO AUN DE LO QUE SE CREIA
Pobre del que no sea rico

Como los adinerados tienen la manía de subdeclarar sus ingresos, incluso ante un inofensivo encuestador del Indec, las estadísticas oficiales subestiman la dramática desigualdad social. FIEL corrigió los datos, hallando que el 10 por ciento de arriba gana 40 veces lo que el 10 por ciento de abajo.

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Por Maximiliano Montenegro
t.gif (862 bytes)  La Argentina es un país muchísimo más injusto de lo que muestran las estadísticas del Indec. La concentración de la riqueza en pocas manos durante el menemismo fue todavía más impresionante de lo que se creía. La razón es que las cifras publicadas por ese organismo oficial no contemplan la marcada subdeclaración de ingresos de los encuestados de clase alta. A esta conclusión arriba un trabajo de FIEL, la consultora preferida del establishment, una fuente inobjetable por aquello de que a confesión de parte, relevo de prueba. El estudio, realizado por el investigador Leonardo Gasparini, fue citado la semana pasada en otro selecto club del poder económico: la reunión mensual con financistas de Miguel Angel Broda. El principal gurú de la city lo mencionó para explicar el clima de descontento social con que se despide el presidente Menem.

Gasparini propone ajustar los ingresos declarados por las familias en la encuesta de hogares del Indec, que se releva dos veces al año (en mayo y octubre), con la información proveniente de las llamadas cuentas nacionales (contabilidad que mide el Producto Bruto, el Ingreso Nacional y otras variables), que el Ministerio de Economía acaba de actualizar. Según las condiciones de trabajo del perceptor, los ingresos incluyen salarios, ingresos cuentapropistas, utilidades, intereses, renta y jubilaciones. Como el PBI que generan los argentinos ingresa en sus bolsillos en forma de salarios o ganancias del capital, las cuentas nacionales permiten chequear si lo declarado al Indec por los perceptores de ingresos es correcto.

Los resultados indican que los ricos esconden, mucho más que los pobres, sus ingresos ante los inofensivos encuestadores de Estadística y Censos, seguramente por miedo a que los datos deriven hacia las computadoras de la DGI. Esto pasa cuando se corrige la subdeclaración:

* El ingreso promedio declarado por los encuestados del décimo más adinerado de la población (clases alta y media alta) es de apenas 2602 pesos mensuales. Pero, con el ajuste, en realidad ganan un promedio de 7087 pesos mensuales. Es decir, 172 por ciento más que lo blanqueado.

* El ingreso medio de una persona del grupo más pobre es, según los datos del Indec, de 107 pesos mensuales. Pero, en realidad, sería de 176 pesos; esto es, sólo un 64 por ciento más.

Así, la inequidad en el reparto de la torta es todavía más impactante. Los verdaderos números de la desigualdad argentina son los siguientes:

* El décimo más rico de la población se queda con casi la mitad del ingreso total: el 48,3 por ciento para ser precisos. Antes, según el Indec, este grupo se quedaba sólo con el 37 por ciento de la torta.

* Entonces, 3,7 millones de argentinos (el 10 por ciento de la población) ganan tanto dinero al año como los 33,3 millones de argentinos restantes (el 90 por ciento de la población).

* El décimo más pobre apenas recibe un mísero 1,3 por ciento del ingreso total, un poco menor al 1,5 por ciento detectado por el Indec.

* Otra forma de expresar la desigualdad consiste en comparar cuánto gana una persona del décimo más rico en relación con una del décimo más pobre. Con el ajuste por subdeclaración, la diferencia es de 40 veces, contra las 24 veces que marca el organismo oficial.

A partir de los nuevos datos, se pueden extraer algunas conclusiones:

* A principios del gobierno de Menem, la diferencia de ingresos entre el décimo más rico y el décimo más pobre era de 26 veces. Hoy es de 40. Es decir que el aumento de la desigualdad es tan acelerado como con las viejas cuentas, lo que es muy impresionante porque se parte de un nivel de concentración mucho más elevado.

