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Con 20 centavos se puede ver la vida color de rosa

 

El filósofo argentino Leopoldo Kohon explica la nueva corriente
surgida en Francia acerca de la “mirada filosófica” sobre los
problemas concretos y cotidianos, sin reemplazar al psicoanálisis.

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Por Luis Bruschtein
t.gif (862 bytes)  “Con la filosofía poco se goza, si quiere ver la vida color de rosa, eche veinte centavos en la ranura”, decía con cierto pesimismo Raúl González Tuñón. Hay quien dice que con la filosofía se goza, sí señor. O por lo menos se aprende a gozar. Sobre esa base se abrió camino en los últimos años en todo el mundo –incluida la Argentina– una corriente de la filosofía que, frente al sinsentido de un planeta asfaltado por la globalidad, le hace un lugarcito en el sofá a Sartre y a Sócrates junto a Freud y Lacan.
“En esta nueva realidad, los modelos que heredamos y nos organizan como personas no nos sirven para afirmar nuestra existencia –afirma Leopoldo Kohon, que se define como filósofo existencial–. Estamos inmersos en una crisis de sentido que se agudiza a diario y reclama atención y creatividad en lo más inmediato a nosotros mismos: nuestra vida cotidiana”.
Planteos parecidos comenzaron en Estados Unidos, donde un grupo de filósofos encabezados por Lou Marinoff, profesor del City College de Nueva York, declaró la guerra a las terapias psicoanalíticas. Del otro lado la respuesta no tardó en tomar forma: la Asociación Estadounidense de Psicología emitió un comunicado donde advertía que, “si los filósofos consideran que pueden manejar la salud mental de una persona, están sufriendo una alucinación muy inocente”.
En Buenos Aires, Kohon, de 57 años y autor de dos libros sobre el tema, se siente más próximo a las corrientes que surgieron en Francia –para las que la filosofía no aparece como reemplazo del psicoanálisis sino como otro camino de búsqueda– antes que con los cruzados antipsicoanálisis de los Estados Unidos.
En Francia comenzó primero en los cafés literarios, que iniciaron un regreso a la filosofía. Durante 1992, en el Café des Phares, en la plaza de la Bastilla, se organizaban todos los domingos debates filosóficos que dirigía Marc Sautret y donde participaban más de 200 personas de entre 35 y 55 años. Y luego surgió la terapia filosófica. El primero en lanzarse fue el doctor en filosofía Denis Marquet quien enseñaba en París XII y en Ciencias Políticas. Marquet abrió un consultorio en Vincennes, donde ofrece “una terapia del sentido de la vida”. Marquet explica que “la filosofía es para todo el que sienta la necesidad de un trabajo sobre sí mismo”.
Durante los años 60 Kohon fue dirigente de un grupo de izquierda que encabezaba Ismael Viñas y se formó principalmente con León Rozitchner y Luis Jalfen. “En los comienzos de mi adultez –explica– logré ver que si no afirmaba mi posibilidad de elegir la manera en que quería vivir, corría el riesgo de dejar que mi vida se encarrilara por caminos heredados y exteriores a mis ganas. Allí comprendí que lo que imaginábamos como bienestar no es lo mismo para todos”.
En 1984 fundó el Centro de Pensamiento para la Vida donde se realizan talleres grupales o sesiones individuales. “Mi propuesta es que la filosofía sea una herramienta para poder preguntar por el ser como pregunta también la filosofía en abstracto, pero preguntar por un ser muy cerca de las cosas, muy cerca de lo concreto y preguntar en primer lugar por el ser que somos, por cuál es nuestra práctica de vida y por el deseo o las ganas de las personas. Así va cambiando nuestra práctica y nuestra forma de ser es resultado de nuestra práctica”.
En la práctica, los talleres o encuentros no se diferencian tanto de la de la sesión sicoanalítica. Son conversaciones sobre la vida concreta y las temáticas van apareciendo en función de las experiencias concretas de la gente que las lleva a reflexionar sobre su propia existencia. No se trata de cursos de filosofía en términos académicos ya que difícilmente se hable de un filósofo en particular. “No importa que la gente sepa que sabe de filosofía –agrega Kohon–, aunque es probable que salga de estetrabajo con herramientas filosóficas sin saber que las tiene. Lo que importa es otro estar en la vida”.
Cristian Cardoner, 43 años, especialista en administración financiera, participó en los cursos durante seis años. “Se había muerto mi madre y estaba muy en bolas de cómo acompañar a mi padre –relató–. Alguien me aconsejó estos talleres y fui a investigar. Me enganché yo y después metí a mi viejo. La verdad que nos cambió la vida. El trabajo fue pensar la vida sobre la base de maximizar sus posibilidades con un ejercicio de reflexión muy fuerte apoyado por alguien que está ejercitado en esa actividad”.
“Yo pertenecía al mundo del pelotudeo, del yupismo –dice Claudio Vizental, 41 años, comerciante– y el trabajo en estas terapias filosóficas me dio la posibilidad de poner un sentido, una dirección en mi vida, se trata de ponerse en condiciones de elegir cómo relacionarse con los otros, con los amigos, los vecinos, o la pareja”.
Para Kohon, la diferencia entre la actividad que propone y las terapias sicoanalíticas no radica tanto en lo que va a buscar la gente. En ese sentido, la diferencia básica sería que “la psicología tiene el movimiento central del darse cuenta. Para mí, esto es una herramienta más y el eje del movimiento lo ponemos en la búsqueda ‘de lo que quiero’ y fundamentalmente en la pregunta del ‘cómo’ lo quiero”.
A diferencia de González Tuñón, que dijo que con la filosofía poco se goza, hay un dicho popular que dice que un tipo se toma las cosas con filosofía cuando puede permanecer tranquilo pese a que se le caiga toda la estantería. Y por si esto fuera poco, ahora los filósofos dicen que, además, se goza.

 

“La intención de trascender”
“Preguntar por el querer –explica Leopoldo Kohon–, por lo que quiero, por lo que tengo ganas que ocurra en mi vida, es ir incorporando el desafío por cómo eso que quiero puede ser realidad en mi vida. Y cómo eso que quiero puede ir constituyendo en mi vida una realidad que me interesa por lo que es, no por la utilidad que va a tener. Hay una frase de Borges que me parece muy útil. El dice que en Occidente, todo instante adquiere su sentido en el instante siguiente. Es lo que yo llamo la intensión de trascender. Pero no trascender en el sentido clásico de la filosofía sino de que lo que ‘es’, no ‘es’ por lo que ‘es’, lo que vivo no es por lo que vivo, sino por el resultado obtenido de lo que vivo. Esto también tiene que ver con cuál es nuestra pertenencia cultural. Nosotros pertenecemos al mundo del productivismo. En este mundo del productivismo nada es por lo que es, es por lo que va a resultar de él. ‘Es’ en la medida de su utilidad. No hay presente. Hay un presente permanentemente comprometido por lo que va a resultar de él. Cuando se acerca esto a la vida, es como ir buscando la manera en que podamos estar al mismo tiempo satisfechos con lo que hay, gozar lo que hay y al mismo tiempo pensados hacia posibilidades de crecimiento de eso que hay. Pero no estar vaciando de sentido lo que hay para apostar sólo a sus resultados”.

 

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