* Los cálculos del Indec dan que la desigualdad actual es similar a la de los tiempos de la hiperinflación. Con la nueva estimación, la desigualdad que deja Menem es superior: en 1989, el décimo más acaudalado ganaba 33 veces lo que el décimo más pobre, contra las 40 veces de hoy. Sin embargo, aquí vale una aclaración. Los ingresos relevados no contemplan las ganancias de capital devengadas, que en épocas de alta inflación eran muy considerables por las operaciones en el mercado cambiario, o con acciones, títulos oficiales y propiedades. Además, Gasparini destaca que los entrevistados no suelen declarar los intereses devengados por plazos fijos y otras colocaciones financieras. No lo hacen ahora ni lo hacían antes, pero durante la híper las ganancias por estas colocaciones eran mucho mayores.

Ya con los subvaluados datos del Indec, la Argentina había dejado de ser un caso peculiar de equidad en América latina y cuadraba dentro de los estándares de desigualdad de la región. Por sí sola, ésta era una señal de alarma, porque Latinoamérica es la región con peor distribución del mundo. Con las nuevas cifras, la Argentina está cada vez más cerca del modelo social de su socio-rival en el Mercosur. Los economistas de la Cepal lo bautizaron en los años setenta como Belindia, un país en el que conviven dos sociedades: una con la calidad de vida de Bélgica, y otra que sufre las penurias de la India.

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De la Mesopotamia a Mendoza, con jornadas y salarios brasileños

El primer ferrocarril del Mercosur podría quedar detenido por un paro si lo decide mañana en Uruguayana una reunión de ferroviarios. Los nuevos dueños brasileños quieren imponer su estilo.

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Ferrovías Sul Atlántico controla el Ferrocarril Urquiza y el Buenos Aires al Pacífico.

Por Cledis Candelaresi
t.gif (862 bytes) “¡Por el ferrocarril: hip, hip, hip, ra!”, corean, tomados de la mano y con los brazos en alto, los ferroviarios de los trenes cargueros San Martín y Urquiza, después de escuchar a sus patrones prometer un futuro mejor. La ceremonia se repite luego de cada encuentro con los gerentes de Ferrovías Sul Atlántico, la empresa brasileña a la que Pescarmona le vendió su participación en las concesiones de esas líneas. Aquella fanfarria propia de porristas puede ser parte de la estrategia empresaria para aniquilar toda resistencia a las nuevas modalidades de trabajo, más parecidas a las que se utilizan en Brasil. En el país vecino las jornadas llegan a duplicar a las argentinas, y los sueldos equivalen a apenas un cuarenta por ciento.
Hace aproximadamente dos meses que Ferrovías Sul Atlántico tomó posesión del mesopotámico Ferrocarril Urquiza y del Buenos Aires al Pacífico, cuyas trazas ligan Uruguayana con Mendoza. Desde entonces, los adormecidos gremios del riel tuvieron que ponerse de pie, ya que los cambios insinuados amenazan arrasar con las pocas prerrogativas que sobrevivieron a la privatización de esos cargueros.
Los brasileños plantean centralizar toda la actividad en Buenos Aires, trasladando estructura y personal desde la capital cuyana y desde Concordia. Y, según denuncia La Fraternidad, sindicato de los maquinistas, esta política concentradora genera al menos dos problemas.
Las modestas mejoras salariales ofrecidas al personal en vías de ser removido de su lugar de ningún modo cubrirían los mayores gastos de instalarse en la Capital. Esa concentración operativa iría acompañada de un ajuste del plantel que, por ahora, la empresa intenta conseguir forzando renuncias.
A través de un pedido de informes sobre el tema al Poder Ejecutivo, y en notas despachadas al ministro de Trabajo, José Uriburu, y al secretario de Transporte, Armando Canosa, los diputados justicialistas Gustavo Gutiérrez y Lorenzo Pepe advirtieron sobre la falta legal en que incurriría la empresa con los despidos. El artículo cuarto de la Ley de Reforma del Estado resguarda expresamente el empleo y la situación laboral de los trabajadores de las empresas privatizadas.
También los gremios acribillaron con cartas al Gobierno y al ente regulador para advertir sobre la presunta violación de normas laborales y de seguridad, sin encontrar ningún eco hasta el momento. “Quieren extender la jornada de trabajo a 18 horas y pretenden que los conductores viajen solos, eliminando al acompañante”, denunció ante este diario Omar Maturano, secretario general de la Fraternidad.
El dirigente asegura que los maquinistas están obligados a sostener alta velocidad, a pesar del deteriorado estado de las vías, consecuencia de la falta de inversiones (ver aparte). Del mismo modo que se ven forzados a cruzar pasos a nivel con barreras levantadas, ya que el mecanismo que las acciona no funciona.
Pero más que por estas fallas en el sistema de seguridad, los ferroviarios están preocupados por los indicios de que Ferrovías pretende trasladar a la Argentina las formas de trabajo que utiliza en Brasil con los empleados de sus líneas, que cubren el sur y parte del centro este del país. Allí, por ejemplo, las jornadas pueden llegar a las 18 horas, de las cuales sólo dos se liquidan con el salario del mes: el trabajador sólo puede cobrar el resto cuando consigue acumular más de 300 horas. El sueldo base de un maquinista es de 324 dólares, contra los 850 que percibe uno argentino. Claro que tampoco la situación de los ferroviarios locales es ninguna maravilla. “Nos deben las horas extra de los últimos tres años”, se queja Maturano, cuyo gremio decidió empezar paros sorpresivos.
Ante aquella amenaza, hasta la Unión Ferroviaria, conducida por el oficialista José Pedrazza, amaga con movilizarse. Junto a los otros gremios del sector, sus dirigentes se encontrarán en Uruguayana el martes 17 con sus pares de Brasil para decidir si avalan la onda porrista o si seaniman a paralizar con una medida de fuerza el primer gran ferrocarril del Mercosur.

Ni inversiones obligadas ni canon

Por C.C.
t.gif (862 bytes) Ferrovías Sul Atlántica, controladora de la otra brasileña, Ferrovía Centro Atlántica, se transformó en la primera gran operadora ferroviaria del Mercosur, ya que con sus distintos trenes puede cubrir un territorio que va desde el centro de Brasil a Santiago de Chile. Además de un pago de monto no confirmado hasta el momento, la contrapartida por haberse quedado con las líneas argentinas sería afrontar obligaciones heredadas de Industrias Metalúrgicas Pescarmona por casi 180 millones. Sólo la renegociación contractual puede eximirla de este lastre.
[FrontPage Image Map Component]Aquélla es la deuda que la empresa argentina acumuló por incumplimientos en su plan de inversiones y por no pagar el canon en las dos concesiones cedidas, aunque el grueso de las obligaciones están

generadas en la línea Buenos Aires al Pacífico. Para omitir los pagos apeló a distintos recursos, como el de argumentar que las rebajas tarifarias no le permitieron ingresos suficientes para invertir.
El 20 de agosto pasado, Impsa anunció a la Bolsa un preacuerdo con los brasileños para venderles el 73,5 por ciento del tren que va a Mendoza y el 70,5 del Urquiza. Desde entonces, varios legisladores de la oposición advirtieron que, antes de autorizar ese traspaso, el Gobierno debería tener en claro quién asumiría las obligaciones pendientes: si el concesionario original o el sustituto.
Ante la consulta de este diario, el secretario de Transportes, Armando Canosa, en aquel momento no dudó: “Todas las obligaciones deben ser cedidas al comprador. Después, la única condición para que éste sea nuevo concesionario es que constituya domicilio legal en Argentina.”
De cualquier modo, los términos en que Economía pretende renegociar las privatizaciones de trenes cargueros licuarían totalmente estas obligaciones. En atención a que el negocio fue poco próspero, el Gobierno eliminaría las inversiones obligatorias y el pago del canon.

 

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